Opinión

Gracias a la vida

Cada 15 de octubre se homenajea a la mujer rural, a quien por muchos obstáculos que le pongan en el camino seguirá cumpliendo fielmente su misión de guardar el territorio

Una mujer trabaja en el campo

Una mujer trabaja en el campo / REDACCIÓN| JUNTA DE ANDALUCÍA

Nunca he dado una conferencia, hay gente más inteligente y cultivada para tales menesteres. Pero sé, por las películas y series norteamericanas, que cuando el protagonista se pone muy nervioso al tener que hablar en público, siempre le aconsejan que se imagine a la audiencia en pelotas. O que comience con un chiste para distender el acto.

No estoy muy por la labor de imaginarme desnudo a nadie, sólo de pensarlo me empiezan a doler los lomos. Ni tan siquiera a James Hetfield. Aunque no sé bien por qué carallo iba el cantante de Metallica a leer este diario, si no es zamorano ni tiene un rebaño de ovejas ni nada.

Ahí va el chiste: Se mueren tres excelentes profesionales, cada uno en lo suyo, y suben al cielo. En la garita de entrada se encuentra San Pedro, pidiendo los papeles para saber quién merece entrar y quien no. Y tras revisar el currículum de cada uno, les dice a los tres que no está convencido de si enviarlos a otro lado, por lo que necesita someterlos a una última prueba.

Le pregunta al primer profesional: ¿Qué fuiste en tu vida anterior, y a qué te gustaría dedicarte en la vida eterna? A lo que le contesta el interpelado: Toda la vida fui albañil, y la vida del albañil es un infierno. Yo en el cielo querría ser piloto. Se lo piensa San Pedro, y al final accede permitiéndole el acceso.

No puede ser de otro modo, igual que la lucha de una sola mujer es la lucha de todas, la alegría de una sola mujer del rural es la alegría de todas

Le pregunta al segundo lo mismo, y obtiene una respuesta parecida: Toda la vida fui tendero, y la vida del tendero es un infierno. A mí en el cielo me gustaría ser ingeniero. Tras una ligera duda, el cancerbero de las puertas celestiales le deja pasar.

Idéntica pregunta al último profesional, y por respuesta: Toda mi vida fui pastor de ovejas, y la vida del pastor es un auténtico infierno. A mí en el cielo me gustaría ser… pastor. Ante semejante disparate, San Pedro sorprendido le pregunta a qué se debe tal locura. A lo que el pastor de ovejas, le confiesa: es que en el camino hasta aquí unos angelitos me han chivado que el año que viene sube la leche.

No falla, un pastor siempre halla el motivo por el que dar gracias a la vida.

A principios de octubre se ha celebrado el encuentro anual de GER, Ganaderas en Red, en la granja-albergue de Villalba de los Alcores, provincia de Valladolid. Aparte de probar los excelentes quesos y el yogur de fabricación artesana, ganaderas venidas de toda España más las islas, junto con algunos guajes, un bebé y otro en camino, hemos compartido tristezas y pesares. Desvelos e incertidumbres.

Y críticas, cómo no. Al malfuncionamiento de las diferentes administraciones, regional, nacional y europea. A la nefasta gestión de nuestros padres de la democracia, serviciales vasallos de los cárteles de la agroindustria y la energía.

Esos todopoderosos lobbies ante quienes ni el presidente del Gobierno, ni el dimitido vicepresidente, se atreven a denunciarlos por su nombre. Les va la paguita en ello. Con dirigentes pusilánimes o sin ellos, el pueblo español sabe de sobra quiénes son los siniestros hombres del puro y qué emporios de mierda dirigen.

Así y con todo, como en el chiste del principio, las Ganaderas en Red, fieles guardianas del territorio que habitan, esas mujeres que fijan población, devolviendo la vida a los pueblos y moviendo la economía del rural, siempre acaban encontrando un motivo por el que sonreír y dar gracias a la vida. No puede ser de otro modo, igual que la lucha de una sola mujer es la lucha de todas, la alegría de una sola mujer rural es la alegría de todas.

Gracias por aquella que ha iniciado la venta directa de sus chivitos a clientes de la sierra de Madrid, y aún no le han parido las cabras y ya tiene todos los pedidos reservados. Gracias por esa otra que ha reducido el número de cabras y ha empezado a comercializar sus propios quesos y requesón desde un pueblo con poco más de doscientos vecinos de la provincia de León.

Gracias por la que ha conseguido vender a un precio envidiable las cunas (el cuerpo) de sus lechazos a un restaurante con estrella Michelín en Tenerife para que elaboren un paté tan exclusivo como carísimo. Mientras que el resto, las cabezas, piernas y paletillas las vende estrazadas y envasadas al vacío a particulares mediante la venta directa, también a muy buen precio.

“Gracias a la vida que me ha dado tanto”, cantan Violeta Parra, Mercedes Sosa, Chavela Vargas o Joan Baez, todas ellas meritorias mujeres valientes, “me ha dado la marcha de mis pies cansados, con ellos anduve montañas y llanos”. Una letra que podría entonar cualquier Ganadera en Red, cualquier mujer rural, mujeres con un mérito y de una valentía por encima de la media.

No importa que la Junta de CyL siga cerrando los centros médicos de los pueblos, o que el único servicio de pediatría disponible en toda la provincia esté en Zamora capital. Da igual que el acceso a la tierra sea imposible, porque está concentrado en pocas manos: las de jubilados avarientos, las de quienes viven de su trabajo fuera del sector primario y acaparan tierras sólo por vicio o las sórdidas de los fondos de inversión.

Por muy difíciles que se presenten las circunstancias, por muchos políticos ineptos que estén por venir, y a menos que el omnímodo saudí Mohamed bin Salmán nos haga desaparecer a todos como acostumbra a hacer con los periodistas incómodos, las mujeres rurales seguiremos descubriendo un motivo u otro para entonar el gracias a la vida.

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