Siete días y un deseo

Por qué (es peligroso) preguntar

La única manera de conocer y resolver los problemas

INTERROGACION

INTERROGACION

José Manuel del Barrio

José Manuel del Barrio

Confieso que el título ha sido, casi, copiado. ¿Y eso? Mientras leía el índice del libro "Pensamientos. Cartas", del emperador romano Marco Aurelio, enmarcado en la filosofía estoica, me encuentro en el prólogo, escrito por Jorge Cano Cuenca, con un título muy sugerente y llamativo (al menos para mí): "Por qué (es peligroso) asomarse al interior". ¿Y qué sucedió? Que inmediatamente aterrizó en mi cerebro el deseo de transformar ese título en el que ahora está leyendo más arriba. Y muy posiblemente pensará: "¿Y por qué y para qué este galimatías?". Vayamos por partes y caminemos despacito, que no es bueno precipitarse ni dar palos de ciego. En primer lugar, confieso que una de mis aficiones es preguntar. Sí, hacer preguntas sobre los hechos, las cuestiones, las circunstancias, los sucesos, los problemas, etc., más cotidianos o complejos. Es muy posible que si sigue esta columna dominical ya lo conozca, pero por si acasqo. ¿Y para qué preguntar con tantas ganas sobre esto, lo otro y lo de más allá? Porque solamente cuando preguntamos es posible el conocimiento.

¿Qué nos debemos los unos a los otros como ciudadanos? ¿Es cierto que la riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? ¿Qué se necesita para una buena vida? ¿Podemos ser plenamente modernos y plenamente religiosos? ¿De qué manera una persona puede mantener su autonomía hoy por hoy?

Echen la vista hacia atrás y traten de recordar si cuando eran chavales uno de sus afanes era preguntar y preguntar a los papis, a los abuelos y a todo hijo de vecino que por qué esto y por qué lo otro. Si no se acuerdan, no pasa nada, porque pueden comprobarlo en el caso de que tengan o conozcan a chavales de tres o cuatro añicos: aparte de jugar, su oficio más interesante es preguntar. Luego va pasando el tiempo y dejamos de preguntar del mismo modo y con las mismas ganas que cuando éramos niños o niñas, excepto si alguien cree que ese interés sigue siendo una de las habilidades más importantes que podemos desarrollar. Porque no está mal recordar que la capacidad de preguntar nos distingue de otros seres vivos (animales, plantas). Y que los científicos (físicos, químicos, epidemiólogos, matemáticos, sociólogos, geógrafos, etc.) lo son porque siempre están haciéndose preguntas. ¡Qué pesados!, ¿verdad? Pues no, ya que es la única manera de que la ciencia avance y, como consecuencia, se puedan conocer y resolver los problemas que tanto nos atañen y preocupan.

Por tanto, como soy muy preguntón, el inicio de cada curso académico en la Universidad de Salamanca me brinda unas oportunidades de oro que nunca dejo pasar. Comparto algunas de las preguntas que tengo preparadas para los próximos días: ¿Quiénes se merecen algo y qué se merecen?; ¿Tienen todas las personas una verdadera igualdad de oportunidades y de capacidades para competir por bienes y posiciones sociales deseables? ¿La del mérito es una cuestión que debe tratarse con particular urgencia? ¿A qué se refiere la idea del estatus social herido? ¿Puedes conseguirlo si pones tu empeño en ello? ¿Qué nos debemos los unos a los otros como ciudadanos? ¿Es cierto que la riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? ¿Qué se necesita para una buena vida? ¿Podemos ser plenamente modernos y plenamente religiosos? ¿De qué manera una persona puede mantener su autonomía hoy por hoy? No se asusten si no detectan un hilo conductor en la retahíla de preguntas que acaban de leer. Da igual. Lo importante, ya lo sabe, es preguntar. Sí, aunque, a veces, sea muy peligroso.

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