Cesáreo Fernández Duro: militar y eximio historiador

En su dilatada labor de investigación escribió más de cuatrocientas obras

EL ZAMORANO CESAREO FERNANDEZ DURO (SEGUNDO POR LA IZQUIERDA)

EL ZAMORANO CESAREO FERNANDEZ DURO (SEGUNDO POR LA IZQUIERDA) / ARCHIVO PROVINCIAL DE ZAMORA

Gerardo González Calvo

Hace 140 años se publicaron los volúmenes III y IV de la magna obra de Cesáreo Fernández Duro "Memorias históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y obispado", editada en Madrid por Sucesores de Rivadeneyra. Este ilustre zamorano era capitán de Navío y miembro de la Real Academia de la Historia. En su dilatada labor de investigación escribió más de cuatrocientas obras entre libros, ensayos, monografías y memorias con tres temas esenciales: historia de la Marina española, la conquista de América y la historia de Zamora.

En el volumen IV de 576 páginas recoge en el apartado "Locuciones" 278 palabras genuinamente zamoranas. Subraya que "recopilar esas palabras que desaparecerán al cabo, y formar el diccionario provincial, sería tarea de interés, aunque exija atención y prolija visita de los pueblos en que la conversación las sazona". Y no poca atención hay que prestar para elaborar un diccionario provincial, porque los 248 municipios que integran la provincia de Zamora no son lingüísticamente homogéneos: existen zonas con hablas muy distintas en Sanabria, Aliste, Sayago y la Tierra del Pan. Además, muchas palabras están ya en desuso, sobre todo las relacionadas con los aperos de labranza, muy distintas incluso en pueblos cercanos de la Panlampreana; por ejemplo, a lo que los pajareses llamamos gancho, usado sobre todo para dar la vuelta al muladar, en Villarrín de Campos, Arquillinos, Cerecinos, Riego del Camino y Villalba de la Lampreana lo denominan relámpago.

Los 248 municipios que integran la provincia de Zamora no son lingüísticamente homogéneos: existen zonas con hablas muy distintas en Sanabria, Aliste, Sayago y la Tierra del Pan

No hay un habla zamorana en sentido estricto, pero en muchos municipios existe un sustrato del habla asturleonesa, que pervive con más o menos consistencia en la Tierra del Pan. La castellanización ha prendido mucho más en Zamora capital. El problema es que la que podríamos llamar cultura urbana va engullendo a la cultura rural.

De algunas de las palabras que recoge Fernández Duro se hace eco Joan Corominas en su magna obra "Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico"; entre otras frases proverbiales recoge "buena jera". Fue este ilustre filólogo, lexicógrafo y etimólogo catalán el que me descubrió a Cesáreo Fernández Duro cuando estaba elaborando el léxico en Pajares de la Lampreana y en la Tierra del Pan, a finales de los años noventa del siglo pasado. Quise adquirir la obra de Fernández Duro, pero estaba agotada. Recurrí a la Biblioteca Municipal de Zamora y me hicieron una fotocopia de las nueve páginas (468-476), en las que se encontraban las palabras que me interesaban. En el año 2003 la editorial Maxtor de Valladolid editó en facsímil los cuatro volúmenes. Los compré poco después en la librería Semuret, cuando la regentaba mi buen amigo Luis González.

Pude leer en otros volúmenes algunas expresiones proverbiales genuinamente zamoranas y observaciones muy interesantes. Refiriéndose a los clérigos del belicoso Antonio de Acuña, nombrado obispo de Zamora por el papa Julio II en 1506, dice que "santiguaban con las escopetas". Cita algunos hechos curiosos como el epitafio de doña Urraca: "En este túmulo está sepultada la noble Urraca, reina de Zamora… mil ciento y una vez había el sol dado la vuelta al mundo desde el año en que vistió de carne", o sea, el año 1101. O una observación sobre la higiene promulgada por el Ayuntamiento de Zamora en 1512: "Arregladas y limpias las calles, se prohibió que anduvieran por ellas los puercos, de día ni de noche, so pena de matarlos… Ninguna mujer enferma de bubas o que las tenga su marido, o las haya en casa, pueda amasar pan; que, si lo hiciera, la primera vez saldrá a la vergüenza y la segunda llevará azotes y lo perderá igualmente".

Las obras de Cesáreo Fernández Duro son un buen ejemplo de la enriquecedora simbiosis entre las armas y las letras, a las que dedicó Miguel de Cervantes en "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" un sublime capítulo (el XXXVIII de la primera parte). Ya antes (en el capítulo XVIII) había subrayado: "nunca la lanza embotó la pluma ni la pluma la lanza". En el caso de Fernández Duro está clarísimo que es compatible servir con las armas y con la destreza intelectual.

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