Entrevista | MICHEL SUÁREZ Doctor en Historia Contemporánea

"La elegancia es un valor interior, no hay una ciencia, se trata de tener una actitud frente al mundo"

"En la sociedad del individualismo se ha creado el hombre más unidimensional jamás visto, parece que pasaron un rodillo estético por el planeta y todo el mundo se viste igual"

Michel Suárez en su visita a Zamora para presentar su obra

Michel Suárez en su visita a Zamora para presentar su obra / José Luis Fernández

Sin perder la elegancia que tanto defiende, el doctor en Historia Contemporánea Michel Suárez realiza en su último libro una mordaz crítica sobre las tendencias de la moda y la "deshumanización absoluta" del ser humano para homenajear a aquellos sastres artesanos, que hoy se encuentran en peligro de extinción.

–Lo primero que llama la atención es el título: "De re vestiaria" que en latín significa "sobre ropa" ¿por qué lo ha bautizado así?

–Engloba tantos temas que preferí un título que resumiese todos los aspectos que abordo. Además, hay un libro, del siglo XVI, que se llama exactamente igual, entonces, en virtud de que la república de las letras, ya que en el pasado había un interés por discernir el tema de la ropa, qué es vestirse, el arte de vestirse, tomé el título prestado para hacer lo mismo, solo que actualizándolo.

–¿Qué finalidad tiene la obra?

–El libro son muchos temas al mismo tiempo, pero tiene una finalidad política, no a la política partidista sino de crítica a la civilización. Por un lado, hago un elogio de la figura de la artesanía y una apología del pensamiento manual en esta época de automatización, inteligencia artificial, etc.

–Presenta su libro como un alegato del maestro artesano

–Parto de la premisa de que el capitalismo digital es el estado terminal de la sociedad industrial y eso supone la deshumanización absoluta del ser humano. A parte de los fenómenos complejos desde el punto de vista económico y de exclusión social, el tema de la digitalización del alma está llevándonos a un callejón sin salida. Entonces echo la vista atrás y veo en la obra de William Morris y de John Ruskin un apoyo ideal para reivindicar una manera diferente de relacionarse con el mundo, una sensibilidad distinta que es la de los artesanos. Lo hecho a mano, con minucia, con esmero, con paciencia, con atención... es decir, exactamente lo contrario de lo que reivindican nuestros tiempos.

–En una época en la que apenas hay gente que sepa coser ¿la profesión del sastre artesano podría revalorizarse?

–No hay ningún dato para ser optimista. De hecho, quedan poquísimos sastres porque los efectivos se redujeron de una manera dramática a una suerte de artesanos de élite porque la criba fundamental la establecen los precios. No creo que haya ningún repunte de la sastrería, no hay escuelas, no hay talleres donde los jóvenes con vocación puedan aprender, así que supongo que están abocados a atender a un público exclusivo, con los recursos y el gusto suficiente para llamar a su puerta.

Zamora. Club LA OPINIÓN. Presentación literaria de Michel Suárez.

Presentación literaria de Michel Suárez en el Club LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA / José Luis Fernández

–En cuanto al arte de vestirse ¿qué significado tiene?

–Hablo de una degradación, a mi juicio, evidente del significado simbólico de la ropa, es decir, una degradación del símbolo. Y ahí entrarían todas las funciones de la ropa que están desatendidas. Hay dos particularmente que me parecen capitales: la función del juego, ya no jugamos con la ropa, y la de la memoria, la condensación de nuestra propia biografía, la de los vivos y también la memoria de los muertos.

–¿Por qué se ha llegado a esta degradación del estilo?

–Eso obedece a fenómenos muy complejos que tienen que ver con adelantos tecnológicos que van a confluir a finales de los 80, principios de los 90, con la moda rápida. Y todo tiene una raíz tecnológica. Los saltos tecnológicos permiten muchas cosas. En primer lugar, externalizar la producción, que las compañías textiles puedan integrarse verticalmente, es decir, que copen de polo a polo todo el proceso: tinte, corte, patronaje, diseño, etc. Y eso, permite un abaratamiento. Al permitir un abaratamiento, las prendas son de menor calidad y hay una rotación frenética. Por ejemplo, si uno va a cualquier tienda, ves que cada 15 días se renueva de una manera que era inconcebible hace 50 años.

Estoy cansado de ver a chavales en bermudas en el funeral de sus abuelos. Me parece una falta de respeto.

–¿Qué ha supuesto esta "moda rápida"?

–Hay una degradación del gusto, sobre todo del criterio hablando desde el punto de vista de la moda y de la estética del gusto, es decir, hay una falta de reflexión sobre el gusto estético. No es una ciencia física, yo no puedo demostrar qué es vestirse bien, pero sí hago una defensa fundamentada y justificada de un canon masculino que de alguna manera conducía pero no asfixiaba hecho de discernimiento.

–¿Cómo era ese canon?

–Si vivimos en Zamora, si vamos al campo, llevamos tweed, es decir, una ropa de un gramaje superior, más pesado, con otro diseño, con la espiga, con los cuadros... Si vamos al teatro, pues optaremos por una indumentaria distinta. Hay una reflexión sobre los contextos físicos que también se perdió y hoy reina la confusión y la falta de criterios. Aquí entraríamos en temas políticos, en cómo se viste la élite, y la degradación del hombre público.

Zamora. Club LA OPINIÓN. Presentación literaria de Michel Suárez

Michel Suárez posa con su nuevo libro / José Luis Fernández

–¿Se ha perdido a su juicio la personalidad a la hora de vestirse?

–En la sociedad del individualismo se ha creado el hombre más unidimensional jamás visto, parece que pasaron un rodillo estético por el planeta y todo el mundo se viste igual en cualquier punto cardinal. Eso habla mucho de la capacidad seductora de la publicidad y del poder de las grandes corporaciones.

–¿Qué significa para usted la elegancia?

–La elegancia es un valor interior, es vestirse bien, sí, pero ¿qué es vestirse bien? Yo creo que la elegancia aúna esos dos condicionantes: la estética y la ética. Ahora habría que ahondar qué estética y qué ética. No hay una ciencia de la elegancia por lo que habría que tratarlo de manera pormenorizada y es lo que yo intento hacer en el libro donde reivindico una actitud frente al mundo y frente a los demás. ¿Y qué tipo de estética? Y ahí hablo del canon clásico.

–¿Se puede vestir bien con ropa deportiva?

–Cuando hablamos de bien y mal entramos en los terrenos morales. Yo tengo un patrón por el que juzgo la elegancia de la estética exterior. Soy un gran partidario de la ropa deportiva, pero de los años 20 y 30. De hecho, el canon masculino que se forma ahí en los años de entreguerras está muy influenciado por el deporte, años de vértigo, la velocidad, la máquina, el dinamismo. Todo eso va a tener un impacto no solo en las mentalidades, sino en la política, en la economía, y también en la ropa. Hay una invasión de prendas deportivas. Los jerséis de punto, los chalecos de punto más corto, los jerséis de cuello vuelto, que son de pescadores y después de boxeadores. Ahora bien si tú me preguntas por los chandales, ahí entramos en un universo completamente distinto. Primero, los chándales son de una calidad pésima. Da igual que cuesten 3.000 euros y ahí está el problema de los contextos. Tú utilizas ropa deportiva para hacer deporte.

–Algo impensable hace años era el uso de las zapatillas con trajes o vestidos ¿qué opina?

–Me decía hace poco un amigo que hace zapatos en el sur, que era incapaz de vender un zapato de la mitad peninsular hacia abajo. Aquí entra el ariete de la comodidad. La comodidad por encima de todo y de alguna manera están reconociendo que los zapatos no son cómodos, pero si los zapatos son buenos, son más cómodos que cualquier zapatilla de plástico porque muchas son puro plástico. Ahí está el tema de la transpiración, porque aunque cuesten 3.000 euros no son de cuero. En esto, entran los márgenes de beneficio, la industrialización y la uniformización. El chándal y la zapatilla. ¿Dónde está la personalidad? Y ahí está la función pedagógica del arte de vestirse. Yo soy diferente. Todos somos diferentes.

–¿Cómo se puede mostrar hoy esa diferencia?

–Lo mostramos con nuestra personalidad. Educar significa educare, "sacar hacia afuera". ¿Y qué sacas hacia afuera? Algo que llevas dentro. ¿Y cómo lo sacas? ¿Cómo lo visibilizas? A través de la ropa. Pero eso también exige un proceso de reflexión sobre uno mismo. Para vestirse bien hay que hacer un ejercicio de introspección. A mi juicio es fundamental saber si un determinado color te va bien, si una determinada forma te va bien, pero ahí también necesitas un conocimiento previo.

–¿Sobre qué?

–De la historia del canon. Qué hay, qué formas hay, qué me viene mejor. Yo también pasé por eso y fui tanteando y equivocándome mucho. Sigo equivocándome, pero de alguna manera ya alcancé ese punto en el que lo que ves fuera soy yo. No digo que guste a todo el mundo, solo digo que soy yo y que yo me encuentro a gusto.

El Rey es muy soso. Va correcto, pero no hay un miligramo de personalidad. Le falta pasión.

–¿Qué transmite nuestra manera de vestir?

–Pensemos, por ejemplo, en el punk. El punk trata de desagradar. Tú te vistes para provocar una reacción en los demás. Los banqueros de los años 30 se ponían trajes de raya diplomática para mostrar estatus, poder, pero también los indios amazónicos se pintan de una determinada manera para reivindicar algo, a parte del adorno. ¿Entonces, qué hacemos con estas funciones? ¿Están degradadas? Yo creo que desaparecieron por completo. En ese último tratado del libro sobre el arte de agradar explico que está hecho de diversas actitudes y diversos conocimientos. No se trata de vestirse con pantalones de pinzas, consiste en el respeto por los demás y la pasión por el juego.

–¿En ese respeto entra la separación de contextos que analiza en la obra?

–Yo voy al gimnasio o voy a correr y llevo un chándal, entonces no voy a una boda en chándal o no voy a cenar en chándal. El arte de vestirse tiene que ver con el arte de discernir. Eso es fundamental. Y muy importante, uno se viste para sí y para los demás. Hay entran los contextos. Por ejemplo, estoy cansado de ver a chavales jóvenes en bermudas en el funeral de sus abuelos. Me parece una falta de respeto por el finado. Son ocasiones especiales, dolorosas y exigen un atuendo especial adecuado.

–Hablemos de personajes famosos o políticos ¿a quién destacaría como los mejor vestidos?

–Miguel Almereyd, un anarquista de los años 20, es uno de mis ídolos. ¿Mejor vestidos contemporáneos? Ninguno. Bueno... el periodista Gay Talese. Tiene 92 años, es hijo de un sastre y siempre se ha vestido a su manera. Tiene gusto y no es un estilo comprado porque ahora lo que te venden con los trajes y con la ropa, es un estilo de vida y te dicen que tienes que vestirse para gustar, ahí entra ese brazo maligno del capital que es la publicidad. Pero Talese siempre se ha vestido así. Tiene unos artículos maravillosos en los que dice que ya se burlaban de él en la escuela porque iba de traje, pero nunca cambió, no se doblegó y siempre ha tenido una identidad.

–¿Qué le parece la manera de vestir del rey Felipe VI?

–La realeza española va a sastres de tronío en Madrid, pero el Rey es muy soso. Va correcto pero comete errores garrafales como los zapatos; lleva mocasines, no zapatos. No hay un miligramo de personalidad en esas corbatas, a veces no lleva pañuelos, le falta pasión y, es fundamental, para vestirse. No me vale que me digan que tiene que ir sobrio porque si ves a Carlos III el lleva sus pañuelos, va al campo y lleva su ropa de campo... otra cosa es que te guste o no, pero es mucho más versátil.

El historiador asturiano Michel Suárez en Zamora

El historiador Michel Suárez en Zamora / Jose Luis Fernández

–¿El libro también es una guía sobre el arte de vestirse?

–No hablo de ropas concretas, ni de qué prendas tienes que usar en determinados contextos y situaciones, hablo de una disposición espiritual y ahí entraría, por ejemplo, lo del juego. Me refiero a una manera de entender la ropa de forma lúdica, por ejemplo, cada día te permite levantarte y realizar un acto de creación, de fantasía en función de la luz solar, de tu estado de ánimo, de la ropa que tengas....

–¿Ese acto de creación al vestirse lleva implícito algún fin?

–Esa es otra función de la ropa, la función diferenciadora. Yo me visto en primer lugar para mí, pero también me vistes para los demás. Si te vistes única y exclusivamente para los demás, estás cayendo en el narcisismo, pecado capital. Yo reivindico la vanidad, son cosas distintas. La vanidad no hiere los amores propios ni ajenos. En ese tercer tratado digo que el principio fundamental que debe guiar el acto de vestirse debe ser tratar de agradar. Creo que debería ser un principio civilizador porque en el espacio público todos tenemos que convivir.

–¿Se puede vestir bien con el poder adquisitivo actual?

–Es imposible, pero yo defiendo una cosa que practico: la segunda mano. Especialmente en estos tiempos en lo que se están muriendo los abuelos que vestían bien y los nietos se están deshaciendo de todo. En cualquier mercadillo o rastro, si tienes una buena mañana, puedes salir con medio armario. Además, está la posibilidad de darle una segunda vida a la ropa, me parece encantador.

Suscríbete para seguir leyendo