¿A qué ha ido Carlos III a Dubái?

Menos mal que ya se está siendo consciente de que los vehículos que usan combustibles fósiles, como gasolinas y gasóleos, son muy malos para la salud

Protesta de activistas climáticos en el marco de la cumbre COP28, en Dubái.

Protesta de activistas climáticos en el marco de la cumbre COP28, en Dubái. / Reuters

Agustín Ferrero

Agustín Ferrero

Dos semanas antes de su llegada, el gobierno inglés había conseguido nuevas licencias de explotación de gas y petróleo en el Mar del Norte. Fue entonces cuando llegó a Dubái Carlos III, a bordo de un jet privado con su séquito. Llegó, a un evento que correspondía a la Cumbre Mundial del Clima. Llegó, contaminando a destajo, lo que no le impidió lanzar un discurso diciendo que «nuestra supervivencia se encontraba en peligro».

La estadística que se está usando sobre la contaminación en el planeta, viene a decir que el 1% de la población, o sea los más ricos, contaminan lo mismo que el 66% del resto, o sea, los más pobres. Vaya circo que se montan los estados para hacer paripés de tamaña magnitud.

Cierto que ha habido algunos que han ido en vuelos regulares, al objeto de reducir la contaminación per cápita. Pero lo de contribuir a la reducción real de la contaminación parece que solo sea cosa de los ciudadanos de a pie, y no de los «Cristianos Ronaldos» que utilizan jets privados hasta para ir a mear al pueblo de al lado.

El avión, en términos de kilómetros/pasajero, contamina el doble que el automóvil y cinco veces más que el tren. Pero, cada vez hay más aviones privados y de líneas regulares ensuciando las capas de aire que tenemos sobre nuestras cabezas. En el transporte del automóvil, aunque pocas, ya se han tomado algunas medidas correctoras. También en el transporte ferroviario. Pero, que se sepa, aun no se conoce ninguna en el tráfico aéreo.

Menos mal que ya se está siendo consciente de que los vehículos que usan combustibles fósiles, como gasolinas y gasóleos, son muy malos para la salud. Y se ha empezado a poner en marcha la tracción eléctrica, cosa que ha aprovechado el sector del automóvil para elevar los precios de manera tan desorbitada como abusiva.

Cierto que no es lo mismo un informe hecho público por la Shell o cualquiera otra de las grandes compañías petrolíferas, que otro elaborado por Green Peace, porque ambas partes persiguen objetivos diferentes. Pero, por fin, parece que nadie duda de que los vehículos no expulsan colonia por el tubo de escape precisamente.

Fijándonos en los gases de escape, vemos que los vehículos a gasolina desprenden un 14% de CO2 , y los diésel, solamente un 12%. Eso, unido a su menor consumo, hace que, en ese aspecto, el diésel sea menos contaminante. Sin embargo, en la producción de NOx, se lleva la palma la gasolina.

A ello han contribuido las técnicas empleadas, en una y otra variante. La implantación de catalizadores, filtros de partículas y depósitos de AdBlue han reducido el CO2 y NOx. Y la recirculación de gases (EGR) ha conseguido reducir el 50% de las emisiones de NOx. Nada tiene que ver un automóvil actual con otro fabricado hace diez años.

Los desorbitados precios fijados por los fabricantes para los coches eléctricos han precipitado el desarrollo de técnicas tendentes a transformar los actuales automóviles diésel y gasolina en eléctricos, para aprovecharlos a lo largo de su vida útil. En España, algunas empresas tienen avanzados prototipos, adelantando que el costo de transformación vendría a ser de unos diez mil euros por automóvil. Pero temen que la burocracia y las homologaciones retrasen su comercialización.

Los más adelantados en estos desarrollos, como casi siempre, son los japoneses. «Diario Motor» y «Car and Driver» informan que la marca Yamaha tiene desarrollados motores modulares desde 47 a 272 C.V., que prácticamente servirían para la adaptación de todos los modelos y marcas.

La adaptación del parque automovilístico actual a otro con tracción eléctrica, no tiene por qué mermar la producción y venta de nuevos automóviles, ya que no retrasa la obsolescencia de los ya existentes. Simplemente permitiría que se alcanzara la vida prevista para cada uno de ellos. De hacerse así, podría conseguirse que la gente de a pie no fuera la principal víctima de las nuevas normas anticontaminantes, ya que está condenada a abonar importes desorbitantes para adquirir un nuevo automóvil. La última palabra la tendrán las grandes marcas que son las que controlan el mercado.

Merced a la falta de colaboración de los países productores de petróleo de la OPEP no se ha dado ningún paso importante en la Cumbre Mundial del Clima ya que, si bien es cierto que se ha admitido la reducción de la producción de combustibles fósiles, lo ha sido con la condición de que «cuando sea posible», que es como no decir nada. Menos mal que se ha apostado por mejorar la eficiencia energética y las energías renovables.

Pues eso, que no se entiende muy bien lo que quiso transmitir Carlos III, el rey del Reino Unido, a ese mercado que parece que tiene todo el bacalao vendido. Salvo que el rey británico hubiera querido referirse a la contaminación producida por los aviones, como el que él había usado para asistir a la citada Cumbre.

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