Hasta el forro

Es irrenunciable actuar sobre nuestras mejores arquitecturas del siglo XX con criterios basados en el respeto a las concepciones originales

OBRAS IES MARIA DE MOLINA

OBRAS IES MARIA DE MOLINA

RAFAEL ANGEL GARCIA LOZANO

RAFAEL ANGEL GARCIA LOZANO

Resulta casi soez el empleo de este título para un artículo que pretende sensibilizar –como todos los de esta serie- para el cuidado de nuestro patrimonio contemporáneo y, mejor aún, la divulgación de los valores de nuestra mejor arquitectura del siglo XX, su salvaguarda y su promoción. Pero resulta impactante. Tanto como deseo, una vez más, que lo sean estas reflexiones compartidas, no sé si consiguiendo algún impacto y su propósito cuando no hay verdaderos deseos de tomarnos suficientemente en serio el patrimonio contemporáneo de Zamora.

Hasta el forro por dos actuaciones, promovidas por la Administración pública para más inri, sobre sendas arquitecturas del siglo XX zamoranas más que singulares en sí mismas por icónicas. Pues no se trata de edificios cualesquiera, con escaso valor simbólico o contextual, sino que –aún en diverso grado- forman parte del imaginario común de la ciudadanía, y con especiales ecos por su popularidad el centro educativo María de Molina.

En efecto, en los últimos meses estamos asistiendo a las obras de instalación de un Sistema de Aislamiento Térmico Exterior (SATE) en el Instituto María de Molina de la capital, así como en el edificio de las antiguas viviendas de camineros levantado en la avenida de la Frontera números 3 y 5. Como quizá sepan, y en trazos muy gruesos, se trata de la instalación de sistemas de aislamiento principalmente en las fachadas, cubiertas y cerramientos de los edificios, buscando crear una envolvente que aísle los inmuebles de la acción climática en el mayor grado posible y, con ello, se logre un mayor ahorro energético y la mejor eficiencia de los mismos. Las actuaciones vienen generosamente regadas con subvenciones de dineros europeos –de los ciudadanos europeos, se entiende- a fondo perdido. Y por lo tanto hablamos de miles de millones de euros. De rondón se pone un granito de arena más para contribuir a la religión de Estado en que se ha convertido al cambio climático –es un hecho innegable-, y se fomenta el trabajo de arquitectos y constructores en un momento en que la edificación de obra nueva no alcanza ni de lejos el calibre de décadas pasadas.

Los SATE deben seguir los criterios de composición y estéticos originarios de los edificios, con idénticos materiales, color y textura, rehusando los chapados con materiales impropios de la configuración original de los inmuebles

En los casos que nos ocupan, la cuantía económica invertida se eleva a 1.098.054 euros en el IES María de Molina y 2.651.775 euros en el edificio de 22 viviendas, locales y garaje, que asimismo mejora las condiciones de accesibilidad con la instalación de sendos ascensores y rampas de acceso. En ambos inmuebles los trabajos son financiados dentro del Programa Operativo Feder 2014-2020, de la iniciativa REACT-EU. No cabe duda de que ambas medidas modernizan los dos edificios, con lo que ello implica de revalorización de los mismos en varios niveles. Y pareciera entonces que todos ganamos, y por tanto estamos tan contentos. ¿O no?

Pues no, la verdad es que no. Porque, con una mirada algo más amplia y no especialmente experta, se nos está colando una cuestión verdaderamente de bulto y no menos grave. Y esta no es otra que la consecuencia –no menor- que lleva consigo: la radical alteración de la apariencia externa de los edificios. Grosso modo, la envolvente térmica de los inmuebles se está convirtiendo de hecho en la instalación de grandes bloques de poliestireno expandido (popularmente conocido como porexpan, poliexpan o corcho blanco) de unos 8 o 10 cm de espesor fijados exteriormente a las fachadas y cubiertas, en ocasiones revestidos con revoco o bien aplacados cerámicos, amén de nuevas carpinterías. Lógicamente nadie instala el aislamiento al interior, entre otras razones por la importante quita de espacio habitable. De modo que las actuaciones se producen en el exterior, y dando como consecuencia cambios sensiblemente significativos en las edificaciones. Efectivamente su nueva apariencia resulta modernísima, por supuesto. Pero quizá ahí está el problema. Porque, por lo que voy percibiendo, el cuidado por las opciones adoptadas y la sensibilidad por los resultados finales están evidenciando ciertas deficiencias, algunas sobresalientes. Bajo el argumento de coherencia, sencillamente baste comparar con la normativa a veces sofocante en cuanto a los colores con que se permite pintar las fachadas en determinadas zonas de la ciudad o de ciertas tipologías edificatorias, entre otras actuaciones.

Por supuesto, esta reflexión no niega la mayor, la necesaria puesta al día de los edificios, ni siquiera la mejora de su habitabilidad, que en última instancia es su finalidad última. Pero sí cuestiona el cómo, las formas, las opciones adoptadas y los resultados finales cuando difieren radicalmente de su ser originario. Así pues, el problema no reside en la mejora energética objetiva que proporcionan los SATE, sino en la modificación de la apariencia externa de los edificios. Por ello, los SATE deben seguir los criterios de composición y estéticos originarios de los edificios, con idénticos materiales, color y textura, rehusando los chapados con materiales impropios de la configuración original de las fachadas. En problema reside en intervenciones que hacen perder su singularidad, su propio estilo arquitectónico, que desfiguran la configuración de los inmuebles y la morfología urbana. Alteraciones que llegan a ser de tal entidad que hacen que las edificaciones acaben pareciendo otra cosa muy distinta, modificando radicalmente los resultados originales de los edificios, tal como fueron concebidos por sus proyectistas, tal como se han consolidado en la ciudadanía, tal como forman parte del paisaje de la ciudad.

El instituto otrora femenino, poco después María de Molina, era de ladrillo visto. Era… Arquitectónicamente destacaba por su concepción y ejecución modular... Destacaba…, en efecto, hoy desfigurado de la idea original de Salvador Álvarez Pardo, quien rubricó el proyecto en noviembre de 1963 (exactamente ahora hace 60 años). Ambas características no eran menores, sino determinantes de los valores arquitectónicos del edificio, hoy despojado de sus señas de identidad más decisivas, además testigo de una época, de una forma de concebir la construcción, la educación y la economía. Hoy nada de ello es perceptible tras una intervención que no ha sabido ponderar esos valores arquitectónicos ni encontrar el modo de ejecución más respetuoso con el inmueble, dando lugar a una caja más de cuantas la arquitectura de los últimos años nos lega. Y, por favor, no sirven excusas como que el centro educativo no está protegido o que no se conocía suficientemente su arquitectura. Más, contando con la Guía de Arquitectura de Zamora de Joaquín Hernández (2004) o de la reciente monografía El espacio sagrado y sus expresiones artísticas (2022) firmado por un servidor, y donde se estudia por vez primera a gran escala este centro escolar. No obstante, parece evidente que nos cuesta aprender de errores pasados, cuando por supuesto no había SATE, tal como denuncié en las páginas de este mismo diario el 26 de marzo de 2007 (pg. 43) a tenor de la intervención sobre el Edificio Neches, en la plaza del Maestro.

Es urgente tomar medidas inmediatas desde la legalidad vigente, por parte de las administraciones. También poner en juego la sensibilidad aprendida en la carrera mientras se aprendía a proyectar. La ciudad, cualquier ciudad, merece conservar sus arquitecturas más significativas del siglo XX –más aún, es una responsabilidad-, intervenir en ellas de la forma más respetuosa, honrar la obra y los dineros de sus antepasados con el mayor respeto, y hacerlo de la mano de la máxima eficiencia y coherencia de usos. Tomemos nota de nuestros vecinos que van por delante. Desde julio de 2022 en La Coruña están prohibidos de facto los Sistemas de Aislamiento Térmico Exterior en el exterior de los edificios de los núcleos históricos, sus contornas y los ejemplares más singulares del conjunto de la ciudad, aunque no estén catalogados o no tengan valor patrimonial (Pepri, artículo 106). Ya vamos un año y medio tarde.

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