Por una exposición permanente de artistas zamoranos

El antiguo Palacio de la Diputación Provincial en la calle Ramos Carrión es una obra de arte en sí mismo

Daniel Pérez

El pasado día 10, Antonio Pedrero publicó en este periódico un artículo que con el título, Días de luto para el arte zamorano, hacía una semblanza de los artistas zamoranos Pedro Santos Tuda y Ricardo Flecha Barrio, fallecidos recientemente. Con Flecha, por ser de mi generación, tuve la suerte de compartir buenos ratos. En nuestra adolescencia, con otros amigos, descubrimos las veredas y vericuetos de los campos de Aliste, la Carballeda y Sanabria. En los últimos tiempos trabajamos en su idea de hacer una representación teatral sobre el origen de la Romería de la Virgen de la Concha. Admiraba su obra y se lo dije más de una vez. Siempre lo echaré de menos.

Pero el artículo del maestro Pedrero iba más allá de hacer un homenaje a algunos de los pintores y escultores que ha dado la provincia de Zamora en los últimos 200 años, además, y bajo el clarificador epígrafe, Justicia para los artistas zamoranos, recordaba la importante exposición celebrada en el Palacio de la Diputación Provincial (su antigua sede) que, junto a Angel Luis Esteban, organizó en el año 2013 bajo el título: 200 años de Arte Provincial. En ella se mostraba una pequeña parte de las obras de pintores, escultores e imagineros de la provincia que, pese a su limitación, ocupó varios espacios del Palacio con un resultado muy satisfactorio dada la importancia de las creaciones que allí se mostraron. Dicen las crónicas que fueron más de 17.000 las personas que acudieron a visitar la exposición. Y no solamente contribuyó al éxito la muestra de los trabajos de los artistas, también el lugar elegido, el Palacio de la calle Ramos Carrión, fue determinante para darle un encaje definitivo y glorioso a lo expuesto entre sus muros. No me alargaré en la descripción del lugar, puesto que muchos ya lo conocen, aunque me atrevería a decir que las nuevas generaciones de zamoranos se están perdiendo uno de los edificios que merece ser conocido por tratarse de una obra de arte en sí mismo.

La exposición constituyó un rotundo éxito, y fue tal, que todo el mundo pensó, y así lo declararon los responsables políticos, que era importante que se procurase una exposición permanente con más obras en el mismo lugar para conocimiento y disfrute de propios y ajenos.

Pero en cuanto se pasa el calor de la novedad las heladas del invierno congelan los buenos deseos. Bien es cierto que hubo otras exposiciones iguales o parecidas allí, pero nada como la idea contundente y clarificadora de la Exposición Permanente de Artistas Zamoranos.

En Zamora, como en otros lugares, hay grandes creadores en las diversas disciplinas artísticas pero, si uno se fija bien, la pintura y la escultura cuentan con la más extensa nómina de artistas importantes. En su artículo, Antonio Pedrero citó a unos cuantos, pero quedan muchos más. Ignoro la razón por la que en esta tierra prevalecen las manifestaciones plásticas, y tampoco soy un experto para aventurar una hipótesis. Baste constatar esta realidad incuestionable para que inmediatamente surja la pregunta: ¿Dónde está la obra de tanta gente…? No lo sé, en todas partes, pero en ninguna que represente a Zamora como sociedad.

¿Nuestros jóvenes aficionados a pintar conocen lo que hasta ahora se ha hecho? ¿Podrían encontrarlo en alguna parte… en Internet acaso? No hay respuesta positiva y cuesta trabajo entenderlo.

De todo lo que veo cuando visito otros lugares solamente hay una cosa por la que siento envidia, y es por el cariño con que las ciudades tratan a sus artistas. No solamente nombran calles y plazas, (eso lo hace cualquier Ayuntamiento, aunque en Zamora eso también se racanea) sino que dedican espacios a sus creadores para mostrarlos a los visitantes, a la vez que la población local acude a reconocerse en sus obras.

¿Es tan importante este reconocerse como para dedicar lugares y presupuestos a mantener una exposición estable? No es importante, es fundamental.

Ahora que las instituciones invierten trabajo y recursos en fomentar el turismo para procurarse la asistencia de paisanos ávidos de contemplar monumentos y degustar productos de la tierra, he de decir que el turismo parece una fuente de riqueza, pero hay que ir un poco más allá y no pensar que con lo que natura nos da, o los arquitectos del pasado nos legaron, es suficiente. Personalmente no me canso de admirar cada día las iglesias de Zamora y otros monumentos de la provincia cuando tengo ocasión. Produce sin duda un gran disfrute, una satisfacción honda, la contemplación de las pétreas construcciones que dan noticia de la sensibilidad y esfuerzo de los que nos precedieron para lograr grandes obras de arte que llevan en pie cientos de años.

¿Pero hoy…? ¿Qué tenemos que decir a los demás de nosotros mismos…?

¿Qué somos…? ¿Cómo nos explicamos la realidad…?

Creo que si prestamos atención al modo en que nuestros artistas plásticos perciben el mundo, encontraremos la manera de reconocernos en lo más profundo gracias a la belleza y las emociones que han creado con su técnica. Las construcciones duras y luminosas de Bartolomé. La intimidad onírica de Torre Cavero. La rebeldía formal de Luis Quico. El grito hecho trazo de Patxi Acevedo. Las figuras desgarradas hasta salirse de su eje de Flecha… y tantos otros…

¿Dónde encontrarlos? ¿Cómo conocerlos?

Uno a uno y todos, descubren nuestra alma. Ponen ante los ojos de los jóvenes y de los lejanos visitantes la esencialidad de la vida, nuestras pulsiones más íntimas, nuestros acendrados anhelos. Ellos: pintores, escultores, imagineros, dan constancia de nuestra existencia, dan lo mejor de sí mismos y en ellos conocemos que podemos ser mejores porque somos capaces de explicarnos nuestro mundo cercano en líneas claras y poliédricos tonos. Que Zamora no solo tiene grandes extensiones desiertas y pueblos empobrecidos, que entre las iglesias románicas late el espíritu anhelante de la perfección.

Lamentablemente, a día de hoy, hurtamos a los visitantes y a nuestra gente la contemplación de las grandes obras que tan cerca tenemos. Y damos un paso atrás en la vindicación de nuestro orgullo por las cosas bien hechas.

¿Será humildad mal entendida? ¿Será miedo al que dirán… desidia, acaso?

Antes de terminar, por si a alguien se le ocurriese pensar algo así como: "ya estamos con los museos… no hemos empezado el de Lobo y ya estamos haciendo otros.." (perdón por la teatralización, pero va en el oficio) he de decir que Lobo, aunque pertenezca a la nómina de artistas zamoranos, por sus características tanto creativas como vitales, al tratarse de una figura internacional adscrita a un movimiento artístico esencial más allá de nuestras fronteras, merece un tratamiento aparte; y de esto no voy a decir más porque ya hay quien lo explica mucho mejor.

Comencé comentando el artículo de Antonio, y termino refiriéndome nuevamente a él.

De todo lo escrito por el gran pintor, en su parte final me emocionó cómo un hombre de su categoría humana y profesional se dirigía a las autoridades con estas palabras que poseen el sentir de la verdad. Las reproduzco porque las hago mías, para que se vuelvan a leer y se repitan cual si fueran una instancia oficial (aunque sin póliza).

"Señor presidente de la Diputación y señores diputados, ¿creen ustedes que hay otra cosa mejor que mostrar en este antiguo Palacio Provincial las mejores obras de arte provinciales y hacerlo públicamente? Sería un legado para Zamora y su provincia, trascendental e importante para la historia de su Cultura y un sitio imprescindible de conocer por propios y visitantes…".

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