Opinión | Escalera hacia el cielo

Cinco días que estremecieron el mundo

Pessoa, el puto amo de Lisboa, nos advierte sobre esos dirigentes que agitan sentimientos y no ideas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Eduardo Parra - Europa Press

"La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color". Fin de la cita de Rubén Darío, porque tanto modernismo me estraga. Soy de naturaleza conceptista más que culterana. Es decir, que voy con Quevedo antes que con Góngora. No, el de Quéeedate no, el otro, el bueno. El tremendo poeta que se reía de todo y todos, a quien nadie osaría cancelar.

El presidente está triste… Todos sabemos qué tiene el presidente.

Que si Israel, que si Marruecos, que si Valdefuentes, esa bonita pedanía leonesa de la que procede su familia política, y un buen ejemplo del absoluto abandono de la España rural. Demasiadas opciones generan demasiada ansiedad. Así que al final se fue de retiro espiritual durante cinco días.

Cinco días que estremecieron el mundo. Como estremece el burnout, el síndrome del Trabajador Quemado. Una patología propia de esta sociedad industrial en la que malvivimos ahogándonos un poco más cada día. Cientos de miles de trabajadores quemados, repartidos por todo el planeta, que un buen día, deciden que no soportan más sus vidas de mierda, y se acogen a la Gran Renuncia. Dejan ese trabajo tan supuestamente apetecible, que para ellos no es tal, y dan un giro de 360 grados a sus existencias.

Cinco días que estremecieron el mundo

Cinco días que estremecieron el mundo / Bárbara Palmero

El mismo cambio de rumbo radical que creí que adoptaría nuestro Presidente de la Triste Figura. En plan Hacia rutas salvajes. Aquella bonita película dirigida por Sean Pean, basada en el libro de Jon Krakauer y con una espectacular banda sonora a cargo de Eddie Vedder.

Into the Wild, que es el título original en inglés, narra la ilusionante aventura de un urbanita que huye de su acomodado futuro burgués y previsible, para adentrarse en la Alaska profunda en busca del contacto con la naturaleza primordial. Los americanos lo llaman rewilding, en español se dice asalvajarse.

Evidentemente el pijo renegado muere, lamento destripar el obvio final.

Y es que cada vez más gente lo deja todo y huye hasta acabar en el Valle del Silencio reconvertidos en huraños anacoretas, místicos, sufíes, cabalistas, preparacionistas del colapso civilizatorio o el maestro John Zerzan y sus anarco-primitivistas…

Confieso que los cinco días que estremecieron el mundo consiguieron despertar en mí un atisbo de ilusión. Así que en la gran porra nacional aposté a caballo perdedor. Predije confiada que el presi abandonaría la sociedad industrial, para adentrarse en los bosques, habitar una solitaria cabaña en la que leer el Walden de Thoreau y escribir un Manifiesto a lo Ted Kaczynski.

Nuestro Unabomber patrio. Si un barbudo matemático de prestigio puede, por qué un funcionario del Estado, un barbilampiño burócrata gris de azulado traje cortado a medida y corbata roja no iba a ser capaz. ¿Que le falta ideología? La ideología está sobrevalorada. Se puede ser político sin ideología, férreas creencias, ni principios, excepto el de salvarse el propio culo.

También barajé apostar por una opción más ibérica: a lo Cervantes y Pessoa.

No existe español más universal que Don Quijote. Y el hecho de que el Caballero de la Triste Figura planeara colgar las armas con la condición de hacerse pastor, evidenciaría que todo español es pastor en potencia. Sólo hay que darle la oportunidad para que se active la imperiosa necesidad. Y los cinco días de marras eran el momento adecuado.

Cómo me hubiera gustado cruzarme con el pastor Sanchiz camino de las tierras de pastura. Sobre todo, ahora que en los pueblos no hay más que jubilados aburridos desde que colgaron el zurrón. Y mires donde mires, la rosa de los vientos te muestra un campo convertido en un desierto demográfico en lo humano y en lo ovejuno.

Todo español lleva un pastor Quijotiz en su interior, como todo portugués lleva dentro un Pessoa atiborrado de saudade. Desconozco el tiempo que le llevó al puto amo de Lisboa escribir su magnífico Libro del Desasosiego, pero con esos cinco días de emocionante retiro espiritual, el presi habría tenido tiempo suficiente para esbozar al menos unos pocos fragmentos de diario, aforismos, divagaciones sobre cuestiones cotidianas y filosóficas generales. Y a reflexionar sobre el sentido de su perra vida.

El mismo Pessoa que nos advirtió que "las sociedades están dirigidas por agitadores de sentimientos, no por agitadores de ideas". Quienes se caracterizan por usar mensajes cortos y superficiales, destinados no a la esfera racional de un ciudadano mutidimensional, sino a la fibra emocional del ciudadano unidimensional.

"Soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer", dijo el que podría haber revolucionado el mundo del pastoreo o de la literatura universal, pero ha elegido seguir aferrado a La Moncloa. Y yo soy una cristiana que debería amar a su prójimo como a sí misma, pero prefiere mofarse de la mojigata performance del atribulado presidente.

Porque soy una cristiana mejorable, y porque me da la gana.

Ganadera y escritora

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