Opinión

¡Vaya tropa!

Cada vez abundan más los listillos que osan hablar de todo sin saber a fondo nada

Congreso de los Diputados

Congreso de los Diputados / EUROPA PRESS

Aquel parroquiano tenía un vozarrón aguardientoso, agravado por el consumo de tabaco de cuarterón. Estaba apoyado en la barra del bar soportando con su mano izquierda una taza de café, disfrutando de su aroma antes de degustarlo.

Entre sorbo y sorbo, contaba a su contertulio que hubo una época en la que a la gente le palpitaban los párpados, como alas de insectos, mientras veían películas y leían libros con el afán de huir de la mediocridad. Con el deseo de proyectarse hacia otros mundos, hacia otros modelos de sociedad que se encontraban muy lejos de la realidad cotidiana. Era el tiempo en el que predominaban los zapatos indestructibles, con suelas de "filis" pegadas con disolución de caucho. Era su tiempo.

Otros muchos paisanos nacieron después que él, cuando la situación hubo cambiado con el advenimiento de la democracia. De manera que, estos últimos, por mucho que hubieran leído libros o visto reportajes en la tele, no podrían hacerse la misma idea de cómo se percibía aquella situación de precariedad. Pero, algunos desfachatados se estaban permitiendo pontificar sobre determinados aspectos de la historia con un "corta y pega", sin molestarse en pasarlos por el filtro de los historiadores. Y es que, cada vez, abundan más los listillos que osan hablar de todo sin saber a fondo nada de nada.

Cierto que cada cual recordará aquellos retazos de historia de una manera diferente, en función de cómo les ha llegado a ir en la vida. Dependiendo de si el sistema les permitió vivir en la opulencia o malvivir en el olvido, o simplemente si les dio para ir tirando de cualquier manera. Menos mal que ha habido hispanófilos que se han dedicado a investigar muchos pasajes de nuestra historia, dejándolos por escrito para uso de quienes deseen consultarlos.

Es la situación política actual un espanto de pesadillas, por mucha "tablet" que les hayan dado y mucha traducción simultánea que les hayan puesto. Sería preferible verlos funcionar como a alguien que llevara consigo hojas descuadernadas y cantos de pastas gastados por mor de haber estado danzando durante mucho tiempo de estantería en estantería, de cajón en cajón, de mudanza en mudanza

Desde luego no son ni el Congreso ni el Senado los lugares más adecuados donde ir a beber el jugo de la imparcialidad, porque el sectarismo que preside ambas cámaras, hace difícil encontrar realidades. Y es que sus señorías hacen poco por evitar que deje de caldearse la atmósfera y de contaminarse el aire de la política, al actuar como tubo de escape de una máquina pesada. Para más inri, aburren repitiendo siempre los mismos eslóganes, y "a más a más" (como dirían los catalanes) subiendo el tono de los portavoces. Representantes que no gozan precisamente de una erudición estética, ni de una audacia política que poder destacarse. Mas bien se trata de malos comediantes, incapaces de emocionar al público debido a su frialdad, al menos aparente.

Es la situación política actual un espanto de pesadillas, por mucha "tablet" que les hayan dado y mucha traducción simultánea que les hayan puesto. Sería preferible verlos funcionar como a alguien que llevara consigo hojas descuadernadas y cantos de pastas gastados por mor de haber estado danzando durante mucho tiempo de estantería en estantería, de cajón en cajón, de mudanza en mudanza.

Con personajes así es difícil sentirse representado. Y si son sectarios, arbitrarios tendenciosos o arribistas, mucho menos. Máxime si adquieren el grado de protagonistas de mezquindades, ambiciones y recelos. Menos mal que, de vez en cuando, hay quien actúa como un entendido en arte pictórico, con la sabiduría de dar más importancia a los espacios vacíos que a los trazos del cuadro.

Caliente tenía la boca y acelerado el pulso, aquel contertulio que ya de mañana se despachaba de aquella manera con su compañero del alma, aquel con el que compartía sus cuitas.

Dejó para otro día otra perorata sobre la infecta corrupción. Y sobre la inutilidad de fomentar las comisiones de investigación, pues no había estado lejos de algunas de ellas, cuando se decía aquello de "si quieres que algo no se solucione, crea una comisión". Ahora se trataba de dos comisiones por el tema de la corrupción, pero no para tratar de corregirla en sí misma, sino para disparar a la línea de flotación del partido contrario.

Tampoco se le iba a olvidar hacer memoria de las tropelías de algunos expresidentes de comunidades autónomas, exministros, exconcejales y algún exvicepresidente del gobierno.

Por fin abrió la boca su compañero de charla para decir que él sentía vergüenza ajena cuando escuchaba decir a quienes se habían lucrado mercadeando con mascarillas (mientras la gente moría en casas, residencias y hospitales) que su enriquecimiento había sido legal. Pero es que la diferencia entre lo legal y lo justo cada vez es mayor. Y mucho más enorme la diferencia entre lo moral y lo inmoral.

¡Vaya tropa!

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