El COVID impulsó la creación del proyecto Ulises en Zamora, un plan para encarar otra pandemia

La Consejería de Sanidad puso en marcha este protocolo con el fin de reaccionar rápidamente si llega una crisis como la ocurrida en el 2020

NI PERSONAS, NI VEHICULOS EN LA FAROLA

NI PERSONAS, NI VEHICULOS EN LA FAROLA / EMILIO FRAILE

El coronavirus llegó como un shock, tomó forma de drama y se convirtió en un aviso para la humanidad: las pandemias en particular y las emergencias sanitarias en general no son cosa de las películas; existen en la vida real y pueden resultar demoledoras para nuestra supervivencia. Resulta complejo plantear un escenario ficticio sobre qué hacer si sobreviene otra crisis igual o peor que la que estalló justo hace tres años, pero los Gobiernos quieren estar preparados por lo que pueda suceder, incluso a nivel autonómico. En ese contexto se enmarca el llamado proyecto "Ulises", un plan puesto en marcha por la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León por si la pesadilla regresa con otro rostro.

Ulises es un protocolo de emergencia diseñado «para reaccionar rápido». Así lo define su impulsora, la exconsejera de Sanidad, Verónica Casado, que abandonó el cargo a finales del año 2021 y que desconoce ahora si sus sucesores mantienen el ánimo de utilizar el plan si se diera el caso: "Nosotros lo dejamos hecho", advierte la antigua dirigente de la Junta, que se convirtió, desde marzo del 2020, en la imagen de la lucha contra la pandemia desde el ámbito político en Castilla y León.

La lección de estar preparados

Casado subraya que una de las lecciones que deja el COVID es precisamente que "hay que estar preparados para lo que pueda suceder en el futuro", y cita la teoría de Michelle Bucker sobre los eventos que ella llama "rinocerontes grises", aquellas amenazas que «están ahí, que crees que nunca se van a concretar, pero que a veces ocurren». Y conviene saber qué hacer dado ese escenario.

"Puede haber más crisis como estas, y no solamente biológicas. Pueden ser nucleares, químicas, radiaciones... un montón de cosas", resume Casado, consciente de que la intervención temprana puede ayudar a salvar vidas si la humanidad se vuelve a situar ante un abismo: "Por eso creamos este proyecto con el que queríamos tener materiales y sitios suficientes. Se dio forma a una unidad en el Hospital Río Hortega de Valladolid, con el objetivo de centralizar las actuaciones si se producía un drama de este tipo", recuerda la exconsejera de Sanidad.

Una organización diseñada

La idea era que esa unidad estuviera preparada desde el principio para abordar la emergencia con "una organización diseñada". "Siempre esperamos que no ocurra nada, pero creo que, si salta, hay que reaccionar rápido para no tener problemas como falta de respiradores o de material", justifica Verónica Casado.

"Ulises" incluía la obligación de contar con "un almacén que se mantuviera activo" y que pudiera responder "a cualquier situación de estas que se pudiera dar". Dicho de otro modo, que si los futuros gestores se plantan ante una realidad como la de marzo del año 2020, tengan al menos algo a lo que agarrarse y empezar a atisbar el camino de salida.

Tres años desde el confinamiento

El 14 de marzo del año 2020, España se confinó. Unas horas antes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había declarado el estado de alarma en todo el territorio nacional, por un periodo inicial de quince días, para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por el coronavirus. Aquellas dos semanas iniciales terminaron por ser más de tres meses después de las sucesivas prórrogas que se encadenaron hasta que el 21 de junio se levantó una medida que se recuperaría en otoño para afrontar la llamada segunda ola.

No obstante, el confinamiento más duro sólo se aplicó durante aquellas semanas de primavera en las que los zamoranos y el resto de los españoles no pudieron salir de casa, salvo para trabajar si se trataba de puestos de primera necesidad o para realizar compras básicas e imprescindibles en los supermercados o en las farmacias. Pasaron 48 días hasta que el Gobierno abrió la mano para los paseos, más allá de un alivio previo una semana antes para salir con los niños.

Por entonces, los zamoranos empezaron a calcular con tino qué lugares quedaban a un kilómetro de su casa, para saber hasta dónde podían caminar sin saltarse las normas, y comenzaron también a convivir a nivel social con un virus que continuó presente durante toda la fase de desescalada, que duró varias semanas, y a lo largo de un buen puñado de meses a partir de entonces. Solo el avance de la vacunación permitió el regreso progresivo a una vida normalizada.

El balance hasta ahora

Zamora acumula ya tres años sumida en una pandemia que ha vivido muchas fases, pero es justo decir que, en estos momentos, la crisis sanitaria se encuentra muy aparcada a nivel social. Sin apenas rastro de las restricciones, más allá del uso obligatorio de la mascarilla en situaciones muy puntuales, la gente mira hacia delante sin preocuparse apenas por los datos de incidencia de la enfermedad que, dos veces a la semana, actualiza la Junta de Castilla y León.

Conviene subrayar que esas cifras están ciertamente condicionadas desde hace bastantes meses. Concretamente, una vez el Gobierno dejó de considerar al COVID como una enfermedad de declaración obligatoria. Ya superada esa circunstancia, el número real de positivos se desligó sensiblemente de los que contabiliza el Gobierno autonómico que, en estos momentos, señala que Zamora ha registrado 57.710 casos desde que comenzó la pandemia. El número real es muy superior.

De hecho, a estas alturas, lo raro es no haber pasado el coronavirus en una u otra fase de la pandemia, aunque bien es cierto que la vacunación ha reducido mucho el impacto de la patología en la salud de las personas. Zamora está muy lejos de aquel momento de abril del 2020 en el que llegó a tener a veinte pacientes de COVID-19 internados en la UCI del Virgen de la Concha.

Ahora mismo, según la última actualización, no hay ningún zamorano con coronavirus en la UCI del complejo zamorano, que mantiene, eso sí, a 22 enfermos en planta. El virus, en todo caso, ha ido dejando un reguero de muertes a lo largo de estos tres años en la provincia. En concreto, 733 personas han perdido la vida a causa del COVID en el hospital. El saldo de las residencias es de 312 fallecidos con coronavirus confirmado y otros 63 con síntomas compatibles.

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