Los supervivientes de la marquesina del Mercado de Abastos de Zamora

La falta de relevo generacional pone en jaque el futuro de la actividad, especialmente valorada por los clientes habituales del Mercado de Abastos de Zamora

Varios compradores miran los productos de los puestos de la marquesina del Mercado de Abastos de Zamora

Varios compradores miran los productos de los puestos de la marquesina del Mercado de Abastos de Zamora / Jose Luis Fernández

"Yo creo que esto se llegará a acabar y es una pena", dice la comerciante con más experiencia de la marquesina del Mercado de Abastos de Zamora. Ella es Aurora Blanco y lleva 45 años vendiendo los productos que cultiva en su huerta de Casaseca de las Chanas, de la que de momento "tira su familia", pero cuyo futuro tampoco es nada esperanzador. En estas décadas, la hortelana ha sido testigo de la evolución del espacio.

"Ha cambiado mucho todo. Antes estaba solo el Mercado y todo el mundo venía aquí, ahora hay muchos establecimientos grandes y la gente, sobre todo la juventud, van más al supermercado", añade. Una falta de gente joven que se aprecia entre los compradores habituales, la mayoría personas de mayor edad pero, eso sí, fieles, como Ángel, que lleva "toda la vida comprando a Aurora" porque sus "productos son de mayor calidad que lo que hay en una gran superficie", comenta.

Los supervivientes de la marquesina

Aurora Blanco atiende a uno de sus clientes habituales / Jose Luis Fernández

En eso coincide también, Carmen García, usuaria de los puestos de la marquesina. "Vengo mucho porque me gustan los productos, los veo más naturales y me gusta participar en que esta gente suba para arriba y que se mantenga", declara. Por ello, hace un llamamiento a que "no lo dejemos perder" por sus productos y también por el trato personal que se da.

Clientes fieles que no han sido suficientes para que el mercado haya mantenido el auge de hace años. "Antes en cada puesto estábamos dos personas y por el lado de atrás del mercado también, y ahora, tenemos el sitio que queremos porque está vacío", cuenta Aurora que atiende sentada al lado de una estufa. "Así se pasa el invierno, antes era más complicado con el brasero de cisco, pero ahora cuando se acaba una bombona se compra otra", opina.

Un trabajo que nadie quiere

Inclemencias del tiempo a la que cada vez se enfrentan menos vendedores. Otro de los que perdura es Alejandro Lorenzo. "Estoy aquí desde el año 1997. Al principio había mucha gente pero se han ido jubilando y cada vez quedamos menos, mira ahora mismo estamos tres", detalla.

¿El motivo? "Entre que la venta cada vez es más floja y que es un trabajo bastante duro, pues no quiere nadie esto". En la tienda le acompaña su pareja Gloria Díaz que reconoce que lo que menos le gusta del trabajo es el invierno porque "cuando te enfrías, no hay manera de entrar en calor". Ellos ocupan los puestos del 19 al 23 en los que venden los productos de su huerta situada en la carretera de Almaraz y en la que también tienen dificultades para encontrar empleados. "Nadie quiere trabajar en esto", afirman.

Los supervivientes de la marquesina

Alejandro y Gloria dispensan las compras en su puesto de la marquesina / Jose Luis Fernández

Toca entonces tirar de la familia para seguir adelante, algo que le ocurre también a su vecina de ventas, Ana Ferrero. A ella, la ayuda hoy su hijo, Pablo Rapado de 20 años. Estudia para trabajar en un laboratorio de análisis y control de calidad por lo que sólo puede echar una mano los fines de semana o en verano que tiene más tiempo libre. "La idea es trabajar en lo que estoy estudiando, si se puede, aunque la vida da mucha vueltas", confiesa el joven que, al contrario de la mayoría de sus amigos ya sabe lo duro que es trabajar.

"La mayoría de amigos míos o no han trabajado, o están empezando ahora, o nunca han mostrado interés por trabajar y menos de una cosa como puede ser tan dura como el campo que no es algo que estudies de forma teórica y de lo que dependes de varias cosas como el clima", pronuncia. No obstante, aunque su futuro no pasa por seguir con el puesto, sabe que es el algo muy necesario y valorado por los consumidores que lo conocen.

Pablo y su madre Ana en su espacio de venta

Pablo y su madre Ana en su espacio de venta / José Luis Fernández

Clientela mayor y fiel

"Yo soy de mercado. Me encantan los productos frescos, de temporada... sería una pena que se perdiese pero el futuro no lo veo yo muy prometedor", habla una de las habituales del mercado, Maite Raigada. En ello, coinciden el resto de las personas que esperan a ser atendidas.

"Vengo siempre porque me gustan los productos frescos y de la tierra pero es algo que se va perdiendo. No sé si es la pescadilla que se muerde la cola que cada vez hay más puestos cerrados y la gente no viene o la gente no viene y cada vez cierran más", habla Dolores Ramos quien acude esta mañana en compañía de su hijo Raúl Piorno.

"Yo creo que la gente joven está más acostumbrada a ir a los supermercados porque lo ven más accesible, pero hay diferencia en el producto. A mi modo de ver, es mucho mejor el del mercado: sabes de dónde viene, se nota el sabor... el producto fresco es mucho más rico", manifiesta.

Los horarios son una de las causas que otros consumidores apuntan para que no esté más concurrido. "La verdad es que debiera venir más porque todo lo que hay aquí es especial, pero es que no suelo pasar mucho y, por ejemplo, mis hijas aunque quisieran, no podrían venir por los horarios, están trabajando a estas horas", explica Covadonga Gutiérrez.

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