Opinión | Desde Los Tres Árboles

Del mundo astral y otras rarezas

A veces sueño que sigo existiendo después de muerto

Exasesor del exministro José Luis Ábalos, Koldo García, a su salida de la Audiencia

Exasesor del exministro José Luis Ábalos, Koldo García, a su salida de la Audiencia

Ocurre con las estrellas. Están sujetas al mismo ciclo biológico que los seres vivos aquí en la tierra, es decir, nacen, crecen, se reproducen y mueren, sin embargo, y a diferencia de ellos, en su caso no es fácil diferenciar las vivas de las muertas. Sucede que una vez han dejado de existir, la luz que emitieron en vida continúa viajando por el espacio durante millones de años como si tal cosa de modo que cuando llega a nosotros resulta imposible precisar si corresponde a una estrella recién nacida, a una adulta o a una muerta. Yo, al menos, me siento incapaz de diferenciarlas. Por más que lo intento, no puedo.

La otra noche volví a probar. Durante horas observé el cielo estrellado buscando una señal que las diferenciara, un indicio por mínimo que fuera que delatara sus edades biológicas, pero una vez más el intento resultó baldío. Todas tenían igual forma, el mismo brillo frío y titilante. Recuerdo que experimenté una sensación extraña y que fue entonces cuando aquella idea disparatada que llevaba tiempo rondando mi cabeza tomó forma. ¿Y si la realidad más inmediata se comportara de forma semejante a la de las estrellas? ¿Cómo tener la certeza, si así fuera, de que las personas con las que me cruzo a diario tienen una existencia real y no son sino el halo que dejaron sus cuerpos cuando se fueron? ¿Y si las personas que caminan a mi lado hubieran dejado de existir hace tiempo y en realidad no fueran otra cosa que la luz que sus cuerpos emitieron en vida?

Hoy mismo, ¿alguien podría asegurar que no me he cruzado con algún muerto en la calle, que no lo haya saludado, incluso, mientras hacía cola en la caja del supermercado o esperaba el autobús en la parada de la esquina? No, nadie podría hacer esta afirmación sin riesgo a equivocarse ... Pero diré más. ¿Y si el muerto fuera yo? ¿Y si la realidad corpórea que se percibe de mí sólo sea la luz que emití en vida? ¿Y si todos estuviéramos muertos hace tiempo y hubiéramos crecido durante estos años sin saberlo? No sé. Son demasiadas preguntas sin respuesta, sin embargo, es inquietante pensar que tal vez existan universos paralelos, realidades diferentes regidas por leyes físicas de las que ni siquiera sospechamos su existencia.

¿Por qué se cuelan personajes como ese tal Koldo en política? ¿Cómo es posible que no exista un mayor control sobre este tipo de comportamientos? ¿A qué obedece esa obsesión enfermiza en usar la corrupción como arma arrojadiza? ¿Dónde la autocrítica de los partidos? ¿Existe realmente voluntad en acabar con esta lacra?

Hamlet, el atribulado príncipe de Dinamarca, se lo comentaba a su mejor amigo: "hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar tu filosofía...". Sin duda. Muchas más de las que cualquiera de nosotros pueda imaginar, pero no sólo en el espacio sideral. También en el microcosmos de la mente humana existen dimensiones regidas por fuerzas ocultas. El ejercicio de la política no deja lugar a dudas sobre esta realidad.

Sí, porque en multitud de ocasiones esa actividad un tanto particular que entendemos por política y que con frecuencia se percibe como rareza es también consecuencia de procesos insondables. Quién sabe, si no, por qué este oficio, noble donde los haya por cuanto tiene de servicio, abunda, sin embargo, en comportamientos que escapan al común de los mortales. El último ha sido el llamado caso Koldo pero en realidad llueve sobre mojado y raro es el día que no nos levantamos con un nuevo escándalo. Sucede que la corrupción es imparable y se extiende por el país como una mancha de aceite sin distinción de siglas ni ideologías socavando la credibilidad en las instituciones y llevándose por delante todo lo que encuentra a su paso. ¡Todo! ¡Absolutamente todo!, incluso a individuos con responsabilidades ministeriales.

¿Por qué se cuelan personajes como ese tal Koldo en política? ¿Cómo es posible que no exista un mayor control sobre este tipo de comportamientos? ¿A qué obedece esa obsesión enfermiza en usar la corrupción como arma arrojadiza? ¿Dónde la autocrítica de los partidos? ¿Existe realmente voluntad en acabar con esta lacra? … No sé.

¡El mundo astral y los entresijos de la política! Misterios, estimado lector. Enigmas inescrutables, ya digo.

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