Opinión | Identidades zamoranas
Gobernar para todos
El ejercicio de servicio al bien común es permanente y nos incumbe a todos
Estamos asistiendo a un espectáculo para echarse a llorar y desconfiar de todo y de todos. Y eso no es bueno para nadie. Es saludable confiar, pero para ello tenemos que ganarnos la confianza quienes gobernamos o ejercemos algún poder, incluso el de informar en periódicos, revistas, redes o televisión... Quienes ejercemos poderes que son públicos y a los que llegamos por elección, oposición, estudio u otro método basado en el mérito, tenemos el deber de acreditarnos y ganarnos la confianza día a día, ejercicio tras ejercicio, y no solamente el día de las votaciones, el de la oposición o fin de carrera.
El ejercicio de servicio al bien común es permanente y nos incumbe a todos. El de escuchar el sentir, el deseo, la aspiración de todos a los que debemos servir es obligación primordial. Y a veces se oye, se comenta, se habla de que estamos desorientados, perplejos, en decadencia. Y esto no es bueno para crecer y realizarnos como individuos y como sociedades... En los más altos cargos, en las personas de mayores responsabilidades asistimos a desencuentros frecuentes y broncas agrias, sin educación, muy importantes.
Quienes tenían que ser ejemplares, no lo son. O al menos eso parece. Partidos políticos, contra magistrados, gobiernos contra la oposición, perdedores contra ganadores. Al final hasta Bruselas pide orden y convoca a los responsables para que se pongan de acuerdo. El desprecio al que no piensa igual se ha puesto de moda. Y algunos o muchos se creen poseedores de toda la verdad, el conocimiento, la justicia, la honradez, el buen y bien hacer Y lo peor es que se actúan así. Las personas normales, que somos la mayoría , estamos desfondados. ¿A quién creer? ¿En quién esperar? ¿Quién ofrece garantías de gobernar pensando en el bien de todos, todos? Cuando preparan elecciones, se esfuerzan en elaborar programas de acción. Posiblemente todos tienen su valor. Y todos reciben confianza. Unos más y otros menos. Pero todos pueden, si son realizados, llevar a mejorar situaciones en precario. Pasadas las elecciones los gobernantes deciden olvidar, despreciar, tirar por la borda los programas de los otros. Sólo los suyos son buenos y no reparan en que casi la mitad de los votantes hubieran querido los otros. No importa nada. La oposición en lugar de colaborar y apoyar lo bueno del gobernante lo desprecia y se opone.
Los que tienen el mando, ni escuchan al contrario. Son absolutistas. Están en posesión de toda la verdad y sobre todo del dinero. Y el dinero manda. Y esto que parece teoría es la práctica habitual en los parlamentos nacionales, autonómicos, consistorios, grandes y pequeños, diputaciones, Consejo General del Poder Judicial, universidades, colegios profesionales, Tribunal Constitucional. A veces se tiene la impresión que nadie respeta a nadie y que estamos en una crisis no de esto, ni de aquello, sino de todos y de todo. Parece que es la decadencia del sistema y, mientras, tenemos que seguir viviendo y actuando.
Es tal vez la crisis de las personas que no acertamos a distinguir entre el bien del partido, de la familia, del grupo, personal, del bien de todos. Estemos actuando en un hospital, en política, en la judicatura, en una escuela, barriendo las calles, conduciendo un autobús o en la alcaldía más pequeña. Es preocupante leer titulares como: "El alcalde de León cree que Puente "no ha asumido que es el Ministro de todos". José Antonio Diez asegura que el ministro de Transportes realiza acciones "sectarias" contra el resto de territorios. O la visión de la sesión plenaria del Congreso de los Diputados en la que fuimos testigos de los insultos, descalificaciones, acusaciones que algunos inmunes y bien pagados diputados pronunciarían con mucha solemnidad contra poderes del Estado, sin que la presidenta de todos les llamara la atención y pidiera respeto. La contradicción viene en parte que en la escuela por ley y orientación pedagógica enseñamos, nos enseñan, a respetar y valorar al diferente, integrarle, incluirle. Enseñanza de la inclusión se llama y hasta se cambia el término minusválido de la Constitución. En la vida práctica y en la acción política, en la gestión del bien público algunos proclaman y actúan como si millones de personas fuéramos anormales, disminuidas, discapacitadas, deficientes no supiéramos distinguir y valorar. La sociedad entera, los pueblos se privan de mucho bueno cuando sus dirigentes no quieren o no aciertan incluirlo y al diferente, aunque sea válido y querido por muchos. Saludo y alabo al concejal de un pueblo que estando en la oposición dijo al alcalde y al resto: Estoy aquí para servir y no para oponerme. Y los que mandan le quisieron incluir con cargos y responsabilidades en el gobierno del municipio.
Suscríbete para seguir leyendo
- Àngel Llàcer, exasesor de Operación Triunfo, al borde de la muerte
- Lidl lanza un colchón plegable que se hace sillón a un precio muy bajo y que compite con Ikea
- Belén Esteban no se corta y da el nombre de la persona que frenó su fichaje por TVE: "Espero que encuentre trabajo
- La Guardia Civil desmantela dos puntos de venta de droga en la comarca de Benavente
- La muerte de un ciervo semental selecto lleva al banquillo a un cazador de Sayago
- ¿Dónde se liga más en Zamora? Estos son los pueblos donde es más probable encontrar pareja
- Un anillo busca a su dueño en el Lago de Sanabria
- Paga 350 euros de regalo de boda y se come el menú más cutre: "Me cago en la ostia