Baja autoestima y temor de Dios en estos tiempos de millennials

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Cartas de los lectores

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En nuestra sociedad, tan influida ya por su notable desacralización, hay un porcentaje de gente que de una manera práctica vive de acuerdo con filosofía de la muerte de Dios, de Nietzsche, que evoluciona y se mixtifica. Sí, a cada paso se va matando a Dios y de su decálogo cada vez se quiere saber menos, a la vez que cada cual se erige en su propio dios y sólo da cuenta de sus bondades y maldades ante sí mismo.

A cambio del decálogo que se abandona, aparecen leyes como setas en instancias internacionales, estatales, regionales, municipales, corporativas, asociativas… Ya no tenemos diez mandamientos, sino tres mil seiscientos, que nos dicen desde cuáles son los Derechos Humanos Universales hasta qué modo y cantidad de proteínas tenemos que dar al gato.

Por otro lado, usábamos el temor de Dios –don del Espíritu Santo para el creyente cristiano –que bien entendido no era, ni es para el que lo usa, sometimiento ciego a un Dios tirano, sino la responsabilidad de hijo que intenta evitar las cosas que molestan a su buen Padre Dios y que a la vez son las que dañan o duelen a sus hermanos los hombres. Y ahora cada cual se encuentra con estas otras leyes humanas que obligan administrativa, civil o penalmente y se aplican o se juzgan con consecuencias de castigo, multa, exclusión o pena. Pero, lo que es peor, es olvidar es que si Dios es misericordioso, muchos, muchos de nosotros no tenemos clemencia con nosotros mismos y no nos perdonamos los fallos, faltas o pecados. Por eso la baja autoestima, la obsesión, el escrúpulo, el perfeccionismo y otras formas de autocastigo están tan presentes en las consultas de psicólogos y psiquiatras o se diluyen muchas veces en alcohol, cocaína, angustias y otras compulsiones neuróticas tan insanas.

En fin, cosas de la vida moderna; secuelas de una evolución social con algunos fallos, que hacen confundir la gimnasia con la magnesia, el culo con las témporas y lo que hay que dar a Dios con lo que hay que dar al César. César, que por otra parte y siguiendo esta misma dinámica, parece que cada vez es más corrupto. En fin, cosas de la vida moderna, postmoderna, millennial... Cosas que nos pasan.

Ángel García Prieto

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