La suntuosidad de lo esencial

Jueves Santo en San Juan de Puerta Nueva, 1926

San Juan de Puerta Nueva, Jueves Santo, 1926. Ruth Matilda Anderson, Hispanic Society de Nueva York.

San Juan de Puerta Nueva, Jueves Santo, 1926. Ruth Matilda Anderson, Hispanic Society de Nueva York.

1 de abril de 1926, Jueves Santo. En la iglesia de San Juan de Puerta Nueva la fotógrafa norteamericana Ruth Matilda Anderson, comisionada por la Hispanic Society de Nueva York, plasma a los zamoranos en su tradicional visita al monumento eucarístico. Junto a ellos, las imágenes titulares de la Congregación de Nazarenos de Zamora, el Nazareno con la Cruz camino del Calvario y la Virgen de la Soledad. Unas horas después, al rayar el alba del Viernes Santo, ambos iniciarían su peregrinar anual hasta el calvario de las Tres Cruces. La fotografía ha formado parte de la exposición “En el viejo mundo: la expedición fotográfica de Ruth M. Anderson a Zamora (1926)”, organizada por la Hispanic Society de Nueva York y el Ayuntamiento de Zamora -con el comisariado de Alberto Martín y Patrick Lenaghan-, y que hemos podido ver este otoño e invierno en el Museo Etnográfico de Castilla y León.

Besamanos de Ntra. Sra. de San Antolín o de la Concha, 2016. Alberto García Soto.

Cruz guía de la Hdad. Pen. del Smo. Cristo del Espíritu Santo, Viernes de Dolores, 2023. Archivo de la Hermandad. / Rubén Sánchez Domínguez

Anderson, acompañada por su ayudante Frances Spalding, no podía haber elegido mejor momento para venir a Zamora. La Semana Santa se encontraba en un periodo de expansión tras el letargo en el que había estado sumida durante las dos primeras décadas del siglo XX. Dos años antes se había reorganizado de nuevo la Junta de Fomento de la Semana Santa. En la Semana Santa anterior a la visita se había constituido una nueva hermandad, la Cofradía del Silencio, con la que se pretendía dar un traslado digno y decoroso a la imagen del Cristo de las Injurias hasta la iglesia de San Esteban, desde la que regresaría el Viernes Santo por la tarde a la Santa Iglesia Catedral, integrada en el cortejo de la Cofradía del Santo Entierro. En 1926 se estrenaría el paso de La Sentencia, obra del gaditano –y discípulo predilecto de Ramón Álvarez-, Ramón Núñez, en un estilo académico que bebía de artistas como Antonio Ciseri, y al año siguiente, 1927, sería refundada (fundada más bien), tras décadas de inactividad y abandono, la Cofradía de Ntra. Madre de las Angustias.

La fotografía es rotunda por la verdad iconográfica que refleja, y atesora mucho más de lo que pudiera parecer a simple vista. El escenario, una iglesia de San Juan muy diferente a la actual, que aún conservaba las yeserías de las bóvedas, reflejo de esa piel barroca que el “terrorismo medievaloide” se ha encargado de arrancar a jirones en la búsqueda de un pretendido y artificioso “purismo románico”. En el centro de la imagen, imponente, soberbio, suntuoso, el altar propio del día en el que se rememora la Institución de la Eucaristía: el Monumento del Jueves Santo.

Altar de cultos de Ntra. Madre de las Angustias, 1930.

Besamanos de la Virgen de la Concha / Rubén Sánchez Domínguez

Este altar, dispuesto para reservar las formas consagradas en la Misa Vespertina de la Cena del Señor y con las que se distribuye la comunión en los oficios del Viernes Santo –que no se consagra-, hace referencia, tanto a la Institución de la Eucaristía, como al sepulcro del Señor (de ahí que en Italia se les denomine “Sepolcri”). Fue creciendo en importancia y aparato a lo largo de la Edad Moderna hasta alcanzar ejemplos verdaderamente monumentales, casos de la Catedral Primada, la de Sevilla y –por qué no-, el altar de plata de la Catedral de Zamora. El Ritual Romano-Seráfico nos da algunas pistas sobre su montaje: “(…) prepárese también en alguna otra capilla distinta otro Altar, que se llame Monumento, el cual se procurará adornar con la mayor decencia y aparato posible, de dosel, de colgaduras blancas, y de frontal del mismo color: sobre el altar se podrán poner también flores y otras cosas que denotan solemnidad, pero no Reliquias ni Imágenes de Santos. Sobre algunas gradas puestas sobre el altar se pondrá una urna o arquilla muy adornada, capaz de coger el Cáliz: dentro de esta urna se pondrá Corporal; las gradas se procurarán también adornar con cantidad de luces, según la posibilidad”.

Anderson, acompañada por su ayudante Frances Spalding, no podía haber elegido mejor momento para venir a Zamora. La Semana Santa se encontraba en un periodo de expansión tras el letargo de las dos primeras décadas del siglo XX

Una vez más, Zamora, dispuesta a medirse con las celebraciones pasionales más suntuosas del Reino, tal y como afirma la guía editada por la Junta de Fomento de la Semana Santa en 1897, seguía levantando en plena Belle Epoque impresionantes monumentos para el Santísimo Sacramento. En este caso, sobre el altar, revestido con un frontal –muy probablemente de plata-, y en cuyo centro se sitúa una cruz velada como mandaban las rúbricas, se levanta una estructura piramidal formada por catorce gradas ascendentes, con profusión de velas y flores de plata. Sobre la última se sitúa el sagrario rodeado de una enorme ráfaga de simbología solar. Enmarcando todo el conjunto, un gran dosel con crestería neogótica alzado sobre un gran telón que cubre todo el retablo de la capilla mayor. No era el único de este calibre, y aunque pocas, conservamos algunas imágenes de otros, como el de la cercana parroquia de San Vicente Mártir, de estructura y categoría similar.

En torno a los monumentos se desarrollaron una serie de cultos y ritos devocionales, como la Hora Santa o la popular visita a los Siete Sagrarios, fomentada en Roma por San Felipe Neri como forma de unirse a Cristo en su Pasión (las siete estaciones recuerdan el trasiego de Jesús la noche que fue prendido). De éstos derivan también cultos como el jubileo de las Cuarenta horas” (el tiempo que Cristo estuvo en el sepulcro), y que en Zamora se celebraba –y se celebra aún en formato resumen-, durante los días de Carnaval, previos a la Cuaresma. La tarde del Jueves Santo, el Monumento se convertía en una especie de sanctasanctórum, de centro de atención en los templos, en los que permanecían los altares tapados y despojados de todo ornamento.

Pero volvamos a Puerta Nueva. A la vista del Monumento de San Juan, quizás se entienda mejor porqué las mesas procesionales antiguas, quizás las más nuestras –después de la evolución desde los tableros y parihuelas-, eran doradas –y así lo fueron durante años-, y estaban formadas a base de gradas, como altares móviles que eran. En la foto de Anderson junto a Monumento se sitúan los dos pasos más importantes de la Cofradía de Jesús Nazareno y que acogen a sus imágenes titulares: el Jesús Camino del Calvario, el Nazareno, conocido con esa expresión, tremendamente popular, pero de más que dudoso gusto de “Cinco de Copas”, y la Virgen de la Soledad -con el manto bordado-. Precisamente será junto a los pasos, donde encontramos algunos de los detalles que pueden pasar más desapercibidos debido a la rotundidad del monumento.

Saquemos la lupa. Delante de éstos vemos varios candelabros que iluminaban las imágenes. Los hay de varias formas y tamaños. El mensaje es sencillo, a las imágenes sagradas se las venera con el lenguaje que la Iglesia ha usado durante siglos, y como corresponde se les ilumina, en este caso con todo lo que había, mejor o peor, más o menos. Hace unos años me dijeron que “sevillaneaba” mucho por acercar unos grandes hacheros a las andas del Cristo del Espíritu Santo la tarde del Viernes de Dolores, pero por lo que parece, en la década de los 20, y siguiendo el criterio de quien me acusaba de delito de lesa zamoranidad, Zamora ya “sevillaneaba” sin complejos. Yo no tengo la culpa de que en algunos sitios aún tengan las cosas claras. Pero hay más, si se fijan bien, tanto la bandera de la cofradía, como las varas de sus directivos y mayordomos, están perfectamente dispuestas en un soporte y no arrinconadas en cualquier esquina como suele ser habitual en las últimas décadas con la mayoría de los “enseres” cofradieros. Lo que es claro, es que, en 1926, aún manteníamos el “decoro” con el que deben de tratarse estos asuntos de lo sagrado y que por desgracia hemos perdido a pesar de las declaraciones de Interés Turístico o la más que incomprendida de Bien de Interés Cultural.

El mensaje es sencillo, a las imágenes sagradas se las venera con el lenguaje que la Iglesia ha usado durante siglos, y como corresponde se les ilumina, en este caso con todo lo que había, mejor o peor, más o menos

Ha sido curioso acudir a la exposición, situarse junto a esa foto y escuchar. La mayoría de la gente no hacía referencia al Monumento, a lo esencial, por más que éste reine en el centro de la composición y sea iconográficamente lo más rotundo y visible. Es evidente que lo que se desconoce pasa desapercibido y que tantos años de “austericidio” pasan factura. Pero también hubo quien no ha querido ver, quien se ha agarrado a la negación ante aquello que interpela y cuestiona el manido y artificioso relato de la “austeridad” de nuestra Semana Santa. Mucho mejor distraerse en los pasos y en detalles costumbristas de poca importancia. El punto pintoresco lo puso aquella persona que dijo que no identificaba el paso del centro, aunque, al menos, –seamos justos-, detectó el “aparato” y le concedió cierta importancia como para tratar de descifrarlo.

Para desgracia de los “austericidas” conservamos algunas imágenes más de este tipo (¡maldita hemeroteca!), como esa en la que Nuestra Madre preside un culto –probablemente su novenario-, en un altar levantado con las gradas del Monumento que se instalaría días después (el novenario finaliza el Viernes de Dolores), o esa fotografía de la Soledad reinando en un altar de gradas sin ayuno de velas y flores de cera. Y es en ese lenguaje, el verdaderamente tradicional, el más nuestro, el que nos conecta con la universalidad de los ritos de la Pasión, y en el que militamos sin complejos hasta mediados los años 50, cuando la revolución de la “austeridad” quiso arrasar con todo –y pardiez casi lo consigue-, donde debemos buscar esas Sacrosantas esencias tan manidas en tertulias, pregones, retransmisiones y otros tipos de literatura pasional.

Feliz Día del Amor Fraterno a todos.

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