Estamos en agosto y toca descansar

Aviso para todo aquel que, queriendo pasar unos días de relax en estas fechas, tenga intención de ir a relajarse a un lugar desconocido

Paisaje natural de un río.

Paisaje natural de un río. / Foto de Anne Barca

Manuel Antón

Manuel Antón

En agosto toca ir al pueblo, a la playa, a la montaña; toca viajar a algún lugar al que muy probablemente no vayas a volver; toca leer, toca escuchar música relajante, toca vivir…

Sí, toca vivir pero, como cada cual lo hace a su manera, habría que añadir que toca vivir y dejar vivir, pues no siempre se tiene la suerte de que te dejen hacerlo.

Va a hacer un año, un amigo me contaba que había ido a pasar un fin de semana de agosto a un pueblecito de la provincia de Ávila, situado en las estribaciones de la Sierra de Gredos, donde él y su mujer habían quedado con unos amigos de Madrid para hacer senderismo por sus alrededores.

Como, según me dijo, lo de ir de camping ya lo habían dejado, reservaron una habitación en un hotelito modesto, ubicado a las afueras del pueblo, al que llegaron el viernes con idea de quedarse hasta el lunes siguiente. Los amigos que les iban a acompañar en las excursiones, dado que el sitio al que iban a ir les quedaba relativamente cerca, y no les importaba madrugar para llegar a desayunar con ellos donde habían quedado para tomar unos churros antes de empezar a andar, no reservaron habitación para la primera noche.

Mi amigo y su mujer sí lo hicieron porque, me remarcó, les apetecía descansar bien para estar frescos para hacer la ruta que al día siguiente, el sábado, tenían pensado recorrer; era una ruta que en la guía de la Sierra de Gredos de la que disponían venía marcada de dificultad media, y por eso, pensaron, se tenían que reservar.

Al asomarse a las ventanas de su habitación para ver qué pasaba, vieron que en una finca abierta al paso, que estaba frente al hotel, estaba entrando gente, andando o en coches particulares, para hacer botellón. Enseguida se dieron cuenta que les iban a dar la noche

A las 20:00 horas estaban en el hotel y, tras coger la habitación y dejar las cosas (eso que ahora se llama hacer el check-in), se fueron a dar una vuelta por el pueblo y a cenar a un restaurante que les habían recomendado unos conocidos. Después de saciar su hambre, antes de irse a dormir, decidieron dar un paseo por la ribera del río que cruzaba de este a oeste el casco urbano, y al llegar la media noche se retiraron al hotel a descansar. Pero ¿quién les iba a decir la "noche toledana" que iban a pasar...?

Según me contó mi buen amigo, muy cabreado, pasadas las 24:00 horas estaban ya en la cama, y a poco habían cogido el sueño empezaron a oír música y a gente hablar en voz alta. Al asomarse a las ventanas de su habitación para ver qué pasaba, vieron que en una finca abierta al paso, que estaba frente al hotel, estaba entrando gente, andando o en coches particulares, para hacer botellón. Enseguida se dieron cuenta que les iban a dar la noche. Eran los típicos jovencitos, y no tan jovencitos que, con ganas de juerga, al parecer, debían haber quedado en dicho lugar dispuestos a escuchar música, a beber, a charlar, a bailar…, o sea, para correrse una juerga de esas que no dejan que nadie que pase por allí pueda sentirse ajeno; cosa que mis amigos pronto pudieron comprobar indignados pues, a medida que se iba llenando el recinto, la música iba subiendo de volumen y los que se querían hacer entender, más que hablar tenían que gritar.

Para intentar aislarse del follón, cerraron a cal y canto las ventanas de la habitación y bajaron las persianas, pero el ruido era tan ensordecedor que, a eso de las tres de la madrugada, como el hotel era de los que a partir de una determinada hora no tienen recepcionista (de haberlo tenido, me dijo, hubieran intentado cambiarse a una habitación que diera a la parte de atrás), optaron por llamar a la Policía Local o a la Guardia Civil (no recuerdo con qué autoridad pudieron contactar) y, según me aseguró, la persona con la que tras efectuar varias llamadas pudieron hablar, les comentó que los fines de semana de agosto estaban permitidos los botellones en determinadas fincas ubicadas fuera del casco urbano y que, en cualquier caso, no podía desplazarse hasta allí para intentar poner un poco de orden, porque estaba de guardia en el puesto…

A las 8:00 horas del sábado mis amigos estaban desayunando en la churrería en la que habían quedado con los de Madrid, poniéndoles al corriente de la nochecita que habían pasado, sin poder "pegar ojo".

Sirva lo relatado de aviso para todo aquel que, queriendo pasar unos días de relax en estas fechas, tenga intención de ir a descansar a un lugar desconocido.

Ni que decir tiene que el fin de semana de senderismo se quedó en una excursión "a cara de perro" porque, después de la nochecita de marras, teniendo los cuerpos como los tenían, una vez concluyeron la ruta del sábado se volvieron a su casa, donde, por fin, pudieron dormir y descansar.

Ya lo decía mi madre: "En agosto, como en casa en ningún sitio"

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