Sociedad

Benavente: El adiós del mítico bar Berlín

El último bastión hostelero de la Soledad echa el cerrojo y el cruce se queda sin bares

Una fiesta con clientes y camareros "hasta agotar existencias" que pone fin a décadas de tradición hostelera en la plaza de entrada a la ciudad

Luis Miguel Carracedo, dueño del Berlín, con camareros y clientes.

Luis Miguel Carracedo, dueño del Berlín, con camareros y clientes. / J. A. G.

J. A. G.

Hasta hace unos meses había un eje París-Berlín en el cruce de la Soledad de Benavente. Era un eje lúdico. Bastaba con cruzar la calle Santa cruz para pasar de uno a otro establecimiento. Los últimos de la plaza.

Los clientes hacían la ronda de vinos así, sobre todo los domingos, y visitantes foráneos paraban ocasionalmente en sus terrazas durante el verano.

Los dos bares eran desde hacía décadas la tarjeta de presentación de entrada a Benavente. Se habían ido quedando solos tras los cierres del restaurante Vía Augusta, de El Bristol en Santa Cruz, y del Tamanaco y el Asturias, en la avenida de León, otra arteria hostelera que prácticamente ha desaparecido y en la que solo queda activo El Pinar.

Luis Miguel Carracedo (segundo por la derecha) anoche, con un grupo de camareros.

Luis Miguel Carracedo (segundo por la derecha) anoche, con un grupo de camareros. / J. A. G.

También han ido cerrando las fruterías y otros negocios que habían ido tomando el relevo de numerosos negocios que eligieron esta zona de acceso al centro urbano, a su manera, paradigma del dinamismo económico y del crecimiento benaventano durante muchas décadas.

No hace mucho que cerró el Bar París por jubilación de su propietario. Ayer lo hizo el Berlín por la misma razón. Luis Miguel Carracedo ha estado al frente del negocio hostelero en los últimos 30 años, 44 en total cuando, con sus hermanos, ayudaba a su padre, que estaba al frente.

Vista del Bar Berlín en el cruce de La Soledad.

Vista del Bar Berlín en el cruce de La Soledad. / J. A. G.

El Berlín, un bar que abrió en la década de los setenta del siglo pasado con otro dueño, era uno de los negocios hosteleros clásicos de Benavente.

Abrió por entonces con mucha iluminación interior, grandes ventanales y mobiliario moderno: puf y flamantes sofás de sky rojos de varias plazas en los que parejas de novios y matrimonios jugaban a los dados, a las cartas o al parchís y veían los partidos de fútbol que daba Televisión Española los domingos.

Otra imagen del dueño con trabajadores durante la fiesta de despedida.

Otra imagen del dueño con trabajadores durante la fiesta de despedida. / J. A. G.

Por ser un cruce de caminos desde el siglo XX en el que confluían las principales carreteras nacionales, la plaza de la Soledad recogía los tráficos procedentes del norte y del sur hacia Madrid, Asturias y Galicia. Por ello había acumulado fondas, restaurantes y bares, que poco a poco fueron desapareciendo, aunque nunca del todo. Hasta ayer.

Desde anoche, en La Soledad ya no hay ningún negocio hostelero. Los edificios en cuyos bajos ejercían la actividad el París y el Berlín tienen más de cincuenta años, no tienen ascensor y neceistan reformas. Se alquilan o se venden desde hace tiempo.

Aspecto del establecimiento anoche. Al fondo el grupo Nácar.

Aspecto del establecimiento anoche. Al fondo el grupo Nácar. / J. A. G.

En el caso del Berlín, no muy diferente al del París, no habrá traspaso ya. El dueño solo quiere vender. La plaza está condenada, al menos de momento, a cumplir con una suerte de castigo semántico y agiganta la sensación de declive que padece Benavente desde la crisis financiera de 2007.

Luis Miguel, que cumplirá 67 años en unos meses, consciente de que el Cruce de la Soledad se queda sin negocios y dejará de ser el icono en que se había convertido desde los albores del siglo XX, quiso despedirse de la clientela y de los trabajadores que han pasado por el bar en las últimas cuatro décadas, cerca de medio centenar.

Hasta agotar existencias

"Claro que me da pena. LLevas aquí muchos años con la gente, con los clientes. Es un roce de muchos años", explica. Por eso la fiesta de despedida.

"Hasta agotar existencias" y con la esperanza de que "nadie salga perjudicado", desde las diez de la noche, el Berlín recibió a sus clientes en una larga fiesta de despedida.

Fue una noche de fotos de grupos y de conversaciones, mientras el grupo Nácar amenizaba la velada de punto y final de un negocio, pero también de la larga trayectoria de la que fue la puerta principal de Benavente: La Soledad, que partir de ahora, salvo que renazca, hará honor a su significado y quedará entreverada por la nostalgia y la melancolía.

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