Entrevista | José Emilio Guerrero Ginel Doctor Ingeniero Agrónomo por la Universidad de Córdoba. Investigador sobre desarrollo rural

"No podemos mirar para otro lado; es obligado construir un mundo rural lleno de oportunidades"

"Se necesita un compromiso real, una olla común en la que cada uno aporta lo que tiene"

"Defiendo el valor compartido, que se resume en algo tan sencillo como pensar que si me va bien a mí, le va bien a la comunidad y viceversa"

"La sociedad y el planeta tienen el reto de incorporar valores éticos y sociales en las nuevas formas de actuar"

"Un estudio de la OCDE descarta esa idea de medio rural igual a atraso, por la de medio rural como una geografía de oportunidades. Esa es la visión"

José Emilio Guerrero en el Congreso de Cooperativas. | José Luis Fernández

José Emilio Guerrero en el Congreso de Cooperativas. | José Luis Fernández / Irene Gómez

José Emilio Guerrero Ginel, Doctor Ingeniero Agrónomo por la Universidad de Córdoba, profesor e investigador, mantiene a sus 71 años una actividad plena vinculada al medio ambiente y el desarrollo rural, sobre lo que ha escrito numerosas publicaciones. En el ámbito institucional, fue secretario general de Agricultura y Ganadería en la Junta de Andalucía (1994-2001) y responsable del diseño y desarrollo del plan de modernización del mundo rural de Andalucía. Guerrero Ginel participó en el VI Congreso de Cooperativas Agroalimentarias, celebrado en Zamora, en una mesa redonda sobre alternativas al abandono de explotaciones.

–¿Qué consecuencias acarrea la falta de relevo en el campo?

–Lo primero que hay que reseñar es que los datos son contundentes y además acelerados. Caminamos hacia un problema que es muy grave, para convertirse en algo muy muy grave y como tardemos más en buscar soluciones, no las vamos a encontrar. Es además un problema que compartimos todos los países del mundo, desde Japón a Estados Unidos pasando por Europa, aunque es verdad que se ha abordado muchas veces y hay propuestas bien pensadas, estratégicas, plasmadas incluso en legislaciones.

–¿Por ejemplo?

–Sin ir más lejos, el pasado 20 de noviembre todos los ministros de Agricultura se han puesto de acuerdo y de forma unánime en tener una visión del medio rural que sea integral. Los ministros nos han dicho que pongamos mecanismos de monitorización para dar una respuesta rápida cuando algo no funciona. Y en ese sentido hay una voluntad política expresada. Pero la verdad es que, por lo que sea, el medio rural ofrece pocas oportunidades con espíritu de época para los jóvenes.

–Está en juego la tierra, el territorio, una forma de vida en peligro de desaparecer.

–Sería un desastre. Es como un tsunami en el que se están perdiendo muchos saberes tradicionales, no se está asumiendo el compromiso cívico con el territorio. Mi reflexión es que, probablemente ahora, el espíritu de época que deberíamos de tener, lo estamos midiendo de una forma equivocada o demasiado simplista. La mayor parte de los condicionantes están relacionados con el retorno dinerario, que debe tener una parte importante, pero estamos olvidando muchas partes de un ecosistema muy complejo que incluye vivienda, ocio, socialización, seguridad, compromiso cívico o proyectos abordables con las manos. Deberíamos cambiar las métricas y medir las cosas de otra forma para que se pueda interpretar cuánto estamos perdiendo.

–¿Hay respuestas, capacidad de reacción para evitar el desastre en el medio rural?

–Pienso que en primer lugar tiene que haber una conciencia neta y comprometida de que lo que estamos perdiendo es muy importante para la sociedad y para el planeta. Esto es clave, porque cuando algo es muy importante, te entregas. A unos padres no les tienes que decir que el futuro y los estudios de sus hijos son muy importantes, hacen los sacrificios que sean. Es decir, tenemos que hacer una labor didáctica en el mejor sentido de la palabra para que la sociedad en su conjunto se comprometa y se corrija la tendencia ante esa preocupación profunda alrededor de un sector agrario que se está desmantelando. Ahí emergen elementos conceptuales donde podemos apoyarnos.

–¿A qué se refiere?

–Hablo del valor compartido, que se resume en algo tan sencillo como pensar que si me va bien a mí, le va bien a la comunidad y viceversa. No hay cosas que uno puede interpretar solo y generar valor solo, sino que hay que crear proyectos para que te generen valor a ti y a la sociedad. Cambio de métrica, valor compartido y luego entender, en ese espíritu de época, cuáles son los retos que tenemos. La sociedad en su conjunto y el planeta tienen ahora mismo el reto de ir incorporando valores éticos y sociales en las nuevas formas de actuar. Yo le llamo el diferencial del equilibrio. Si hay una sociedad que está equilibrada, mejor para todo el mundo. Cuando no hay equilibrio y hay pérdidas potentes, como ocurren en el medio rural, pierde todo el mundo. El valor está en el equilibrio y hay que tener conciencia de ello.

–¿Qué relevancia tiene lo que usted llama el reto verde?

–Efectivamente es un reto. Hemos hecho las cosas con otra forma de medir y en realidad hemos alterado muchas partes de los recursos naturales. Yo no soy agorero en este sentido. Se han hecho cosas bien y cosas mal, pero sí que hay una conciencia de que tenemos que hacer las cosas con una perspectiva distinta. Tenemos la suerte de estar en un plus de 27 países con unas formas de hacer, de discutir, con todos los inconvenientes y también muchas ventajas, y hemos adoptado un pacto verde, el "green deal". Queremos llegar a balance cero de carbono en el 2050, y esto no es un tema retórico, sino que nos atañe a todos y tenemos que hacer todas las cosas más verdes: la energía, los alimentos, la socialización, los viajes… Esto es un cambio de paradigma total. Más ético, más social, más inclusivo. Hacer propuestas más inclusivas no es un tema trivial. Y hay otro tema de enorme importancia, y es que tenemos que hacer cosas con perspectiva de género, con una percepción de precisión, es decir, entender muy bien los actores que hay, cuáles son sus mecanismos de respuesta y por supuesto un respeto compartido.

–En ese contexto, ¿qué papel juegan las nuevas tecnologías?

–Tenemos la obligación, la necesidad y la oportunidad de realizar una transición digital muy importante. Es decir, en el espíritu de época actual, las tecnologías de la información y la comunicación, y otras tecnologías también, pueden ser una ayuda para hacer ese tratamiento de precisión mucho más eficaz. Para hacer mejores modelos perspectivos, hacer el trabajo más fácil y atractivo, y que pueda remunerarse más en un sentido amplio.

–Su planteamiento se puede tomar de dos maneras; o muy revolucionario o muy romántico.

–En esta cuestión me gusta recordar una frase de Eduardo Galeano. Cuando le decían, pero usted siempre está hablando de utopías; ¿para que sirve?, porque uno da dos pasos y la utopía se aleja… Galeano contestó: para eso sirve, para andar, para caminar en la dirección adecuada, en la dirección utópica. Es una obligación construir un medio rural lleno de oportunidades, vivo y muy atractivo para la gente. No podemos mirar para otro lado.

–¿Cómo se construye eso?

–Con compromiso. Yo hablo de la olla común. Cuando no se puede comer en casa todos los días adecuadamente, cuando ha habido crisis, siempre ha funcionado muy bien una olla común; cada uno aporta lo que tiene. Esto se llama compromiso real: yo sé hacer algo y me comprometo. Nosotros estamos trabajando con mapas de habilidades de compromiso. Por ejemplo, un periodista puede hacer un periodismo adecuado para que no le llamen la atención y haya muchos anuncios, o puede incorporar elementos sustantivos en esa comunicación, como combatir las noticias falsas con argumentos, resaltar cosas importantes y sobre todo la habilidad de tocar la fibra de la gente. Un alcalde puede ser un elemento facilitador para discutir con otros alcaldes sobre posibles actuaciones conjuntas entre varios municipios. El discurso de echar las culpas o las responsabilidades a otros no lleva a nada.

–Sin embargo, se cae con frecuencia en esa actitud.

–En España tenemos una secretaría de Estado de Reto Demográfico con 131 medidas muy bien pensadas, otra cuestión es cómo las hacemos. Desde luego esa respuesta a un espíritu de época pasa por una filosofía más verde, más inclusiva. Crear valor siempre genera respeto y es lo más importante. Tenemos la suerte de que los jóvenes, en general, son muy sensibles y pueden comprometer.

–Generar valor, ¿cómo?

–Por ejemplo, con respeto a los recursos naturales. Caemos en el discurso fácil de cuestionar iniciativas diciendo: son activistas que ya dicen tonterías. Y yo digo, si no hubieran estado los movimientos ecologistas a principios del siglo pasado, lo mismo estábamos ya con un territorio yermo. Son estas reflexiones, adquirir compromisos y no limitarnos al esto no vale.

–Lo cierto es que el desequilibrio territorial avanza sin perpectiva de mejora en provincias como Zamora.

–Al despoblamiento yo le llamaría pérdida de vida. Cuando vamos por los pueblos me impresiona ver a las señoras mayores. ¿Por qué no se han ido?. Tienen un proyecto. Entre unas amigas van a las casas de los que lo están pasando mal y charlan. "Cómo voy a dejar ese compromiso civil", me dicen. Lo importante es que la gente tenga proyecto. Y también me ha hecho reflexionar en el sentido de que las decisiones no siempre se toman para toda la vida. La gente dice, te tienes que quedar en el pueblo. Cuando tienes 18 años, vete a la China o vete a Nueva York que ya vendrás al pueblo, o no. Pero piensa en tu pueblo y haz cosas por él. Comprométete a algo. Esa es la olla de común. Tú que puedes aportar y de qué forma.

–¿Observa brotes verdes?

–Una gestión de los recursos naturales conservando y poniendo valor alimentario en los sabores tradicionales es un pilar muy importante. También deberíamos aspirar a una forma de vida más espiritual, capaz de penetrar en los temas, de tener conversaciones profundas, amor por los libros. Un estudio de la OCDE descarta esa idea de medio rural igual a atraso, por la de medio rural como una geografía de oportunidades. Esa es la visión.

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