¡Cuán triste es la realidad!

Como Sánchez quiere gobernar a toda costa seguirá comprando los apoyos que necesite

Pedro Sánchez en FITUR

Pedro Sánchez en FITUR / RODRIGO JIMÉNEZ

Manuel Antón

Manuel Antón

Cuando era candidato a la presidencia del Gobierno, en 2016, Pedro Sánchez dijo: "Prometo transparencia, porque una democracia sólida requiere de un gobierno que garantice una gestión transparente del Estado". Prometió transparencia en la gestión y, la verdad, nunca hemos sabido menos acerca de los tejes y manejes de un presidente del Gobierno de España, de lo que sabemos del actual.

Por mucho que nos quiera hacer creer ahora la señora Alegría, la actual portavoz del Gobierno, cuando habla de transparencia, los informes que, sobre ocultación de datos y falta de respuesta a preguntas formuladas en las cámaras, maneja el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno (CTBG), sitúan al presidente Sánchez como el más opaco e incumplidor de la Ley de Transparencia de cuantos presidentes hemos tenido desde que se instauró la democracia.

Desde que fue investido presidente por primera vez, junio de 2018, Pedro Sánchez solo cuenta lo que le interesa contar (seguimos sin saber por qué dio el giro que dio a la política sobre el Sahara Occidental…), y, como tiene por costumbre, cuando dice algo ¡cuidado! porque no tardará en desdecirse, decir que no dijo lo que dijo, o simplemente reconocer que ha cambiado de opinión porque, según él: "en democracia cambiar de opinión no es mentir, es rectificar". Le faltó apostillar que rectificar es de sabios.

Pedro Sánchez, el adalid de la mentira, hace unos días, en una entrevista "ad hoc" que le hicieron sus voceros más sumisos, dijo: "Lo más relevante es saber que en la vida, como en la política, la verdad es la realidad".

Como Sánchez quiere gobernar a toda costa, seguirá comprando los apoyos que necesite para poder hacerlo, sin importarle lo más mínimo el precio que tenga que pagar por ello; que si unas concesiones en materia de migración, cuyo alcance nadie conoce; que si una vuelta más al código penal, para dar más garantías de inmunidad a los que delinquieron…

Con ese axioma filosófico, que se atribuye a Aristóteles y Sánchez ha hecho suyo, a su manera, nuestro presidente ha pretendido justificar sus embustes, sus engaños, sus últimos cambios de opinión, en definitiva, su manera de proceder, que es tan cambiante como la vida de quien no tiene principios ni valores que defender.

Según dijo Sánchez a sus entrevistadores: "La España real es la que votaron los españoles el pasado 23 de julio…". Sí ya, pero lo que no dijo fue que los españoles que le votaron lo hicieron sin saber qué era en realidad lo que votaban pues, y esto sí que es pura realidad, votaron a un candidato a la presidencia de la Nación que ocultó deliberadamente a todo el pueblo español, y sobre todo a su electorado, cuáles eran sus intenciones caso de que a la derecha no le dieran los votos para poder gobernar, y a él tampoco.

Como buen estratega que es (esto nadie lo pone en duda), ocultó, desde meses antes de las elecciones, que estaba negociando con los enemigos de España la compra de sus votos, por si los pudiera necesitar para ser investido presidente, como así fue.

Esa verdad incuestionable, que ha devenido en la realidad que todos conocemos, es la que hace que, hoy, la gobernabilidad del país dependa de un reducido grupo de independentistas que han dejado claro que España les importa un comino y que lo único que persiguen es su inmunidad y la independencia de Cataluña. No digo nada de Otegui, que es el otro brazo de Sánchez, porque lo de pactar con Bildu es harina de otro costal: "Con Bildu no voy a pactar. Si quiere se lo repito cinco veces".

Sánchez, que por seguir en el poder está dispuesto a todo, ya dio el primer paso cambiando los votos de Junts por la promesa de una ley de amnistía que, dicho sea de paso, nadie sabe cómo terminará ni cuales pueden llegar a ser las consecuencias de su aprobación pues –es una opinión– servidor confía en que más pronto que tarde sea la Unión Europea la que pase factura a Sánchez por tamaña osadía, y que sean los jueces los que, en el ejercicio de sus competencias, pongan en evidencia a todo el Gobierno.

Mas, como Sánchez quiere gobernar a toda costa, seguirá comprando los apoyos que necesite para poder hacerlo, sin importarle lo más mínimo el precio que tenga que pagar por ello; que si unas concesiones en materia de migración, cuyo alcance nadie conoce; que si una vuelta más al código penal, para dar más garantías de inmunidad a los que delinquieron…

Todo el mundo ya sabe que mercadeará lo que tenga que mercadear con tal de lograr su objetivo, que no es otro que seguir viviendo en La Moncloa, nos cueste lo que nos cueste a todos los españoles.

Una vez más, y no me cansaré de repetirlo, no puedo por menos que volver a calificar al presidente Sánchez de embustero, de embaucador, de psicópata sin límites… y de todo lo que a ustedes se les pueda antojar añadir.

Yo solo añadiré que, si triste es que muchos españoles podamos sentirnos desgraciados por tener el presidente que tenemos, mayor desgracia nos produce a algunos saber que hay tantos compatriotas que están encantados con él.

Esta es la verdadera y triste realidad.

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