Crónicas de un paso de cebra

Fauna viajera

La simbología de los animales y su relación con las personas se ha cultivado desde la antigüedad

Animales escapados de un zoo en la calle de una gran ciudad

Animales escapados de un zoo en la calle de una gran ciudad / Policía Nacional

Concha Ventura

Concha Ventura

El artista americano actual Matthew Grabelsky se dedica, entre otras cosas, a retratar, para después pintar, a personas que viajan en el metro, a horas intempestivas, generalmente de noche o de madrugada, porque es cuando los vagones van más vacíos y se puede fijar mejor en ellas.

Pinta cabezas, idénticas a los animales originales, pero con cuerpo de personas de forma hiperrealista, lo cual da una extraña sensación de surrealismo

Esto ya se ha hecho en innumerables ocasiones en la historia de la pintura, recordemos al milanés Arcimboldo y sus anamorfosis o ilusiones ópticas, pues pintaba también rostros humanos, a partir de flores, frutas animales, elementos de la naturaleza y una gran variedad de objetos, colocaba todo con tal destreza que, el sujeto retratado era reconocible al tener gran semejanza con el original. Una de las obras que más me gustan de él es "Fuego", una cabeza de pelo de llamas, a la que le sale una llamita del borde de la lengua.

Aquí, Grabelsky va más allá, el observa a parejas o a personas solitarias, imaginándose un animal que los represente, a veces dice que, no le es fácil encontrar qué cabeza ponerles, otras la inspiración es instantánea.

En sus obras podemos contemplar, por ejemplo, a un tipo pulcramente trajeado sentado en el vagón del metro, con cabeza de mono, comiéndose un plátano o a un padre sentado en otro vagón con su bebé en brazos, el cual lleva un chupete en la boca, ambos con cabeza de rinoceronte, se ve detrás de ellos, en la pared del metro un cartel anunciador de un zoológico, donde aparece la cabeza de otro rinoceronte emergiendo de las aguas, o a otro tipo como unicornio abrazando a una joven, o a un papá elefante leyéndole a su hijito elefante el cuento de Babar, el elefante.

Empiezan a surgir nuevas identidades que sienten ciertas pulsiones animales, aunque no se identifiquen totalmente con ellos. Se hacen llamar "furries", pero esto no ha hecho más que empezar, porque otros ya se autodenominan "fursonas"

La simbología de los animales y su relación con las personas se ha cultivado desde la antigüedad, pero, no para todas las culturas su significado es el mismo, porque basta leer una fábula para saber que no se habla de animales, sino de seres humanos, con sus vicios y virtudes, o si estudiamos el significado del cocodrilo, se aprecia que era símbolo de sabiduría para egipcios e hindúes, aunque para los bestiarios medievales un terrible monstruo.

En culturas ancestrales ya aparecieron los hombres lobos que vivían en soledad en las montañas, recordemos la historia de Hamurabi.

Y llegados a nuestro momento histórico, empiezan a surgir nuevas identidades que sienten ciertas pulsiones animales, aunque no se identifiquen totalmente con ellos. Se hacen llamar "furries", pero esto no ha hecho más que empezar, porque otros ya se autodenominan "fursonas".

Acuden a actos, por ejemplo, a encuentros de juegos de rol, con su traje correspondiente al animal de la pulsión, y algunos señalan que en ocasiones se sienten más gatos o perros que personas, lo cual debería empezar a preocuparnos.

Los especialistas en salud mental dicen que una cosa son los "furries" y otra las personas que se sienten animales, pero a veces, no se aprecia mucho la diferencia.

Todo esto, al parecer, empezó en 1980. Algunos psiquiatras defienden que en un principio estaba bien dibujada la línea de separación entre ser humano y ser animal, y que hay que hablar de personas que disfrutan disfrazándose, pero que esperan que no acabe desdibujándose dicha línea.

Yo, por si acaso, ya tengo escogido animal por si todo esto se hace obligatorio, ya que hace poco, una joven escritora zamorana de cuentos infantiles muy divertidos, Ester Madero, se ha puesto a escribir la historia bilingüe en español y en inglés, de una mariquita, a la que llama Lady Bird, con el fin de enseñar a los niños a ser responsables, sin perder la alegría. Se trata de un pequeño escarabajo con alas rojas y siete puntitos negros sobre ellas. Cuando éramos pequeños nos entreteníamos, haciéndolos volar por los dedos y su simbología no deja lugar a dudas, anuncian tiempo de suerte y de deseos cumplidos.

Al observarlas en nuestras manos, nos ayudan a practicar eso tan difícil de dejar que las cosas fluyan a su ritmo natural, a expandir la consciencia y a no tener miedo de vivir nuestra propia historia.

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