¿Quién puede comprar su nuevo discurso al señor Sánchez?

El caso de que Puigdemont y los de ERC no se dejen convencer, puede que haya que ir de nuevo a elecciones

Manifestación contra la negociación con ERC y JxCat para la investidura.

Manifestación contra la negociación con ERC y JxCat para la investidura. / ANDREU DALMAU

Manuel Antón

Manuel Antón

El actual presidente en funciones, y nuevo candidato a la investidura a presidente del Gobierno de España en un debate que tendrá lugar cuando su señoría considere que lo tiene todo atado y bien atado, aunque no hace mucho tiempo dijera y reiterara en varias ocasiones aquello de: "Traeré de vuelta a España a Puigdemont, porque nadie está por encima de la ley y porque es un prófugo de la Justicia", y más tarde apostillara: "Trabajaremos para que el sistema judicial español, con todas sus garantías, pueda juzgarlo con imparcialidad". Resulta que ahora ha cambiado de opinión y nos quiere vender un nuevo discurso diciéndonos: "Es la hora de la política y de la generosidad, y por eso lo mejor para España y para Cataluña es superar las discordias pasadas y provocar el reencuentro entre los catalanes y el resto de la sociedad española..." Bla, bla, bla; bla, bla, bla; bla, bla, bla.

Sin pronunciar abiertamente la palabra amnistía, rechazada de manera sistemática por el PSOE y por él mismo hasta que las urnas dictaron sentencia el 23 de julio, Sánchez pretende ahora que su nuevo discurso cale entre sus electores, pues caso de que Puigdemont y los de ERC no se dejen convencer puede que haya que ir de nuevo a elecciones.

Lo de que: "Es la hora de la generosidad... Para hacer posible la convivencia en Cataluña y la conformación de un gobierno de coalición progresista que ayude a superar lo pasado…", quién se lo puede tragar, cuando todo el mundo sabe que las medidas de gracia y las concesiones que el ínclito candidato a la investidura está dispuesto a ofrecer a los insurrectos del 1-10-2017 no tienen otro objetivo que su permanencia en el poder.

Aun sabiendo que Carles Puigdemont, antes del 23 J, en plena campaña electoral, después de calificar al candidato socialista como mentiroso e incumplidor, descartó que Pedro Sánchez pudiera ser investido con el apoyo de Junts per Catalunya, hoy, estimados lectores, el escenario de la desvergüenza está servido y, mientras Puigdemont y el resto de independentistas ponen precio a sus votos, Sánchez, en una actuación de las suyas, está intentando convencer a los electores más ingenuos de que en un destello de magnanimidad sin límites está dispuesto a amnistiar, eso sí, por el bien y la estabilidad de España, a todos los que desde hace al menos diez años han hecho cuanto han podido por despedazar la nación española… (pobre Poder Judicial).

¿Quién puede ahora comprar el nuevo discurso de Sánchez, conociéndole como le conocemos todos? ¿Alguien puede creer que lo que pretende hacer ahora el magnánimo candidato a la presidencia del Gobierno de España no tiene otra finalidad que el bienestar de la mayoría de los españoles? ¡Mare de Déu, que disloque de argumento!

Y como siempre, los más atrevidos, aunque no sepan de la misa la media, osan salir a escena para afirmar que los cambios de opinión de Sánchez son similares a los que protagonizó allá por los años ochenta el primer presidente socialista de nuestra democracia, Felipe González.

Como digo, los más ineptos de la clase se han atrevido a comparar el cambio de posición que hubo de asumir Felipe González cuando, después de haber ganado por una mayoría absoluta aplastante las elecciones generales celebradas en octubre de 1982, llevando en su programa electoral, entre otros, el célebre lema: "OTAN, de entrada no", tras años gobernando, al llegar a la conclusión de que la permanencia de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte podría favorecer su entrada en la Comunidad Económica Europea, cambió de opinión y optó por someter a la consideración, primero, de su partido, y después de todo el pueblo español, tal cambio de posición (igualito que ha hecho, o piensa hacer Pedro Sánchez)

Superado el primer escollo, cual fue la aceptación del cambio de postura en relación a la permanencia en la OTAN, por el PSOE (por cierto, en un duro congreso que se organizó a los efectos), Felipe González, tal y como había prometido, anunció la convocatoria de un referéndum nacional con el siguiente texto y pregunta:

Texto: "El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos:

1º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.

2º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.

3º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España".

Pregunta: "¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?"

Tal referéndum iba ligado al compromiso expresado por el presidente González, de dimitir, caso de que ganara el NO.

Por fortuna para el país ganó el SI (56,85% de los votos válidos) y Felipe González siguió gobernando tres legislaturas más.

Comparar ahora, como están haciendo algunos, los cambios de opinión a que nos tiene acostumbrados el presidente Sánchez, que, dicho sea de paso, solo obedecen a intereses personales, con el que tuvo que asumir Felipe González en relación a su posición inicial sobre la permanencia de España en la OTAN, a un servidor le parece cosa de memos, con perdón.

¡País!

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