Ofrenda del Silencio de Zamora, por Eva Crespo: "Nos arrodillamos este día, conscientes, ante las injusticias"

La periodista protagonizó una sentida Ofrenda del Silencio, con refererencias a la tradición, la fe y una reivindicación de zamoranismo

Eva Crespo, durante la plegaria ante el Cristo de las Injurias.

Eva Crespo, durante la plegaria ante el Cristo de las Injurias. / Ana Burrieza

Carlos Gil Andrés

Carlos Gil Andrés

"¡Qué bonita es esta tarde!. ¿Sabéis porqué? Porque esa tarde es de vida, porque esta tarde es de vuelta; que aquí estáis todos, incluso los que estáis fuera, que habéis venido de nuevo y se adelanta El Encuentro; y se reparte cariño, que se aprieta en un abrazo, el que se dan los hermanos aunque haya pasado un año. Y, al que no pudo volver, a ese se le lleva en el recuerdo. Por eso, cuando estamos lejos esta tarde, a los zamoranos nos huele a llama de vela e incienso y, no sé cómo, pero escuchamos el Silencio que, ya sabes, es siempre de color rojo, suave de veludillo y hueco (como los cascos de los caballos blancos que nos impresionaban de pequeños)".

Es un fragmento de la Ofrenda del Silencio que por primera vez en la nueva etapa sin alcaldes pronunciaba una mujer, Eva Crespo, periodista y directora de Televisión Castilla y León en Zamora.

"La tienes a tus pies. ¡Qué estampa de ciudad! elegante, recia, planchada; porque la hechura de la estameña es como Zamora misma: humilde pero siempre digna; que aquí al alma de la ciudad no la dejamos ir sucia; ni se quiebra, ni se remienda, aquí con delicadeza se "coge" con alfileres y se sube a los altillos o se guarda en los arcones de madera y luego, cuando llega el día, se tiende y se orea, para que nunca se aje, para que siga sirviendo a los que vengan porque, al final, sabemos que esa, la de la dignidad, será nuestra mayor herencia".

Sensible y sentida

Fue una proclama sensible, sentida, humilde que presentó ante el Cristo de las Injurias, sobre todo, a los que sufren. Tuvo, sí, recuerdos velados de gentes, sensaciones y sentimientos, como los que podían albergar muchos de los cofrades y espectadores del acto previo al Juramento del Silencio.

Pero sobre todo tuvo como protagonistas al Cristo de las Injurias y a Zamora. "Oídlo. Esta no es mi plegaria. Esta plegaria es por todos. Va sobre la injusticia. Con la esperanza de un pueblo que, en esto, no se resigna. Bajo la mirada de un Cristo imponente que es una imagen pero está viva. Que quede claro que aquí, en Zamora, solo nos arrodillamos este día. Pero no nos importa porque lo hacemos, conscientes, ante las injurias del mundo, por todos los padres que sufren y para evocar a aquellas personas que fueron víctimas".

La oferente reivindicó: "Hoy estamos aquí por todos los que no pueden hacerlo, por los mayores, por los enfermos, por los que están solos, los que lo perdieron todo, por aquellos que lo están pasando mal, por los que vendrán y los que se fueron ya". Eva Crespo trajo "el amor de las madres que alguna vez vieron a sus hijos perdidos, humillados o afligidos y con la fuerza que da la compañía de los hermanos y hermanas de la cofradía".

"Dios mío, proclamó, tú que sabes del dolor, no dejes que la venda tape nuestros ojos sino tu herida abierta, por el amor a tus hijos, a tu pueblo que hoy se postra y guardará un atronador Silencio por las calles de Zamora. No permitas que esta "falta de palabra" de hoy sea alguna vez cómplice de la injusticia, el menosprecio, la violencia, los abusos, el bulling o el maltrato".

Y así, "con los brazos desplegados, como las velas de un barco, tú que anduviste en la mar trae la red llena de la Esperanza, la alegría de la buena pesca, de la abundante cosecha y, en esta tierra de meseta parca, arañada por surcos de tierra, ¡ayúdanos a brotar!, a prosperar para que la vida vuelva".

Eva Crespo terminó su plegaria en la plaza de la Catedral, a las puertas del atrio, con una apelación directa al Cristo y al silencio de la ciudad: "Jesús, perdónanos: ¡olvídate de tu Cruz!, envuélvenos en la brisa del amor y, cuando llegue el momento, danos un abrazo eterno, acogedor; mientras tanto haz que se convierta en impulso y fuerte viento el ejemplo de vida que diste, Señor. Aquí está nuestro Silencio. Hijo nuestro, Padre nuestro, nuestro Dios".

"Hoy, la tarde está más completa porque se han sumado ellas"

La oferente, que ya había sido pregonera de la Semana Santa de Zamora dedicó parte de la proclama a dar la bienvenida a la entrada de la mujer en la Cofradía del Silencio. "Hoy la tarde está más completa, porque aquí ya estamos todos, porque se han sumado ellas y ya no van diferentes con la cara descubierta. Que esta tarde de silencio sirva también para el recuerdo: que cuántas madres y abuelas procesionaron antes que éstas. ¿Recuerdas?, caminaban detrás de tu paso, calladas, con una pequeña vela o tulipa improvisada hecha en las cocinas con papel de estraza y con una plegaria de rosario infinita te imploraban, por una última cura que aún podía llegar, o por un hijo muerto al que acababan de enterrar".

"Promesas serias que se cumplían, pies descalzos, penitencias que resuenan… Por las calles de Zamora, y del mundo, aun están sus gotas de cera, calientes como la sangre, hilvanadas en hileras de lágrimas y tristezas. ¡Ay cuándo descubres que la vida no es lo que te esperas!, ¡cuántas penas exudadas van detrás de tu creencia! y, sin embargo... ¡qué bonita es esta tarde!".

Eva Crespo también pidió al Cristo de las Injurias, que extienda su manto protector sobre la ciudad de Zamora. "Protégela, señor; que tiene una Pasión de tañido de campana que toca a muerto, a ritmo de latido manso, de badajo machacón y lento, pero que quiere caminar a golpe de Esperanza, la que proclamas, la de la Resurrección, la que está por llegar, que nos da calma y nos ha de guiar hasta el final, para no torcernos, para no fallar".

"Te seguiremos, proclamó, en esta tarde de luz, noche de oscuridad y de Silencio; de pedir perdón y de arrepentimiento sincero; de saber de tu Misericordia, del amor completo que nos das, el grande, el de verdad que es ése que no tiene dudas y está en libertad, que flota en el aire y lo sientes suave pero intenso, igual que el olor a incienso"... ¿Sabes?: La pena más grande del alma no es la que sufres por ti, sino por los que más amas. Por eso, viéndote así, como cualquiera siento, me revuelvo y, ante el calvario de un inocente, con el corazón abierto clamo al cielo: ¿pero qué te han hecho?: Hijo mío, ¿no me miras?... Estoy aquí, acompañándote en la herida" dijo la periodista en uno de los pasajes de la Ofrenda.