La salud mental es parte de la lucha contra la despoblación

Un doctor atiende a una paciente

Un doctor atiende a una paciente / ShutterStock

Editorial

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Once personas han desaparecido involuntariamente de sus domicilios de la provincia de Zamora en lo que va de año, las dos últimas, esta misma semana. En los once casos ha habido suerte: aparecieron todos sanos y salvos, también la mujer de Vigo de Sanabria extraviada que obligó a desplegar un extenso operativo durante el martes pasado. Así como la de Abelón este viernes, perdida durante tres horas en la comarca de Sayago.

Los expertos en salud y en seguridad coinciden: las desapariciones involuntarias entre los mayores van a más y no siempre tienen un desenlace feliz. En la provincia existen tres búsquedas activas desde hace años: la de tres hombres, uno de 78 años en Gallegos del Campo, otro de 72 en Figueruela de Arriba y un tercero en Cubillos, de 53. Los tres desaparecieron sin dejar rastro alguno, hace ya casi siete años en el más antiguo de los casos. Y, sobre todo los dos primeros, presentan un patrón típico, que ya abordan como tal los cuerpos especializados de la Guardia Civil: el de un hombre mayor, en las franjas de los 70 y 80 años, una de las más amplias en la pirámide demográfica de Zamora, habitante del medio rural y, habitualmente, con algún tipo de deterioro cognitivo.

Las desapariciones están directamente enlazadas con la despoblación que padecen territorios como el zamorano. La emigración ha roto los patrones tradicionales de la familia desde hace décadas. Las mujeres ya no se quedan en un papel duro y nunca agradecido de cuidadora. Las mujeres emigran, las primeras. Y el rol, tradicionalmente femenino, no siempre puede ser asumido en pueblos fuertemente masculinizados, donde los puestos de trabajo remunerados siempre fueron para los hombres y fuera del hogar.

Más de 60 millones de euros al año se destinan a costear el gasto en farmacia solo en la provincia de Zamora. Una parte, quizá, podría ahorrarse con un poco más de compañía y de atención profesional a los interesados

Otro de los factores que influyen directamente es la transformación del paisaje a medida que se abandonan las tierras de labranza y avanza el bosque. Los más mayores, con dificultades de memoria inmediata, pierden las referencias para ubicarse en el lugar donde han crecido o han pasado buena parte de sus vidas. Su entorno cambia: los vecinos se van o fallecen, escuelas y bares que cierran. La soledad indeseada se convierte en demasiadas ocasiones en la única, inoportuna y peligrosa compañera.

Subyace, además, un tercer aspecto, fundamental: el cuidado que requiere la salud mental, a la que se le ha prestado poca o nula atención en general, para la que no se dispone de los medios necesarios y menos en los pueblos donde se dan, con frecuencia, las desapariciones involuntarias de los mayores.

La salud mental adquiere aún más importancia a medida que envejecemos. Los especialistas afirman que las enfermedades que afectan a la psique no forman parte obligatoria del proceso de envejecimiento, pero también advierten de que muchas personas corren riesgo de padecer algún trastorno relacionado con el ánimo o de tipo cognitivo a medida que cumplen años.

El problema es tan grave como costoso y difícil de abordar, pero no puede eludirse y menos en el entorno rural, donde es mucho más difícil detectar posibles problemas psicológicos al aumentar el estigma que aún pesa sobre un problema de salud cada vez más generalizado.

El campo de los cuidados a mayores afecta de manera transversal a todas las administraciones públicas, desde los ayuntamientos a las instituciones nacionales. Para la Guardia Civil, que justo escoge Zamora para celebrar, cada año, las jornadas internacionales dedicadas a las desapariciones por ese incremento alarmante de casos, es ya todo un problema de seguridad nacional, un reto contra el que luchan siempre contrarreloj, porque cada hora se acrecienta el riesgo de no encontrar al desaparecido o no hacerlo a tiempo.

La prevención y la preservación de la salud mental son dos armas poderosas para evitar sucesos como los de esta semana. El campo de los cuidados se presenta como uno de los grandes nichos de empleo en lo que se viene denominando “economía plateada”, con todo un programa específico desarrollado en los últimos años por la Diputación. Pero no siempre es fácil disponer de cuidadores cualificados y preparados para cubrir el amplio campo de necesidades de los mayores. La falta de servicios básicos, de movilidad y de conectividad que padecen los pueblos donde residen los usuarios puede desalentar del todo a quienes deben trasladar su residencia para hacerse cargo de la nutrición, higiene, salud física y mental del anciano como cuidadores en jornadas agotadoras.

Las tecnologías, como pudo verse en el congreso internacional Fitecu, promovido por la Consejería de Familia de la Junta de Castilla y León el pasado mes de febrero en Villardeciervos, son, y serán en el futuro inmediato, un aliado de primer orden. Pero la atención a personas sigue necesitando la presencia humana, sobre todo para el amplio espectro de población que no tiene formación para utilizar las apps y demás complementos informatizados que ayudan a prolongar lo más posible la autonomía y la estancia en los propios hogares de los mayores.

La misma trascendencia cobra promover actividades sociales que mantengan la mente activa y ocupada, que ejerciten el cuerpo y mejoren el bienestar general de los vecinos en el ámbito rural, donde se van perdiendo los lugares tradicionales que ejercían como anfitriones de intercambio social, desde los desaparecidos teleclubs, a las parroquias cada vez más diezmadas por la falta de vocaciones religiosas. Todo parece ponerse de parte del peligroso aislamiento que debe evitarse a toda costa.

Las políticas de servicios sociales se llevan una gran parte del presupuesto de las instituciones locales y de la propia Junta. Está más que justificado que territorios como Castilla y León reciban más financiación para dedicarla al bienestar social de uno de los colectivos más vulnerables.

La comunidad figura a la cabeza en cuanto a aplicación, por ejemplo, de la Ley de Dependencia. Y esa debe seguir siendo la línea del futuro, porque todas las políticas de prevención aliviarán, sin duda, la enorme factura que ya se paga a nivel farmacológico con ansiolíticos y antidepresivos entre los medicamentos más vendidos. Más de 60 millones de euros al año se destinan a costear el gasto en farmacia solo en la provincia de Zamora. Una parte, quizá, podría ahorrarse con un poco más de compañía y de atención profesional a los interesados, que, con suerte, algún día seremos todos.

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