Capirotes foráneos

De la llegada del caperuz a la Semana Santa de Zamora

Nazarenos de la Hermandad de la Carretería de Sevilla, 2023.

Nazarenos de la Hermandad de la Carretería de Sevilla, 2023.

Rubén Sánchez Domínguez

Rubén Sánchez Domínguez

"Tras ellos vinieron doce hombres y mujeres,

con cuerdas alrededor de sus cuellos y velas en las manos,

con caperuzas de cartón de tres pies de altura,

en las cuales se habían escrito sus delitos".

Relato de la procesión de la Cruz Blanca que inició el auto de fe celebrado en Madrid en 1680

Hubo un tiempo en Zamora, en el que tan solo una cofradía contaba con hábito para su procesión: la Congregación de Nazarenos. Su túnica era similar a las que durante siglos utilizaron los disciplinantes, pero de holandilla negra, sin ventana en la espalda y con caperuz romo del mismo color. Los hermanos del resto de cofradías acompañaban a sus imágenes titulares vestidos de calle, con las mejores galas que tuvieran.

No será hasta finales del siglo XIX, cuando se incorporen las túnicas y caperuces, tal y como hoy las conocemos. Sin que podamos determinar si la idea surge en un legendario –y evocadoramente seductor–, viaje a Sevilla de los directivos de las cofradías de la Santa Cruz de Disciplina y del Santo Entierro, o a través de los muchos grabados que, sobre la pasión hispalense, publicaban las revistas ilustradas, ambas corporaciones adoptan, en 1895, túnicas y caperuces de terciopelo para sus hermanos de fila. Hábitos similares –y del mismo tejido–, a los que, en 1886, había estrenado la Pontificia y Real Archicofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Salud, María Santísima de la Luz en el Sagrado Misterio de sus Tres Necesidades al pie de la Santa Cruz, San Francisco de Paula, Gloriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, conocida como Hermandad de la Carretería, y que probablemente conocieron. Este hábito era el único que estaba realizado en su totalidad –túnica y capirote–, de terciopelo en la capital hispalense. Frente al azul oscuro de la Carretería las cofradías zamoranas optarán por el morado para la Vera Cruz y el negro para el Santo Entierro.

El uso de túnicas constituía toda una novedad –y así se hacía saber en las guías promocionales–. No cabe duda de que los hechos culturales tienen un contexto geográfico que les da sentido, pero también es indudable que la cultura no siempre entiende de fronteras administrativas –y mucho menos de aduanas identitarias–, por lo que en ocasiones los contagios" se presentan revestidos de una extraña sensación de normalidad. A finales del siglo XIX, la Semana Santa de Sevilla era una de las celebraciones más conocidas y laureadas de todo el país por lo que no resulta extraño que los dirigentes de las corporaciones zamoranas, buscaran reflejarse en ella. En el caso de estos nuevos hábitos, la documentación lo deja claro y habla –sin complejos localistas–, de túnicas al estilo de Andalucía o sevillano.

Tendremos que esperar a la fundación de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente (nunca me cansaré de repetir, que es, en su formato procesional, la cofradía más sevillana de Zamora), para conocer un caperuz de una altura similar a los tradicionales capirotes andaluces

El primer capirote documentado en la historia lo utiliza la Real e Ilustre Hermandad Sacramental de la Inmaculada Concepción y Primitiva, Franciscana y Cisterciense Cofradía de Nazarenos de la Piedad de Nuestra Señora, Santísimo Cristo de la Buena Muerte, Santa María Magdalena y María Santísima de la Hiniesta Dolorosa y Gloriosa Coronada, conocida popularmente como hermandad de La Hiniesta. Esta corporación sevillana, surge de una aparición muy similar a su homónima zamorana. La leyenda cuenta cómo el caballero catalán mosén Per de Tous en una jornada de caza, encuentra una imagen de la virgen en una retama –o Hiniesta–, en la que se habían refugiado unas perdices que perseguía con su halcón. La imagen, escondida en Cataluña para protegerla de la inversión árabe, presentaba a sus pies una inscripción en latín que decía "Soy de Sevilla, de una capilla junto a la puerta que encamina a Córdoba". Per de Tous lleva la imagen a Sevilla, en torno al cual surge una hermandad, que fundará rama penitencial a partir de 1565.

En 1586, una adición a sus primeras reglas ya habla de que los hermanos deben vestir túnicas negras y capirotes altos durante su estación de penitencia. Algunos historiadores refieren que, ese mismo año, la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, Archicofradía Pontificia y Real Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz en Jerusalén y María Santísima de la Concepción, conocida como Hermandad del Silencio, incorpora un hábito similar con capirote para su procesión.

Es posible que el origen del caperuz debamos buscarlo en el "sanbenito", pieza cónica, cubierta por un antifaz de tela que se prolongaba por el pecho y la espalda, que el Santo Oficio de la Inquisición colocaba a sus reos como forma de escarnio. Al fin y al cabo, la participación en una procesión estaba motivada por una intención penitencial y se entendía como una forma de pedir perdón por los pecados cometidos. En el "sanbenito" era común que aparecieran reflejados los cargos acusatorios y en los capirotes figurarán los emblemas de la corporación a través de la que el cofrade practicaba esa penitencia.

No obstante, su forma cónica y elevada, como la de los pináculos en la espiritualidad gótica, revela una intencionalidad ascensional, de trascendencia hacia lo divino, que podemos encontrar también en los cipreses que acompañan el eterno descanso de nuestros difuntos.

El estreno de túnicas con capirote andaluz para las cofradías zamoranas se produce en un contexto muy concreto. A finales del siglo XIX las instituciones se embarcan en las primeras campañas de fomento y comercialización de la pasión, se funda la primera Junta de Fomento que editará los primeros carteles y guías, se implicará en la promoción y financiación de nuevos pasos, en la organización de las "Fiestas de Pascua" y llegará –incluso–, a negociar descuentos en los billetes de ferrocarril que llegasen a Zamora.

Las cofradías cofradías que se fundan posteriormente, en la década de los años 20, la Hermandad del Smo. Cristo de las Injurias-Cofradía del Silencio y la Cofradía de Ntra. Madre de las Angustias, asumirán la nueva indumentaria con normalidad, pero en vez de terciopelo optarán por estameña blanca, para la túnica y veludillo para el caperuz, rojo y negro, respectivamente. No obstante, sus capirotes, al igual que los de la Vera Cruz y el Santo Entierro, no eran demasiado altos, como era frecuente en Sevilla. Tendremos que esperar a la fundación de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente (nunca me cansaré de repetir, que es, en su formato procesional, la cofradía más sevillana de Zamora), para conocer un caperuz de una altura similar a los tradicionales capirotes andaluces.

Nuestros caperuces son, en definitiva, una prueba más de nuestro acusado eclecticismo, y traza de una historia en la que no nos acomplejaba mirarnos en los mejores espejos. Años en los que la ciudad presumía, ante los lectores de la guía oficial, de celebrar la Semana Santa con no menos magnificencia y solemnidad que se celebraba en Sevilla y Toledo. Tiempos en los que el mantra de la austeridad no había tergiversado el relato de varios siglos de liturgia pasional.

Buen Viernes Santo a todos.

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