La niebla

Lo cierto es que con la niebla no hay quien vea un burro a tres pasos. Y esto se ha llenado de burros insaciables confundiéndonos entre la niebla.

Braulio Llamero

Braulio Llamero

Recordaba estos días la excelente periodista zamorana Cris García Casado, en una red social, que «por San Antón, no hay niebla que llegue a las dos». San Antón fue hace un par de semanas. Pero la niebla no levanta ni a las dos, ni a las tres ni en todo el santo día. Pasan las semanas y ahí sigue. Quizá haya suerte y haya levantado hoy. Ayer, desde luego, mientras escribía esto, continuaba difuminándolo todo. Esta es tierra de nieblas, está claro. De nieblas y de heladas. De temperaturas poco agradecidas, con mucho frío en invierno y demasiado calor en verano. Pero a los negacionistas del clima cada vez se les va poniendo más difícil, incluso aquí, sostener que no hay cambios sustanciales, que es lo acostumbrado, que unos veces llueve, otras no, a veces nos asamos y a veces nos congelamos. Como siempre. ¿Cómo siempre? ¿Seguro?

Las nieblas en Zamora pueden ser normales o habituales, pero no tanto en estas fechas y con esta intensidad. Lo que pasa es que negar el deterioro del clima se ha convertido en santo y seña de los poderosos, de los amos del mundo y de sus numerosísimos y bien pagados representantes políticos, sociales y mediáticos. ¿Por qué, si esto no va de ricos ni de pobres, si nos vamos a congelar o abrasar o ahogarnos todos cuando lleguemos al límite? ¿Por qué desacreditar a los científicos, a quienes saben y nos indican caminos para detener la destrucción y salvar aún lo que nos da vida? ¿Qué sentido tiene? Para ellos, todo el sentido del mundo: aceptar que esto se nos ha ido de las manos y que vamos hacia el abismo, implica acometer cambios, hacer las cosas de otra manera, organizarnos socialmente de modo diferente. Y justo eso es lo que odian los poderosos, los amos del mundo y sus amorales y variopintos portavoces. Por eso hay toda una campaña mundial, una compleja red de desinformación dedicada a poner en duda que sean noticia minucias como las nieblas en Zamora después de San Antón o brutalidades como el derretimiento de los polos, los veranos extremos, la extinción masiva de especies animales o el colapso creciente y general de los ecosistemas que permiten la diversidad de vida en el planeta. 

La verdad es simple: no quieren que cambie nada, para que no peligre su enriquecimiento desaforado. La forma de cegarnos tampoco reviste mayor complejidad: 

–Seguro que no queréis renunciar a vuestras comodidades, coches, viajes, calefacción y tren de vida actual. Pues es bien fácil, confiad en nosotros y no en lo que veis.

Lo cierto es que con la niebla no hay quien vea un burro a tres pasos. Y esto se ha llenado de burros insaciables confundiéndonos entre la niebla. Malos tiempos para lo común.

Suscríbete para seguir leyendo