Han pasado catorce años desde que en el año 2003 la institución inició el proyecto de micorrización. Dos años después se ponía la primera plantación en Rabanales con rebollo micorrizado con boletus, para continuar después los experimentos en pinos micorrizados con níscalos, tricoloma y las encinas micorrizadas con trufa; "veíamos que era muy interesante por todos los beneficios ambientales que tiene y por la producción de hongos que lleva asociada" apunta Berta Martín.

Primero se firmó un convenio con la Universidad de Valladolid para desarrollar un programa de investigación, también con la Asociación Micológica, la Universidad de León o con el centro Lorenzo Milani de Salamanca para la formación práctica de técnicos superiores en aprovechamientos forestales. Una colaboración que ha propiciado la presencia de alumnos en prácticas en el vivero provincial, algunos de universidades internacionales interesadas en el proyecto de micorrización.

El resultado de las plantaciones experimentales puede ser el espejo para iniciativas privadas. Interés hay, como han podido comprobar en el Servicio de Agricultura de la Diputación, donde se han recibido llamadas de particulares en demanda de información. "Nosotros vamos de buque insignia y si da buenos resultados, la trufa puede ser un revulsivo muy grande para la micología en esta provincia", indica Berta Martín. Ahí están las pujantes industrias de setas, que se verían beneficiadas con la producción del preciado hongo a nivel local; "al tener un valor mucho más alto, se van a ver arrastradas si en su día esto va para adelante, como ocurrió en Soria".

La trufa puede ser muy rentable aunque hay que tener paciencia porque las primeras producciones no se consiguen hasta los seis o siete años; en un principio son escasas pero en torno al año 12-14 ya mejora el rendimiento. "Puede considerase un proyecto a largo plazo si se compara con los cultivos anuales pero es a corto plazo con respecto, por ejemplo, a las plantaciones forestales de pinos, donde se empezaría a recuperar el dinero muchísimo más tarde" apunta Berta Martín.

Otro de los factores positivos es la idoneidad de la trufa en terrenos pobres, de mala calidad, donde los cultivos van mal; esa es la ventaja que tiene la asociación entre el hongo y la planta. Es decir, terrenos que no se utilizarían para nada, que no serían rentables para el cultivo agrícola, pueden adquirir un valor añadido con la producción de trufa.

"Hay muchísimos terrenos en la provincia que no están cultivados, de propietarios que no son agricultores y no saben qué hacer con ese terreno. Pues esto es muy cómodo porque cuando se pone solo se tiene que hacer una labor al año, luego se empieza a podar cuando son un poquito más mayores. Pero en general no supone grandes esfuerzos" precisa la ingeniero de la Diputación.

La producción de trufa negra abre todo un campo de posibilidades en un mundo rural necesitado de ideas y alternativas. Si a mayores ofrece rentabilidad y pone en valor terrenos degradados, estamos ante un futuro esperanzador que sitúa sus miras en una trufera de quejigos preparada para dar sus primeros frutos.

La Diputación ha sacado una novedosa línea de subvenciones para ayudar a los municipios de la provincia en la plantación de encinas y quejigos micorrizados con trufa negra. Se subvencionará la compra de las plantas micorrizadas, que deberán ser destinadas a nuevas plantaciones en terrenos municipales de entidades locales o ayuntamientos de la provincia menores de 5.000 habitantes. La línea se ciñe a las comarcas del este provincial, puesto que las del oeste presentan, en general, suelos muy ácidos con pH por debajo de 7, lo que no las hace apropiadas para que la trufa salga adelante.

La cuantía máxima de la subvención ascenderá a 10.000 euros y la plantación deberá ser realizada por los ayuntamientos antes del próximo 30 de noviembre en terrenos que han de cumplir una serie de requisitos edáficos que los hagan apropiados para la adecuada supervivencia de la plantas y su micorrización con la especie Tuber Melanosporum (trufa negra). De hecho, entre la documentación que la Diputación exigirá a los ayuntamientos figura un análisis del suelo que deberá ser calizo, con caliza activa, y por tanto con un pH por encima del alcalino básico. Otro de los requisitos es que los terrenos a reforestar tengan una superficie entre 1 y 5 hectáreas.