El Tinglao

Algunos criterios ya han perdido definitivamente el norte, desconocen el porqué y sentido de ciertos lugares o, sencillamente, se dejan en manos de la inercia o la pura y mera comodidad disfrazada de otros motivos

Vista exterior de la carpa, que reproduce la fachada principal de la Catedral de Zamora.

Vista exterior de la carpa, que reproduce la fachada principal de la Catedral de Zamora. / LOZ

Rafael Ángel García-Lozano

Hace varios meses ponderé escribir, con la finalidad de pensar juntos y sobre todo dar que pensar, a tenor del proyecto de instalación de la carpa contenedora de nuestros pasos de cara a la celebración de las procesiones de Pasión. No obstante, las intentonas a veces recogen noes que parecen fruto de algunas reticencias, o incluso de cierto temor. Quizá a los criterios del autor o bien a quienes por Santa Clara luego puedan cuestionar alguna connivencia con discordantes ya de por sí cancelados, pero asistidos por la verdad y la autoridad que emana de su trabajo firme bajo sus pies. Pero, al final, las palabras que nos invitan a pensar y a recordar algún criterio encuentran la acogida que permite parar a considerar –con sosiego- las decisiones adoptadas, y valorar quiénes son mejores compañeros de viaje, si el arrojo bizarro o los criterios fundados.

Vista exterior de la carpa, que reproduce la fachada principal de la Catedral de Zamora.

Vista exterior de la carpa, que reproduce la fachada principal de la Catedral de Zamora. / Rafael Ángel García-Lozano

Cuando se hizo pública esta decisión, de inmediato pensé en los tinglaos de Málaga –aunque no fuera algo exclusivo de esa ciudad, pues también los hubo en Cádiz-. Y Málaga no es cualquier cosa en el mundo de la Semana Santa. Como todos los que se precian de semanasanteros conocen bien, entre las décadas de los 20 y 80 del pasado siglo –sin ser estrictamente rigurosos-, en Málaga se montaban los tinglaos pocos días antes de las procesiones. Las dimensiones espectaculares que fueron alcanzando los tronos con el tiempo hacían imposible la estancia en las iglesias y su salida y entrada procesional de los templos. Así, las ansias de engrandecimiento multiplicaron sus dimensiones y su peso, lo que acabó imposibilitando que los tronos cupieran por las puertas de las iglesias en las que las cofradías tenían su sede canónica. Tampoco entonces habían comenzado a estilarse las casas de hermandad y los salones de tronos para su custodia. La solución que dieron mayoritariamente las cofradías fue el montaje de unas carpas de enormes dimensiones que cobijaban los tronos, unas estructuras efímeras de madera –después armadas con andamios- y toldos de lona o plásticos donde se montaban los pasos, se ultimaban los detalles finales, y donde se iniciaban y finalizaban las procesiones. Tinglaos. Siempre instalados en las inmediaciones del templo, siempre en plena calle o en medio de una plaza. Con lo cual se producía, además, la anomalía de que una procesión no partiera o concluyese en una iglesia.

Hoy en Málaga ya sólo se monta un tinglao, el de la cofradía del Dulce Nombre. De hecho, la última en abandonar esta práctica ha sido Mediadora, que estrena precisamente este 2023 su casa de hermandad. Mayoritariamente los malagueños y sus semanasanteros hoy abjuran de aquellos grandes y feos toldos de lona y sus estructuras. Por sus incomodidades, por razones de seguridad, por no salir la procesión de un templo, por los riesgos a los que sometían a las imágenes, por su incompatibilidad con la estética, por su evidente falta de buen gusto… Los tinglaos desdecían, y mucho, de todo lo demás. Hoy en Málaga la mayoría no echa de menos los tinglaos, y eso es sintomático. Y, como afirman con frecuencia, los tinglaos mejor en fotos.

Volviendo a Zamora, nos preguntamos –antes de verla instalada incluso- por la oportunidad de la carpa, por la idoneidad de esta precisa solución. Pero también por la razón del temprano traslado, hasta dos semanas antes, de las imágenes de madera policromada, sometiéndolas gratuitamente a los contrastes de temperaturas entre los fríos aún de las noches y las temperaturas moderadas de las tardes entre plásticos. También por la ocurrencia del trampantojo del frontal. Asimismo por la eficacia real de esta solución, e incluso por la mediocre imagen que ofrecemos…

La Borriquita, en la carpa desde donde saldrá en la procesión del 75 aniversario

La Borriquita, en la carpa desde donde saldrá en la procesión del 75 aniversario / JOSE LUIS FERNANDEZ

En verdad, no es que la carpa sea una solución que desmerece totalmente del resto de lo que hacemos ejemplarmente en Zamora en la semana de Pasión. Ni tampoco que la carpa no se halle, con mucho, a la altura que objetivamente ha alcanzado nuestra Semana Santa. Tampoco que el trampantojo del alzado principal –reproduciendo sin absolutamente ningún sentido ni criterio la seo zamorana- sea parejo al cutre parking municipal de la Plaza Mayor como habitual aparcamiento de vehículos de algún tipo. Ni siquiera por estrictas razones de seguridad, o debido a motivos de purismos que en verdad no son tales. Es cuestión, verdaderamente, de porqués y paraqués. Pero como éstos van más al fondo, nos exigen profundizar e ir más allá. Si bien, a veces preferimos quedarnos tranquilamente en la mera superficie, normalmente confundida con la sola estética, porque nos exige mucho menos. Aunque ésta sea uno de los universales que, bien encauzada, nos permita hallar la verdad y la Verdad. Sin embargo, la carpa…, aunque sólo fuera por estética…, pero ni por esas.

Considero que la carpa es incompatible con el nivel en que se encuentra actualmente nuestra Semana Santa popular. Aunque ya me pregunto si tal altura quizá esté de vuelta del listón que alcanzara hace algunos lustros ya, cuando ciertos hombres y algunas mujeres que capitaneaban nuestras cofradías –y otros hermanos que engrosaban las listas de las hermandades- estaban adornados con las tres virtudes que me parecen esenciales en quienes ostentan unos y otros roles: criterio, discreción y fe y práctica cristianas. Algo que hoy, objetivamente, no es fácil hallar, y mucho menos en conjunción. Opciones alternativas a la carpa había varias, sensatas, y algunas más dignas que otras, desde luego. En la Semana Santa de Zamora hemos demostrado que sabemos hacer muchas cosas muy bien. Incluso algunas de forma excelente. Quizá por ello hemos conseguido el renombre y la autoridad con que se nos pondera incuso en el panorama nacional, que suele ser el más difícil y exigente. Sin embargo, el toldo, carpa o tinglao no es demasiado parejo al nivel que hemos alcanzado. Siempre he creído que la diferencia está en los detalles, y la solución que habíamos de dar a la ausencia del Museo lo era. Y por ello sumamente elocuente. Como también sostengo que, en muchísimos aspectos, no es cuestión de dinero, sino de buen gusto. Y también de ingenio. Y quizá esto haya fallado, una vez más. Al final, todo ha parecido una pura trasposición de la función del Museo a la de una carpa unos pocos metros más allá, sin haber quizá escrutado verdaderamente soluciones alternativas y originales. Soluciones que probablemente nos hubieran podido descubrir otra forma más interesante, noble e inteligente de hacer algunas cosas. Es probable que algunos no se hayan querido complicar más, y que la solución que les ofrecía la carpa les pareciera más práctica –para que todo transcurriera casi igual- y suficientemente útil y digna. Aún a riesgo de los problemas de conservación, seguridad y formales que trae consigo. A veces es cuestión de miras y alturas.

Zamora continúa con los traslados a la carpa: turno de la Tercera Caída y la Borriquita

Zamora continúa con los traslados a la carpa: turno de la Tercera Caída y la Borriquita / José Luis Fernández

Desde luego hemos desaprovechado la oportunidad de que la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída acabara en San Lázaro, o que La Borriquita saliera y entrase en San Vicente, donde aguarda estos meses y lo seguirá haciendo durante los próximos años. Ya no sólo por tributar culto a las imágenes en sus espacios propios –que son los templos-, sino incluso por mera estética o por simple buen gusto. Probablemente la mayoría de los zamoranos desconozcamos ciertas razones, pero quizá otros motivos más perentorios se hayan impuesto, muestra de que algunos criterios ya han perdido definitivamente el norte, desconocen el porqué y sentido de ciertos lugares o, sencillamente, se dejan en manos de la inercia o la pura y mera comodidad disfrazada de otros motivos. Quizá sea momento de volver a preguntarnos por los porqués y los paraqués de lo que hacemos en y para la Semana Santa popular. Luego ya vendrán más fácilmente los cómos. A riesgo de desorientarnos del norte.

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