Exigimos gobiernos éticos

Necesitamos un impulso hacia una búsqueda de la verdad moral

democracia

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Francisco José Alonso

Francisco José Alonso

Probablemente no estamos tomando conciencia de la gravedad del momento moral en que estamos viviendo en estos momentos en España, donde la sociedad está dividida en dos bloques irreconciliables y enfrentados entre sí hasta extremos impensables, no solo en el campo político, sino también en el de los centros culturales, donde la ocupación por grupos organizados llega a extremos de violar la Ley con una impunidad impensable ni en dictaduras.

Si entendemos por ética la parte de la Filosofía que trata de la moral y de las obligaciones de la sociedad, habría que concluir que el comportamiento de algunos políticos y de muchos ciudadanos, no es el adecuado. La ética tiene por esencia concebir el carácter de bondad o maldad de las acciones humanas, se precisa moralizar la vida política y social, así como recuperar el sentido cívico de la participación ciudadana, con respeto a las reglas establecidas y a la Ley.

La democracia tiene como motivación entre otras, tratar de hacer ciudadanos libres y respetuosos con la Ley, la tolerancia de otras ideologías contrarias a la suyas que le enriquezcan, cuyo comportamiento personal y social este basado en una clara tabla de valores cívicos.

Hoy podemos corroborar que estamos necesitando un impulso hacia una búsqueda de la verdad moral. Por ello la ética aplicada a la política tendría por objeto enseñarnos como debemos organizarnos en sociedad, para que la sociedad y los gobiernos sean morales, esto es, para que satisfagan las exigencias de la ética. La política ética sería pragmatismo puro. No quiero olvidar que hoy se ha perdido gran parte de respeto a las personas mayores, en ocasiones se les trata como objetos para satisfacer las necesidades materiales sin mostrarles respeto ni agradecimiento, sin recapacitar que cada día necesitan más cuidados y cariño.

Podemos asegurar que, hoy, la política se ha independizado de la ética y ha sucumbido a un "realismo sin principios" y un "pragmatismo sin convicciones". Los políticos reducen su mandato a un propósito de la defensa de los "intereses partidarios". Por lo contrario, algunos politólogos-sociólogos insistimos en la necesidad de la crítica moral a la realidad política, ampliamos que la política debe ser el cauce para realizar los ideales morales. Aceptar otra posibilidad sería tano como negarnos la capacidad de pensar.

Tuve la oportunidad de tratar y tener amistad con el filósofo Jose Luis López-Aranguren, que con frecuencia nos acompañaba en las tertulias organizadas por la Agrupación de Debates Parlamentarios en el Ateneo de Madrid, como a mi paisano Agustín García Calvo. Presidí dicha agrupación más de 20 años. Falta tenemos hoy de personas del nivel, tanto cultural como moral de ellos. Aranguren nos precisaba "Democracia con Moral". La democracia, según Aranguren, no sería nunca una "democracia establecida", en la que nos pudiésemos instalar con comodidad y fáciles aspiraciones. La democracia sería una aspiración moral permanente insatisfecha, imprescindible de una constante autocritica para evitar quedarnos prendidos en las redes de la falsa satisfacción.

El clima moral es importante, ya que las nuevas generaciones no dejan de iniciar su aprendizaje en medio de los modelos de conducta que imperan hoy en la sociedad, donde la mentira y la difamación es la regla

La función del político (profesión) debería volver a alcanzar la imagen de rigor, de pulcritud, que tuvo en el pasado. Un político puede ser, en su fuero interno, profundamente inmoral, o, como diría uno de los padres de la sociología en España el zamorano Amando de Miguel, amoral. Pero será un mal político si prescinde de la moral como arma política. Amando nos hablaba en los cursos de Doctorado del peligroso "voto ovejuno", que se lo escuche a Julián Marías hablando del voto del procés.

Estamos asistiendo tanto a un proceso de degeneración de la función pública, que parece que estamos olvidándonos lo que debe ser la política, que los grandes tratadistas han señalado y demandan los principios generales de la ética.

Un político que se entrega a la inmoralidad-amoralidad (pPolítica) sería un mal político, lo mismo si se declara formalmente maquiavélico. El maquiavelismo del político puede ser un modo secreto de proceder, nunca de construir un programa político. El político maquiavélico no sería mal político solamente por decirse maquiavélico, lo sería por serlo. La democracia tiene que ser algo más serio que la manipulación permanente de la opinión pública. No se puede engañar por método a los electores. El político ha de "creer y cumplir" lo que dice. Y los medios de comunicación no participar en la difusión de noticias falsas. Los medios de comunicación deben actuar como notarios de la realidad y contrastar las noticias cuando son intencionadamente difundidas para difamar y desprestigiar. No solo se desprestigian el periodista sino el medio que las difunde.

El problema de la ética no se circunscribe solamente al comportamiento de unos políticos, o de una clase política concreta, sino que tiene una dimensión social indudable, pues influyen y determinan el clima moral de toda la sociedad.

El clima moral es importante, ya que las nuevas generaciones no dejan de iniciar su aprendizaje en medio de los modelos de conducta que imperan hoy en la sociedad, donde la mentira y la difamación es la regla.

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