El dilema de Oppenheimer

A pesar de todos sus logros científicos es mayormente conocido por su participación y en el proyecto que consiguió desarrollar las primeras armas nucleares de la historia

Escena de una película dedicada a la figura de Oppenheimer

Escena de una película dedicada a la figura de Oppenheimer

Tomás Gestoso

Tomás Gestoso

Como en tantas ocasiones ha ocurrido, gracias al cine se ha dado a conocer entre el gran público la figura de un destacado científico y su obra. Esta vez ha sido Christopher Nolan quien ha puesto al descubierto en la gran pantalla la personalidad y producción científica de J. Robert Oppenheimer conocido por ser "el padre de la bomba atómica". La biografía de Oppenheimer pone de manifiesto la enorme responsabilidad que en ocasiones tienen que afrontar los científicos a lo largo de sus carreras, expone las relaciones entre ciencia y política y abre el debate sobre la ética en la ciencia, ¿hay límites que no se deberían cruzar?

Julius Robert Oppenheimer (1904-1962) fue un físico teórico estadounidense que realizó numerosas contribuciones importantes al campo de la mecánica cuántica y partículas elementales e incluso predijo la existencia de agujeros negros. También fue profesor en la Universidad de Berkeley, director del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y asesor jefe en la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos. No obstante, a pesar de todos sus logros científicos, es mayormente conocido por su participación y dirección del Proyecto Manhattan, el proyecto que consiguió desarrollar las primeras armas nucleares de la historia, durante la Segunda Guerra Mundial.

La ciencia debe entenderse como una actividad apacible, alejada de los conflictos y las presiones propias de las decisiones políticas, no como un arma o una mercancía. Así pues, debemos valorar a los investigadores científicos por sus contribuciones y aportaciones a la ciencia en sus distintos campos y no por los dictámenes políticos del uso de sus producciones y hallazgos

Precisamente, el propio Proyecto Manhattan ha sido causa de décadas de debate sobre los límites de "lo que sería mejor no descubrir" y si los científicos son responsables del posible mal uso de sus investigaciones o descubrimientos. Estas cuestiones se engloban en un contexto ético general y no deben confundirse con la ética científica que está más enfocada al caso de la falsificación, la manipulación de datos y el plagio.

El químico alemán Fritz Haber mencionó "los científicos pertenecemos al mundo en tiempos de paz y a nuestros países en tiempos de guerra". En este sentido, es preciso indicar que la mayor parte de los físicos e ingenieros que participaron en el Proyecto Manhattan eran pacifistas y ninguno creía que la bomba se fuera a lanzar contra la población civil. Cuando sospecharon que así sería se opusieron y pagaron su oposición con represalias. El propio Oppenheimer, dirigente del plan, fue acosado cuando mostró sus reticencias a continuar con la carrera armamentística.

El caso del Oppenheimer y la construcción de la bomba atómica es un ejemplo más de los dilemas éticos que enfrentan los científicos cuando sus hallazgos y descubrimientos se usan o se pueden utilizar como instrumentos de guerra. Destaca el caso de Arthur Galston y el agente naranja, un regulador del crecimiento de las plantas que durante la Guerra de Vietnam se utilizó para eliminar selvas y cosechas que podían ser aprovechadas por la guerrilla del Vietcong o el caso Alfred Nobel y la dinamita, que se aplicó como relleno explosivo en los proyectiles de artillería.

La ciencia debe entenderse como una actividad apacible, alejada de los conflictos y las presiones propias de las decisiones políticas, no como un arma o una mercancía. Así pues, debemos valorar a los investigadores científicos por sus contribuciones y aportaciones a la ciencia en sus distintos campos y no por los dictámenes políticos del uso de sus producciones y hallazgos.

(*) Profesor de Física y Analista de Datos

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