Escalera hacia el cielo

You are now entering Free Zamora

La convivencia entre lobos y ovejas no pasa por vallar el campo ni sobrepoblarlo de mastines

You are now entering Free Zamora

You are now entering Free Zamora / Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Dice el refranero: "en otoño apenas sientas frío, al ganado da abrigo". El refranero sabe mucho. Tanto, que si nuestros politiquillos lo leyeran en lugar de lo que sea que lean, si es que leen algo aparte de las encuestas internas y sus descerebrados mensajes en redes sociales, mejor nos iría a todos.

Además de pastores y rebaños a buen recaudo, el otoño y la bajada de las temperaturas traen consigo las sopas de ajo, echarle una manta a la cama, ese cambio de hora ideado por algún iluminado para que las eléctricas ganen más dinero todavía, y los viajes del Imserso.

Unos viajes que mantienen la apolillada tradición de llevar a nuestros abuelos a Benidorm para que bailen Los Pajaritos. En lugar de llevarlos de visita a Temple Bar en Dublín, a que admiren la estatua de Phil Lynott, el primer negro que lideró una banda de rock. Pero no cualquier grupillo, qué va, Thin Lizzy siguen siendo la mejor banda de rock irlandesa de todos los tiempos.

No hay comparación. Sobre todo, porque después de visitar el pub más antiguo del mundo fundado en el siglo XII por los vikingos, por quién si no, y tomarse unas pintas de Guinness, nuestros exultantes jubilados, subirían al norte de Irlanda para comprobar cómo se entiende la convivencia pacífica entre lobos y ovejas por aquellas latitudes.

Los mastines llevan inserto en el ADN la misión de vigilar y proteger al rebaño, pero el instinto les confiere a la vez un genio que demuestran con su ronco ladrido

Convivencia pacífica que, dados los muros de hormigón y concertina, y las formidables puertas que los cierran, que sirven para proteger los barrios católicos del furor anglicano, queda demostrado que es un oxímoron y un deseo imposible.

La convivencia pacífica entre lobos y ovejas es una utopía. Pero no sólo en los seis condados irlandeses anexionados por Inglaterra, también en Lampedusa, Ceuta y Melilla, incluso Zamora. Sobre todo, cuando se pretende imponer por la fuerza, mediante una normativa que le pega una patada a todo razonamiento lógico, y unas sanciones administrativas del género marciano.

Normativa insensata: Lo que sucede cuando pones a gente fina y elegante sin dos dedos de frente, pero con bonitas manos, bien exfoliadas, mejor hidratadas y de manicura perfecta, a legislar sobre el campo. Una materia que no entienden, peor aún, no tienen intención ninguna de llegar a entender.

La trágica muerte de una joven zamorana a causa del ataque de los perros de un pastor ha llenado los medios de comunicación de debates muy sensatos y bien argumentados. Presentando como aval la dilatada experiencia de veterinarios, etólogos, gentes del rural y pastores.

Conozco la famosa camiseta con el eslogan: "Más mastines, menos escopetas, más lobos vivos, menos ovejas muertas". Abunda en las acciones del Pacma, contrario al negocio para ricos que es la caza mayor, y también a la caza menor, función necesaria para el obligado control de la superpoblación de fauna no domesticada.

Mensajes buenrollistas y batucadas aparte, el hecho es que el vallado de cortinos, fincas, corralitos, apriscos para que el ganado paste protegido por mastines no es una solución idílica para esa supuestamente pacífica convivencia entre lobos y ovejas que se nos pretende vender.

Siglos y siglos de selección y mejora genética, han convertido a los mastines en los mejores perros guardianes del rebaño. Pero en la naturaleza no existe la perfección. Por cada pro siempre hay un contra.

Los mastines llevan la misión de cuidar del rebaño inserta en el ADN. Pero su instinto les confiere a la vez un fiero genio que demuestran a los extraños con su ronco ladrido. Son un arma eficaz frente a ataques de lobo, y al mismo tiempo suponen una gran responsabilidad para el pastor. Porque en el rural vivimos todos, pastores y no pastores.

Desde el ministerio, consejerías, ese club de pijos relamidos que es el parlamento europeo, y las oenegés animalistas, se concibe la convivencia entre lobos, ganadería y perros guardianes como un edén bucólico y pastoril. Es la desastrosa consecuencia de vivir ajenos a las severas reglas de la naturaleza y a la dura realidad del mundo rural.

La conservación de especies amenazadas no puede recaer únicamente en los pastores, que son quienes están manteniendo rebaños, mastines, lobos, y costosos seguros con el sudor de su frente. Cuando sea necesario, hay que recurrir a biólogos, expertos en comportamiento animal, y partidas de cazadores para eliminar esos ejemplares que se hayan evidenciado como una amenaza.

El dinero no es problema, fallan las ganas de trabajar. Europa concede ayudas millonarias para conservar la fauna salvaje, que nuestros políticos derivan a otras memeces. Así que, menos amnistía especial sólo para delincuentes, y más pacto de Estado por la convivencia entre lobos y ovejas que redunde en beneficio de todos.

(*) Ganadera y escritora

Suscríbete para seguir leyendo