El peligro de las drogas: El porro, el alcohol y la droga, a un paso de Topas

El 10% de los reclusos de la macroprisión son jóvenes de 18 años que roban y trapichean para poder pagarse el consumo de estupefacientes

Un momento de la charla sobre los riesgos del consumo de drogas.

Un momento de la charla sobre los riesgos del consumo de drogas. / J.N.

Los alumnos y alumnas del Instituto La Vaguada tienen la misma edad a la que entraron "en el agujero de las drogas" los jóvenes conferenciantes, entre 13 y 14 años. La experiencia personal de los tres presos de Topas es prácticamente la misma: el tabaco llegó a sus vidas a los 11 años de la mano del alcohol, de las cervezas. Enseguida, ese consumo les llevó a los porros y a la cocaína en el caso Dani. Sin embargo, las pastillas tiraron de Álex y José Luis, compañeros de módulo en Topas.

Los tres jóvenes terminaron en la misma espiral de consumo, violencia, robos, "primero a la familia, en la propia casa, después en supermercados, en viviendas". Pagarse el consumo era la prioridad.

La adicción corre tan rápido que de las fiestas de fin de semana, pronto las salidas nocturnas empiezan a ser diarias, como el consumo diario, con 16 años todos ellos eran drogadictos ya. Con una conducta común: la rebeldía, el comportamiento conflictivo dentro de casa y en el instituto, "ves como enemiga a la familia", pero, advierten los tres, "siempre estará ahí hagas lo que hagas, aunque le hayas robado, mentido..."

Estos tres chicos de entre 34 y 29 años lo han vivido en primera persona. "Y los profesores, también están para ayudar", subrayó Dani que confiesa que "tire mi vida mi juventud porque tantos años consumiendo no me dejaron formarme como una persona normal".

Alumnos y alumnas de La Vaguada escuchan el testimonio de tres extoxicómanos reclusos de Topas.  |

Un profesor recoge un cuadro elaborado por los presos en los talleres de Topas. / J.N.

Este gallego de 34 años que se ha pasado media vida pegado a las drogas, trapicheando, robando e incluso en busca y captura, huido de la policía a Portugal o Canarias, no pudo eludir su destino: la cárcel, donde ha estado dos veces. "De los problemas no puedes huir", agrega Álex, que a los 13 años se había enganchado a las pastillas, terminó trapicheando con marihuana en el instituto, expulsado, "pensaba que esto era jauja".

A los 30 años había pasado por el centro de menores de Zambrana y dos veces por la cárcel, había destrozado su matrimonio y se veía sin nada. Otras dos veces estuvo en terapia para dejar las drogas, pero volvió a recaer porque desengancharse, estar limpio o limpia de drogas "es una lucha diaria, a la mínima que bajas la guardia..., hay que estar siempre en alerta porque la cabeza siempre te da una excusa" para volver a consumir.

El porro, el alcohol y la droga, a un paso de la cárcel

Los tres reclusos de Topas relatan su experiencia con el consumo de drogas. / Ana Burrieza

Pero con ayuda y voluntad, se puede salir. Dani estudia el primer grado de Psicología desde la cárcel, después de que "la vida me comió, me escupió y me vomitó". Tuvo "una infancia feliz, sin problemas en el colegio "hasta que con 11/12 años comencé a juntarme con gente más mayor y ese paso me empezó a trastocar".

En 2º de la ESO, los fines de semana inició el consumo de cerveza y tabaco y todo se complica cuando su padre fallece a los nueve meses. Con "el niño consentido de su madre y sus hermanas", se inicia un auténtico calvario para él y su familia. "Mis primeros consumos llegan con 12 o 13 años, el mal comportamiento, los suspensos...".

El alcohol, las cervezas, y "los porros, al principio, con 14 ó 15 años me sentaban mal, pero sigues por hacerte el duro" o porque "te conviertes en el líder del grupo", un grupo que presiona, pero "no hay que dejarse llevar, hay que pedir ayuda, contar lo que te pasa a un amigo, a un familiar a un profesor", aconsejan esto tres reclusos que han encontrado la luz al final del túnel.

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La Unidad Terapéutica y Educativa de la macroprisión de Topas, centro donde aún les quedan unos cuantos años de cautiverio, condenados por peleas y robos, ha sido el ancla al que agarrarse, al igual que otras 41 personas más.

La trabajadora social, la psicóloga, el jurista y el coordinador de la Unidad, conforman el equipo multidisciplinar que ha detectado un aumento significativo de jóvenes de 18 años que acaban en la cárcel por el consumo de estupefacientes y la delincuencia añadida a esa práctica aditiva. Otro de los problemas aparejado a las drogas son las "enfermedades mentales, los brotes psicóticos en gente muy joven". De eso sabe José Luis, que sufrió paranoia y un brote. Ahora, tras inicar esta etapa, prepara su ingreso para cursar la ADE.

Un 10% de presos por drogas tiene 18 años

Las cifras asustan, "un 20% de los interno de Topas son jóvenes toxicómanos, la mitad de 18 años". Y cada vez son más los que entran no solo por hurtos, sino "navajazos, intentos de homicidio".

Esta problemática nada tiene que ver con la clase social, "está entrando en la cárcel gente que procede de familias muy normalizadas". Llegan a ese mundo sin darse cuenta de dónde están, "no son conscientes hasta que no les llegan las condenas. Les das la opción de venirse a la Unidad y prefieren el módulo donde las peleas y la posibilidad de consumo está ahí". Dani toma la palabra para exclamar: "¡Ojalá pudiera ser el niño que fui con vuestra edad!".

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