La cartografía de la realidad tiene nombre de zamorano: José María Mezquita

Realidad y verdad se dan la mano en la obra del pintor de la provincia más reconocido

Acuarela "Cuadra", 2017. José María Mezquita

Acuarela "Cuadra", 2017. José María Mezquita / José-Andrés Casquero

José-Andrés Casquero

Una conjunción, no astral, pero sí felizmente azarosa, ha permitido ver en Zamora dos exposiciones de arte contemporáneo espléndidas. La ya terminada “El Paso, Signo de una época” (1957-1960), montada en la sala de La Encarnación, mostró esculturas y pinturas de Canogar, Chirino, Feito, Francés, Millares, Rivera, Serrano, Suárez y Viola, procedentes de las colecciones Fernán Gómez y Fundos (Fundación Obra Social de Castilla y León), representativas de esa manera libre y disruptiva de concebir el arte, que apostó por la abstracción y la renovación figurativa, en palabras de su comisario Luis Feás Costilla.

Eduardo Arnáez, en el bosque de La Zoreda, donde perduran los restos de la fábrica. |

Eduardo Arnáez, en el bosque de La Zoreda, donde perduran los restos de la fábrica. | / José-Andrés Casquero

La otra lo es únicamente de pintura, y no desmerece en importancia de la anterior, aunque aquí predomine lo figurativo. Me refiero a la de José María Mezquita Gullón, sin duda nuestro artista más conocido y reconocido allende el Alto de los Curas, que hasta mediados de junio estará en los museos Etnográfico y Provincial de Bellas Artes.

Acercarse a su pintura

En El Cultural de “El Mundo” de la pasada semana leí una reflexión sobre el arte del escritor irlandés, premio Princesa de Asturias 2014, John Banville, que estimo sirve para acercarse a la pintura de Mezquita. Dice así: “El arte no tiene ninguna responsabilidad para con nada…Velázquez pintó ‘Las Meninas’ no para hacer del mundo un lugar mejor, curar el cáncer, o que los niños estudiasen más. Lo pintó para crear un nuevo objeto que tuviera lugar en el mundo”. Y eso es lo que, al menos a mí, me transmite su pintura, ya que no hay en ella mensaje o intención determinada, propósito, convendrán conmigo, que ayuda a ver las exposiciones, de las que, como es el caso, se sale sosegado, y además, como apunta Luis Ramos, emocionado.

La cartografía de la realidad

La cartografía de la realidad / José-Andrés Casquero

Y no crean que no es poco. Ayuda a entender su arte el video en el que el autor explica, sobre el terreno, su forma de pintar, y por ello aconsejo verlo. Mezquita pinta cosas con beatitud monástica, recurriendo a una técnica sustentada en un minucioso y preciso trabajo, a modo de cartógrafo, que pretende captar la realidad cambiante de las cosas, a fin de encontrar su medida, de ahí que además del pincel, emplee la escuadra, el cartabón, el metro y la calculadora.

Esta forma de trabajar recuerda paradójicamente a los constructivistas, y quizás sea herencia de su formación y gusto por la mecánica. Y esa “serena lentitud” con la que trabaja sus obras es la que le permite desvelar su transcendente geometría. Por eso para él pintar no es un entretenimiento baladí, antes bien precisa de una capacidad de sacrificio - léase disciplina - que implica incluso sufrir; sacrificio tan solo compensado cuando ve la obra concluida, y la contempla como cualquier espectador. Ahora bien, Mezquita no hace imitaciones, sino que pretende “responder de forma verdadera al espíritu de la realidad”, casi nada; realidad que en sus palabras es “espiritual y misteriosa, porque tiene que ver con lo verdadero”, todo un axioma filosófico que recorre a modo de columna vertebral su obra, y que puede estar en cualquier parte: un interior, una calle, el cauce de un río, un árbol…

La cartografía de la realidad

La cartografía de la realidad / José-Andrés Casquero

Esta búsqueda de la verdad aflora en sus acuarelas, en las que la luz y el color construyen los objetos, a los que, como bien dice Juan Antonio Bonet, interroga, transformado todo eso que parece menor en arte, y del bueno. Aunque no siempre la realidad precise del color, ya que cuando opta por el blanco y negro, con la potencia de la tinta obtiene un resultado no menos cabal. Ahí están para demostrarlo esas pinturas no terminadas, en las que lo hecho es más que suficiente para expresar con dignidad lo que quiere, y en las que nos desvela su particular cartografía creadora: paredes de adobe o piedras de la muralla, paisajes urbanos o rurales, raíces. Quizás en ellas ha querido ver Bonet los ecos de Piranesi. Por eso su pintura, volviendo a Banville, no pretende transmitir ningún mensaje oculto, y también por eso gusta, ya que cuando pinta una pared vemos una pared, aunque sus raíces nos puedan parecer abstractas. Y gusta porque no hay alteración pictórica que nos inquiete, ya que echando mano de la tautología; “la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero” (Antonio Machado).

La cartografía de la realidad

La cartografía de la realidad / José-Andrés Casquero

"Lo ha pintado todo"

Artista total que ha tocado todos los palos, incluidas la escultura y la artesanía, lo ha pintado casi todo: fábricas, tiendas, talleres, flores, árboles, iglesias, viviendas, almacenes, copias del Museo del Prado... y pese a ser en su mayor parte referentes locales y filiales, su arte no es identitario, toda vez que guarda sus afectos para la obra artística sin más. De manera que su pintura no tiene más seña de identidad que la calidad, porque la verdad no tiene patria. No hay duda de que la quietud provinciana es un aliado en el trabajo de este anacoreta plástico, constante y concienzudo, aunque solo su don y tesón explican su numerosa y pasmosa obra, que le permite, como a los grandes, vivir de su arte, privilegio del que hoy en este apartado rincón, solo unos pocos disfrutan.

La cartografía de la realidad

La cartografía de la realidad / José-Andrés Casquero