Tormentas eléctricas e incendios forestales

Los incendios forestales provocados por tormentas eléctricas son los más perjudiciales

Tomás Gestoso

Tomás Gestoso

Como cada año, en época estival las temperaturas suben y el clima es más cálido lo que provoca un elevado riesgo de incendio. Es habitual que las distintas administraciones lleven a cabo programas de información, prevención e incluso limiten ciertas actividades al aire libre. Aunque bien es cierto que algunos fuegos se deben a imprudencias o son provocados, los incendios más violentos son causa de la caída de rayos sobre la masa arbórea durante las tormentas eléctricas. Pero, ¿cómo se produce una tormenta eléctrica y qué relación mantiene con los incendios forestales?

Una tormenta eléctrica se forma cuando el aire más cercano a la superficie terrestre se calienta por la transferencia del calor almacenado por el suelo, debido a la radiación solar incidente durante el día. Este, al ser menos denso por su mayor temperatura, asciende y se condensa formando grandes nubes, denominadas de gran desarrollo vertical. La corriente ascendente se compensa con otra descendente, el típico “airón” que sentimos antes de la tormenta. Pues bien, estos movimientos verticales de aire ascendente y descendente provocan la ionización de la atmósfera. La atmósfera en condiciones normales presenta un equilibrio entre las cargas positivas y negativas mientras que, durante una tormenta eléctrica, la parte baja de las nubes se carga negativamente e induce una carga positiva en la tierra. De esta forma surge una diferencia de carga que provoca descargas eléctricas en forma de relámpagos o rayos. Los relámpagos se producen cuando la descarga tiene lugar dentro de la nube o entre ellas mientras que los rayos se originan cuando la descarga se produce de la nube hacia el suelo. El aire se calienta y se expande tan rápido que explota y esto crea el fuerte ruido de los truenos.

Lo habitual es que las tormentas vayan acompañadas de lluvia o granizo, pero puede ocurrir que debido a la sequedad de la atmósfera la precipitación se evapore durante su caída formando una tormenta seca. Estas son las más peligrosas. Los objetos puntiagudos y elevados sobre el terreno ofrecen un mejor camino para la descarga eléctrica y los rayos se dirigen hacia ellos antes que continuar su descenso en dirección al suelo a través del aire. Si pensamos en la forma de un árbol, nos damos cuenta enseguida que se trata de un elemento que presenta muchas partes puntiagudas (las ramas) y que está considerablemente separado del suelo, lo que hace que se trate de un elemento que atraiga la electricidad de los rayos mucho más que cualquier otro objeto que suela haber a su alrededor. En el caso de los montes, si la masa forestal esta seca es muy probable que se forme un incendio cuando un rayo alcanza el suelo. Además, si la tormenta no produce precipitación la masa forestal permanece seca tras el paso de la tormenta, lo que ayuda a la rápida propagación del fuego.

Cuando se produce un gran incendio forestal el calor generado provoca que el aire se caliente rápidamente y ascienda bruscamente variando el clima local y creando su propia tormenta, denominada tormenta ígnea. Esto agrava la labor de extinción porque el ascenso de aire caliente deja un hueco que ha de ser compensado por aire frío del exterior del incendio generando grandes vientos que aportan oxigeno que ayuda a avivar la combustión. Se genera un proceso cíclico muy perjudicial.

Los incendios forestales provocados por tormentas eléctricas son los más perjudiciales pues se propagan rápidamente llegando a alcanzar grandes dimensiones e incluso formando su propia tormenta convirtiéndose en impredecibles y devastadores.

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