Opinión

De aromas, sonidos y olores semanasanteros

Algunos, aunque no sean tan sugestivos ni tampoco tan excitantes, traen al presente recuerdos de otras épocas

Garrapiñadas

Garrapiñadas

El aroma de las aceitadas y las almendras garrapiñadas se disuelve en el aire de la misma manera que la temperatura ambiente lo hace durante la noche. Es algo más que un perfume que solo se prolonga durante unas horas. Día a día, se va manteniendo hasta que es llegada la madrugada del Viernes Santo en el que el fuerte olor a sopa de ajo se hace dueño del ambiente. Han de pasar dos días más para que llegue a prevalecer el olor a huevos fritos con chorizo, que son parte principal del delicioso plato de "las dos y pingada". Es pues, una semana impregnada de aromas y olores de distintos formatos que danzan al aliguí por el éter zamorano. Es lo que lleva consigo la Semana Santa, desde el ritmo de la "Marcha de Thalberg", hasta los sones del "Bolero de Algodre" coincidiendo con las romerías. Solo depende de que sea día de Pasión o de Resurrección.

Pasada pues esta semana son las romerías las que llegan a protagonizar los eventos. Y con ellas emergen otros sones, talantes y maneras, tanto para los olores como para las músicas. Las más de sesenta que se celebran en la provincia dejan su impronta, cada una a su manera. La más próxima para los capitalinos es la del Cristo de Valderrey, que se celebra el próximo 7 de abril. El 9 de mayo es la del "Cristo de Morales", de Morales del Vino, con sus rosquillas y avellanas, que por su proximidad es tomada como propia por los de la capital. Y el 20 de mayo la de la Virgen de la Hiniesta. Esta última, la más antigua de España, ya que data, según nos dice Florián Ferrero, del año 1291. Así que, ocho siglos la contemplan.

Los olores nos hacen recordar pasajes de nuestro pasado, haciéndonos revivir sentimientos y emociones olvidadas. Cada uno con sus características. Así, el romero, que perfumaba el paso de las procesiones llamadas "sacramentales", es una planta que hace mejorar la memoria, al decir de algunos. Y la lavanda parece ser que ayuda a relajarse

El Cristo de las Batallas en Toro, La Veguilla en Benavente, junto a los Viriatos de Fariza portando esos enormes pendones, quizás sean las más sonadas de la provincia.

Sobre la preferencia de la gente a propósito de los olores, y con independencia de su origen cultural, parece ser que la mayoría se inclina por el olor a vainilla. El siguiente olor en la clasificación sería el formado por el melocotón, la piña y el mango. Y los que les siguen aparecen vinculados a las flores, especialmente a las rosas, los claveles y el azahar.

Los olores nos hacen recordar pasajes de nuestro pasado, haciéndonos revivir sentimientos y emociones olvidadas. Cada uno con sus características. Así, el romero, que perfumaba el paso de las procesiones llamadas "sacramentales", es una planta que hace mejorar la memoria, al decir de algunos. Y la lavanda parece ser que ayuda a relajarse.

Hay otros olores que, aunque no sean tan sugestivos, ni tampoco tan excitantes, traen al presente recuerdos de otras épocas, como aquel en el que lo de "ir de merienda" era casi un acontecimiento. Familias enteras se acercaban hasta "Los Tres Arboles" o hasta "Las Pallas", para tomar un reconfortante refrigerio a la caída de la tarde. Allí, no podían faltar los pimientos fritos, mejor si eran picantes, la tortilla de patata y los filetes empanados, viandas que, merced a sus olores, llegaban a despertar el apetito de cualquiera.

Aunque hayan permanecido invariables los sones de las bandas de cornetas y tambores, y las músicas que interpretan tanto las bandas locales, como las llegadas de otras regiones, no me consta que se haya mantenido también el reconfortante aroma que dejaba la chanfaina, con el hígado y la sangre del cerdo o del cordero, bien guisados en barro de Pereruela.

Tristemente han desaparecido algunos aromas, propios de la primavera, que acariciaban el aire del bosque de Valorio merced a la proliferación de flores silvestres. Y los sonidos provenientes del arroyo, donde ranas y renacuajos respondían a su manera a los gorriones y las pegas, quienes, bajo la dirección del ruiseñor, cantaban engarabitados en los álamos y negrillos más próximos. Y con ellos emergía la poesía y la desazón de la primera cita con aquella chica que aparecía, sin pretenderlo, en excitantes noches de sueños. Era la búsqueda de la gran belleza, como en aquella peli de Paolo Sorrentino. Tampoco faltaban los lepidópteros como la "vanesa de los cardos" y la "mariposa de los muros", cerca de la flor "amor de dama", una pequeña orquídea que se mostraba abiertamente a la vista de cualquiera, de manera inconsciente, como si estuviera protegida por la oscuridad de la noche.

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