Opinión | Siete días y un deseo

Pueblos que luchan por sobrevivir

Para ello se necesita mucho más que buenas intenciones y bonitas palabras

DIA DE LA CAPA FERMOSELLE

DIA DE LA CAPA FERMOSELLE / María Jesús Cachazo

Durante los últimos días hemos conocido varias noticias o reportajes con un denominador común: pueblos que luchan por sobrevivir poniendo en marcha nuevas iniciativas para luchar contra esa lacra que tanto asusta a tantas personas: la despoblación. Porque, según parece, de eso se trata: conseguir que los pueblos no desfallezcan y que, al menos, consigan sobrevivir. Pero para ello se necesita mucho más que buenas intenciones y bonitas palabras, que abundan por doquier. Por eso, es de agradecer que, de vez en cuando, leamos que en tal o cual pueblo se han reunido para iniciar o compartir un nuevo proyecto. Destacaré cuatro que me han emocionado: Proyecto Crisol en San Cebrián de Castro, con el arte y la escultura como recursos de dinamización territorial; Proyecto Erasmus Plus "Star Forest", que se desarrollará en San Vitero y en otros territorios europeos de Portugal, Italia y Chipre con el objetivo de potenciar los productos del bosque; Proyecto "Imprescindibles", que ya comenté hace dos semanas, que busca apoyo y financiación para inmortalizar, a través de las fotografías, el legado de las personas mayores; Foro de escritores, periodistas, fotógrafos, líderes sociales, etc., que se realizó en Fariza el pasado fin de semana, con un nutrido grupo de personas (foráneas y de la zona) que tienen en la cabeza ideas muy interesantes para que Sayago se convierta en esa comarca sobre la que tanto se viene predicando desde hace tiempo.

Con la concentración parcelaria al menos queda la esperanza de que las personas del campo encuentren incentivos y acicates para poner en marcha nuevos proyectos

Y sin movernos de Sayago, aterrizamos en Fermoselle, donde esta semana leía con muchísima atención el reportaje de Irene Gómez sobre las dudas y desconfianzas que genera el proyecto de la concentración parcelaria en una zona tan especial como Los Arribes. Y al leerlo, en mi memoria aterrizaron las mismas sensaciones que surgieron en mi pueblo, Santovenia del Esla, cuando en los años ochenta del pasado siglo se iniciaron los pasos para que las numerosas tierras dispersas que los propietarios tenían en el término municipal pudieran estar concentradas en una, dos, tres, etc., parcelas. Entonces se hablaba, del mismo modo que ahora, de las oportunidades que brindaba la concentración parcelaria, al menos en la mejora de la eficacia, eficiencia y productividad. Y era verdad. Sin embargo, no está tan claro que tenga el mismo efecto para frenar la despoblación. Porque a los datos me remito: la evolución demográfica en la inmensa mayoría de los pueblos de Zamora ha sido negativa durante las últimas décadas, hayan realizado o no la concentración parcelaria. ¿Diremos entonces que no tiene sentido embarcarse en un proyecto sin apenas impacto contra el desplome de los recursos humanos? Rotundamente no. Sin concentración parcelaria, apaga y vámonos. Y con ella, al menos queda la esperanza de que las personas del campo encuentren incentivos y acicates para poner en marcha nuevos proyectos. Porque sin innovación, créanme, no hay nada que hacer.

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