90 aniversario del nacimiento de Claudio Rodríguez

Pinceladas sobre Claudio Rodríguez, poeta Zamorano

Vista de Zamora su ciudad del alma. | JL.F. (Archivo)

Vista de Zamora su ciudad del alma. | JL.F. (Archivo) / Ana Doval Abad

Ana Doval Abad

«Todos llevamos una ciudad dentro,

ciudad que nos alienta y nos acusa,

la ciudad del alma.

Calles, sonidos de campanas y de pasos,

y la luz,

sobre todo el aire,

el temple del Duero,

las piedras que nos fecundan.

Ahí en cada puerta oigo,

el baile de las avellanas,

de Vigo de Sanabria,

y el ábside de la contemplación,

y las esquinas,

y la lágrima eterna del parteluz,

de Santiago del Burgo (…)».

Claudio Rodríguez fue uno de los poetas más importantes de España del siglo XX, enmarcado en la generación del 50.

Nació en Zamora el 30 de enero de 1934. Estudió bachillerato en su ciudad natal, trasladándose a Madrid en 1952 para cursar la carrera de filosofía y letras, licenciándose en la sección de Filología Románica en1957. Fue lector de español en las universidades de Nottingham y Cambridge, lo cual le permitió conocer a los románticos ingleses y a Dylan Thomas que fue fundamental en su formación como poeta.

A lo largo de su vida, recibió los más importantes galardones de poesía en España. Antes de cumplir los 20 años obtuvo el Premio Adonáis al que siguieron luego el Premio Nacional de la Critica, el Premio Nacional de literatura, el Premio Nacional de Poesía de Letras de Castilla y León, el de Asturias de las letras y el Reina Sofía Iberoamericana. En 1987 fue elegido miembro de número de la Real Academia Española de la Lengua, sustituyendo a Gerardo Diego.

En 1989 fue nombrado hijo predilecto de Zamora. Falleció en Madrid el 22 de julio de 1999 cuando trabajaba en su último libro de poemas «Casi una leyenda» rodeado de libros de poemas (Fray Luis de León, Eliot, Milton…) y enterrado en Zamora, como él mismo había pedido: «quiero fundirme en esta tierra zamorana...».

De hondura mística y gustos sencillos. En él no había asomo de vanidad o afán de notoriedad. Cultivó la amistad por encima de los ambientes literarios. Su conversación y trato eran llanos y cordiales, que contrastaban con la profundidad de sus poemas.

Fue un observador de la realidad en la que se movía. Poeta andariego, buscaba la soledad, en la ciudad que le vio nacer, Zamora, y paseaba por ella que era donde encontraba la paz y el sosiego que a veces le faltaba. En sus paseos disfrutaba del encuentro con su gente, y esto lo refleja en su obra.

Aunque vivió muchos años en Madrid, siempre mantuvo un contacto muy estrecho con Zamora. Para Claudio, Zamora y su río Duero son su referencia geográfica más constante a lo largo de sus libros y el origen de su ritmo, como dice él en el poema «Al ruido del Duero»:

«(…) oh, río,

fundador de ciudades,

sonando en todo menos en tu lecho,

haz que tu ruido sea nuestro canto,

nuestro taller de vida.

Y si algún día, la soledad

el amor o el desaliento

asaltan lo que bien has hecho tuyo,

ponte, como hoy en pie de guerra,

guarda todas mis puertas y ventanas,

como tú has hecho desde siempre.

Tú, a quien estoy oyendo igual que entonces.

Tú, río de mi tierra.

Tu río duradero (…)».

Conjuros,1958

De tal manera ha influido Zamora en su obra, que ha conseguido que esta ciudad no sea solo la ciudad del Románico o del Romancero, también es la ciudad del poeta Claudio Rodríguez «su ciudad del alma», como él la llamaba desde la distancia.

Escribió 5 libros. El primero en 1953 «El don de la ebriedad». Ebriedad, como un estado de entusiasmo, de rapto, de inspiración y éxtasis que ve el alma de las cosas. Esta obra impresionó a Vicente Alexandre con el que mantuvo una gran amistad y a través del cual conoció a importantes personajes de la cultura. Con este libro ganó el premio Adonais.

El segundo, «Conjuros» (1958), representa el costumbrismo rural de la época. «Alianza y condena» (1965) plantea un debate en la lucha de contrarios, en la antítesis: celebración y llanto, certezas y dudas, iluminaciones y caídas. Y su cuarto libro, «El vuelo de la celebración»(1976), una meditación serena sobre la naturaleza y el destino humano.

«Desde mis poemas»(1983) es una recopilación de los cuatro libros, y con él llegó su reconocimiento y ganó el premio nacional de poesía (1985). Su último libro, «Casi una leyenda» no se conoció hasta después de su muerte (1999).

En sus versos rescata las realidades humildes del mundo para dotarlas de una dimensión más vasta, por lo que se convierten en portadores de significado y plenamente espirituales. Él creyó que la realidad va más lejos de lo estrictamente visible, nos lleva al mundo trascendental de las verdades universales.

Claudio Rodríguez desarrolla una teoría sobre la inspiración poética. Plantea la cuestión de qué hacer en los momentos después de que la inspiración poética ha abandonado al poeta. El Poeta se enciende, se apaga, huye, reaparece. De ahí el misterio de la poesía. La indagación.

Él dice:

«El proceso creador me lleva a caminos, a zonas que antes no había sospechado siquiera».

«Cada poema es una indagación, una exploración. Cada poema tiene su ley, es un organismo vivo».

«Yo no puedo escribir poemas adrede».

«No puedo imponerme escribir».

«Siempre la claridad viene del cielo».

«Es un don, no se halla entre las cosas, sino por encima, y las ocupa, haciendo de ello vida y labor propias».

«La poesía es una aventura o leyenda como la vida misma».

«La poesía tiene mucho contacto con la ciencia. Están muy unidas».

«El origen de la poesía es el origen de la ciencia y de la filosofía, en el sentido de creación humana».

En sus libros se manifiesta una tensión entre deseo e ilusión, por un lado, y desengaños o regreso a la realidad por otro. La ilusión de lo que puede ser adopta la forma de «ebriedad o exaltación, pero luego llega el regreso a la realidad que es como una caída».

Realidad y deseo. El deseo permanece siempre, la realidad te desencanta. Hay una fricción entre deseo y realidad. Interiorizar y exteriorizar. Objetivo y subjetivo. «El poeta tiene que estar por un lado libre y al mismo tiempo preso de su propio canto».

Mucho se ha escrito sobre este poeta zamorano. Demasiado profundo, demasiados conceptos, demasiado todo para que quepa en este artículo. Invito a las personas que se han tomado la molestia de leerlo, a que sigan indagando sobre este autor de altas miras, que a nadie deja indiferente, para que se deleiten y encuentren sentido a muchas realidades cotidianas que a primera vista pueden pasar desapercibidas.

Se podría resumir su personalidad en un poema escrito por Luis García Pérez en abril de 2013 y dedicado a Claudio Rodríguez:

«Era tu corazón una balada,

un manantial de luz y transparencia,

un don de la ebriedad en la conciencia,

la misma claridad acariciada.

Sed de forma tenía esa oleada

de resplandor, de vuelo y elocuencia

que se quema en intensa refulgencia

después de larga noche esperanzada.

Llegaba todo virgen desde el cielo

para alumbrar las cosas de la vida

separando las sombras y su vuelo.

La claridad tórnese despedida

y era tal la frescura de tu anhelo,

que el Duero está llorando tu partida (...)».