Opinión | Siete días y un deseo
El tren
No es la primera vez que escribo sobre el cierre del susodicho ferrocarril y de las promesas que se han ido sucediendo para su reapertura
El ferrocarril Ruta de la Plata hizo su último viaje con pasajeros en 1984 y con mercancías en 1995. Lo recuerdo como si lo estuviera viviendo ahora mismito. Las justificaciones del cierre por parte del Gobierno de Felipe González ya las conocemos: que si falta de rentabilidad, escasez de viajeros, etc. En fin, la pescadilla que se muerde la cola. El caso es que ayer volvieron las movilizaciones para la reapertura del "viejo tren". Y uno, que no es de piedra, añora aquellas máquinas, los pitidos, el humo, los pasos a nivel, el apeadero y todas las historias vividas dentro y fuera de aquellos vagones que marcaron la vida personal de este escribiente. De todo aquello solo quedan los recuerdos infantiles y juveniles, algunas fotos en el álbum familiar de los trenes pasando por La Peara, los restos de las vías desmanteladas y, por fortuna, un espectacular mural del apeadero en una pared de un edificio particular tras el ayuntamiento de Santovenia del Esla. Cada vez que lo contemplo es como si uno estuviera allí mismo, esperando al tren para ir a Benavente, Zamora, La Tabla, Manganeses de la Lampreana, Salamanca, etc., por citar algunos de los destinos que, según dicta mi memoria, eran los más habituales en mis viajes. Y, como es lógico, de nuevo regresan los momentos vividos dentro y fuera de aquellas paredes, las personas que por allí andaban con más frecuencia (el cartero, sobre todo) y tantas cosas más que merecen ser recuperadas para una historia colectiva.
No es la primera vez que escribo sobre el cierre del susodicho ferrocarril y de las promesas que se han ido sucediendo para su reapertura durante las últimas décadas. Hay tantas y algunas tan famosas que darían para rellenar varias columnas como esta. El tiempo, sin embargo, ha ido pasando y aquí seguimos, reclamando la reapertura de una infraestructura que, según las pancartas y las voces escuchadas ayer, es imprescindible para el desarrollo económico de una zona del oeste peninsular que clama contra la despoblación. Si se fijan con atención, tanto entonces como ahora la disyuntiva se resume en una pregunta muy controvertida: ¿deben dedicarse recursos públicos a la reapertura de un servicio ferroviario que supuestamente era deficitario y cuyo coste económico tendría que ser sufragado con nuestros impuestos? Parafraseando a William Shakespeare, "esa es la cuestión". Una cuestión relacionada con uno de los viejos debates políticos e ideológicos que no podemos pasar por alto: el papel que deben jugar las instituciones públicas o privadas en la gestión de los desafíos de la vida cotidiana, que es tanto como hablar del destino de nuestras tributaciones, es decir, en qué invertir y dónde. Fíjense bien porque realmente esto es lo más importante. Por eso, finalizo con una pregunta: ¿Y usted qué opina? No diga que no sabe qué responder. Mójese y elija la respuesta que estime pertinente. Pero hágalo con conocimiento de causa, que eso de hablar por hablar ya no cuela.
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