Opinión

El efecto Bukele

En El Salvador la implacable lucha contra la delincuencia la ha hecho con decisiones muy controvertidas

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele.

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele. / EFE

La apabullante victoria del presidente Bukele en las recientes elecciones ha situado a El Salvador en el foco de atención de la prensa internacional. Bukele recibió el 85% de los votos y 54 de los 60 diputados de la Asamblea Nacional y ha reducido a la oposición a una representación testimonial.

La historia de este pequeño país Centroamericano, con una extensión el doble de la provincia de Zamora y una población cercana a los siete millones de habitantes y casi dos millones más fuera del país, ha estado desde su Independencia muy vinculada a la violencia. Las tremendas desigualdades económicas y sociales han sido la causa principal. El exponente máximo de esa violencia llevó al país a una larga guerra civil que duró doce años (1980/1992) y causó 100.000 víctimas entre muertos y desaparecidos.

En 1992 se firmó el acuerdo de Chapultepec que puso fin a la guerra y estableció la democracia en el país. Durante veintisiete años (hasta 2019) gobernaron alternativamente los dos partidos principales: Arena, partido de Centro derecha, y el FMLN (Movimiento Farabundo Martí de Liberación Nacional) que aglutinaba a comunistas, guerrilleros y otros movimientos de izquierda.

La estabilidad política de este periodo no aplacó la violencia. Las bandas juveniles, pandillas, maras… controlaban el país e imponían su violencia frente a gobernantes e instituciones públicas incapaces de hacer imperar la ley. La violencia de estos grupos se convirtió en la principal preocupación de la población que vivía aterrorizada.

A las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2019 se presentaron los dos partidos tradicionales (Arena y FMLN) y también Bukele que había sido alcalde de San Salvador durante tres años (2015/ 2018).

El efecto Bukele

El efecto Bukele / Natalia Ucero

Con una campaña nada convencional, a través de redes sociales, y centrada en duras críticas de corrupción e ineficacia hacia los partidos políticos y las instituciones públicas y el compromiso de acabar con la delincuencia, el tráfico de drogas y personas y la violencia e inseguridad que asolaba al país, Bukele ganó en primera vuelta al superar el 53% de los votos y fue proclamado presidente para el periodo 2019/ 2024.

Su mandato ha estado repleto de polémica: críticas de la oposición y de organizaciones de derechos humanos y apoyo creciente de gran parte de la población.

En España estamos asistiendo a demasiadas muestras que conducen a esa pérdida de confianza en las instituciones y responsables públicos: El denominado fenómeno «okupa» que sufren cada vez más personas; la desesperación de millones de agricultores; la precaria dotación de medios para que nuestras fuerzas de seguridad puedan enfrentarse al narcotráfico, la disparidad de criterios y el enfrentamiento entre sectores de la magistratura, los «cambios de opinión» del presidente del Gobierno para mantenerse en el poder... son algunos ejemplos recientes

La implacable lucha contra la delincuencia la ha hecho con decisiones muy controvertidas: Declaró el estado de Emergencia para que las fuerzas de seguridad pudiesen hacer detenciones sin autorización judicial, dotó a la policía y al ejército de modernos medios materiales e incremento notablemente sus salarios, construyó una mega prisión con fuertes medidas de seguridad y capacidad para 50.000 reclusos (la más grande de América en el país más pequeño), e impulsó redadas y detenciones masivas. El resultado es de unas 70.000 personas encarceladas y pendientes de ser juzgadas. Las "pandillas" que campaban a sus anchas, que controlaban el tráfico de drogas, la prostitución, que asesinaban con total impunidad han desaparecido (muchos en prisión y otros han huido del país). El Salvador que era el país más inseguro de América se ha convertido en el más seguro según afirma Bukele. Sus críticos resaltan la supresión de derechos individuales y vulneración de normas democráticas, pero tras el aplastante resultado en estas últimas elecciones es evidente que los salvadoreños se lo han reconocido y premiado.

Numerosos países de la Región, que padecen los mismos problemas de delincuencia y violencia se están apuntando a esto que han llamado el "efecto Bukele".

Una lectura más sosegada de lo ocurrido en El Salvador debería conducirnos a pensar que cuando los ciudadanos sienten que sus instituciones no protegen sus vidas o sus bienes pueden estar dispuestos a aceptar restricciones de derechos si con ello consiguen mayor seguridad. El debate libertad - seguridad no es nuevo, y es una fina línea que nuestras democracias deben saber delimitar.

En España estamos asistiendo a demasiadas muestras que conducen a esa pérdida de confianza en las instituciones y responsables públicos: El denominado fenómeno "okupa" que sufren cada vez más personas; la desesperación de millones de agricultores; la precaria dotación de medios para que nuestras fuerzas de seguridad puedan enfrentarse al narcotráfico, la disparidad de criterios y el enfrentamiento entre sectores de la magistratura, los "cambios de opinión" del presidente del Gobierno para mantenerse en el poder... son algunos ejemplos recientes.

Es innegable que cada vez más españoles se sienten desprotegidos o abandonados por las instituciones públicas. La democracia, que es el mejor sistema de gobierno, se asienta sobre la confianza de los ciudadanos en sus Instituciones. Si esa confianza se pierde estaremos en el camino de que el "efecto Bukele" nos alcance también a nosotros.

(*) Senadora del PP. Secretaria de la Comisión Asuntos Exteriores.

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