Aquellos pañuelos blancos…

De la desaparición de un símbolo y el merchandising cofrade

ZAMORA FOTOS ANTIGUAS SEMANA SANTA , EL MERLU , FOTO DE ANGEL QUINTAS

ZAMORA FOTOS ANTIGUAS SEMANA SANTA , EL MERLU , FOTO DE ANGEL QUINTAS / Ángel Quintas

Rubén Sánchez Domínguez

Rubén Sánchez Domínguez

"Después de esto

vi una muchedumbre inmensa,

que nadie podría contar,

de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas,

de pie delante del trono y delante del Cordero,

vestidos con vestiduras blancas

y con palmas en sus manos".

Apocalipsis, 7, 9

Hace años que cuesta ver pañuelos blancos –enteramente blancos–, anudados al cuello de cargadores y cofrades. Éstos han cedido ante toda una serie de pañuelos personalizados, con el escudo de las cofradías correspondientes –en el mejor de los casos–, la imagen de los diferentes pasos, o pañuelos de otros colores variados que representan a grupos concretos dentro de las hermandades. Desconozco cuando aparecen en la Semana Santa de Zamora y no he sido capaz de dar con su origen. Si tenemos en cuenta su función, proteger el cuello del roce de la túnica, sospecho que aparecerían en 1925, junto a las túnicas de lana o estameña de la Hermandad del Smo. Cristo de las Injurias o Cofradía del Silencio, más ásperas que las de terciopelo, incorporadas a nuestras procesiones unas décadas antes o que las de percalina de la Congregación de Nazarenos. Aunque muy característicos de nuestra Semana Santa, no son –como casi nada este asunto–, únicamente específicos de Zamora. Cofrades de otras latitudes también los usan, probablemente con idéntica función.

El blanco es un color que se asocia a la pureza y a lo divino. Litúrgicamente es el color de la santidad de Dios y se utiliza en la Natividad, el Tiempo Pascual, en las celebraciones del Señor -que no sean de su Pasión-, de la Virgen, de los Santos Ángeles, de los Santos que no fueron mártires, en la solemnidad de Todos los Santos, en la fiesta de San Juan Bautista, en las fiestas de San Juan Evangelista, de la Cátedra de San Pedro y de la conversión de San Pablo. También hoy, día de la Institución de la Eucaristía y del Amor Fraterno. Blancas son las vestiduras de acristianar con las que, el día del bautismo, nos convertimos en una nueva criatura revistiéndonos de Cristo. Así pues, ceñirse un pañuelo blanco al cuello, debería suponer para el cofrade, al igual que el cíngulo, una llamada a la pureza y a la santidad personal.

El valor del pañuelo blanco es aún mayor si tenemos en cuenta que es un tema opcional, que su uso no aparece reflejado en ninguno de los estatutos, ni reglamentos de régimen interno, de las cofradías y hermandades, aunque constituya una hermosa tradición que prácticamente ha desaparecido.

Es una pena que uno de los elementos más característicos de nuestra Pasión se esté perdiendo "a paso de traslado". Me hacen gracia los que claman por la pérdida de las sacrosantas esencias propias –que muchas veces no lo son tanto–, y abominan de cuestiones que tienen que ver con un lenguaje litúrgico con siglos de antigüedad, pero que no parecen preocuparse por asuntos como este. Si la declaración de nuestra Semana Santa como Bien de Interés Cultural (aprobada en 2015), sirviera para algo –y alguien la hubiera entendido como lo que es, una figura de protección–, quizás estos temas tendrían –o deberían tener–, otro recorrido (al igual que el cambio de la estructura de las mesas por otras de aluminio, por ejemplo), pero no es así.

El valor del pañuelo blanco es aún mayor si tenemos en cuenta que es un tema opcional, que su uso no aparece reflejado en ninguno de los estatutos, ni reglamentos de régimen interno, de las cofradías y hermandades, aunque constituya una hermosa tradición que prácticamente ha desaparecido.

Lo triste es que, en principio, no ha sido una decisión de los propios cofrades (al menos con lo que respecta a los que llevan los escudos de las diferentes cofradías y hermandades), sino de los diferentes agentes comerciales. Me refiero a su puesta en el mercado, en su adquisición y uso, en cambio, sí lo es. Si lo analizamos desde el punto de vista de las dinámicas del mercado tiene mucha lógica. La media de hermandades por zamorano es de cuatro, aproximadamente. Así pues, es mucho mejor vender cuatro pañuelos (uno con cada escudo correspondiente, más si cuadra, el del paso de turno), que un solo pañuelo blanco para todas.

El tema de los pañuelos de colores es más complejo. Si profundizamos un poco, y tratamos de hacer una lectura antropológica, el asunto tiene otro recorrido. No es la primera vez que lo escribo, pero nuestras cofradías -vampirizadas en la mayoría de los casos por su procesión-, no han conseguido generar una estructura social fuerte, un grupo social unido y con lazos identitarios sólidos. Ante esto, y en una suerte de proceso de feudalización, los lazos y vínculos de los grupos internos a éstas (hermanos de paso, coros, bandas, etc.), se afianzan, y lejos de fortalecer el todo, lo debilitan. En bastantes ocasiones no va a importar el todo, sino cada una de las partes, cuyos intereses de grupo, no siempre van a coincidir con los generales. Y el color del pañuelo es, en estos casos, un reflejo de todo esto, la bandera de la causa particular, frente a la común. Que me perdonen si alguien se ofende, pero, además, esa profusión de colores diferentes en las procesiones, me recuerdan más a un fenómeno peñístico que a un asunto de cofrades.

En el caso de los pañuelos con los escudos de las diferentes cofradías sucede algo similar, pone importancia en la diferencia y no en la semejanza, en lo que nos separa y no en lo que nos une, antepone la cofradía (que ya está suficientemente identificada en el resto del hábito), frente al común de la identidad cofrade.

Disquisiciones antropológicas aparte, todos estos aspectos se enmarcan en un contexto general de exceso de mercadotecnia cofrade sin parangón en nuestra historia reciente. Siempre existió cierto merchandising relacionado con la Semana Santa y sus cofradías, pero quiero pensar –no creo que sea por aquello de que cualquier tiempo pasado nos parece más halagüeño–, que nunca había alcanzado las cotas de surrealismo y mal gusto de estos años. El kapitalismo kofrade ya ha puesto en el mercado casi todo lo imaginable, hasta pijamas (que será lo próximo…), basándose en motivos de las diferentes cofradías, cuando no utilizando directamente sus escudos, cuya propiedad intelectual –y en muchos casos derechos de reproducción–, les pertenecen a estas y a sus autores, cuyos beneficios estarían bien empleados en la solemnidad de sus cultos y en la extensión de sus obras sociales. Por cierto, hoy también es el día de la Caridad, sin duda un buen momento para reflexionar sobre esto último.

Feliz y fraterno Jueves Santo a todos.

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