Crónicas de un paso de cebra

Una risa que sonaba como música

Los poetas han ido siempre por delante de la vida de las gentes

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Concha Ventura

Concha Ventura

Siempre los poetas han ido por delante de la vida de las gentes. Alguno de ellos, se ha manifestado como modelo de conducta a seguir para el resto de la humanidad.

Por eso en estos tiempos convulsos, de cambios impredecibles, de falsas promesas, de la expansión de las “verdades” de los necios, de retóricas envenenadas, de escasez de ideas inspiradoras, de revueltas y enfrentamientos sociales, de guerras interminables, de sequía física y moral en todos los órdenes de la vida, he escogido a uno de los muchos que me han llamado la atención, porque se necesitan gentes así en el mundo, simplemente porque han sabido a hacer del dolor su bandera, aún en tiempos de crisis, para enseñarnos que, a pesar de todo ello, se puede disfrutar de una existencia plena.

Nació en Inglaterra y se llamaba Willian Ernest Henley, fue un inspirador de almas inconquistables, el cual vivió en el siglo XIX hasta principios del XX, concretamente en la época victoriana. Fue además de escritor de todo tipo de obras, periodista y editor.

Creció en una sociedad puritana de doble moral en los principios teóricos, de férrea disciplina, pero paradójicamente, también de promiscua sexualidad.

Por entonces se desarrollaron numerosos progresos tecnológicos y científicos, bajo el mandato de una reina de nombre Victoria, que reinó durante 63 años y que tuvo nueve hijos y cuarenta y siete nietos.

Para entender esos años, baste citar que, dicha reina mandó alargar los manteles de las mesas de palacio para que no se vieran las piernas de las mujeres, ya que era un tema tabú en esos momentos.

Dicho poeta con doce años sufrió la amputación de una de sus piernas a causa de una tuberculosis ósea, la cual se repetiría años después en su pie derecho, vivió entonces tres años en un hospital y allí conoció a Robert Louis Stevenson el autor de la famosa novela de aventuras, La isla del tesoro, quien se basó en él, para el dibujar al personaje del pirata John Silver, El Largo, como un mentiroso compulsivo hasta cuando relataba cómo había perdido su pierna, ya que no fue cuando sirvió a la Marina Real, sino en un abordaje pirata.

El hijastro de Stevenson, Lloyd Osbourne describió a Henley como "Un tipo grandioso, brillante, de hombros macizos, una gran barba roja y una muleta; jovial, asombrosamente inteligente y con una risa que sonaba como música".

El novelista lo pinta, además, como muy inteligente para manejar el dinero, frente al derroche que demuestra el resto de los piratas, y es valiente y audaz, a pesar de su grave discapacidad física.

Contaba un hermano del poeta que, cuando eran pequeños, después de drenar sus articulaciones, que era un proceso dolorosísimo, Willian saltaba por la habitación, riendo a carcajadas, para "fingir que estaba fuera del alcance del dolor".

Por si todo esto fuera poco, tuvo una hija, Margaret que murió tempranamente, y que fue inmortalizada por J.M. Barrie en el cuento de Peter Pan, en el personaje de Wendy. Murió a los cinco años, antes de ser publicado el libro.

Sus poemas, llegaron a nosotros gracias a un mecenas, comerciante de harinas y panadero, de nombre Thomas Hamilton.

Eran muy novedosos en la forma, por la utilización del verso libre, el monólogo interior y otra serie de técnicas, muchos de ellos escritos desde el aislamiento del hospital y, en concreto de su Libro de Versos destaca uno que fue escogido muchos años después por Nelson Mandela para sobrevivir en su largo cautiverio, titulado "Invictus", (Invencible).

Lo tenía pegado en la pared de su celda y cuenta en sus memorias el mandatario africano, que de él sacaba cada día la fuerza para seguir viviendo.

Todos nosotros deberíamos leer al menos, una vez en la vida estas sus palabras de Invictus, para reforzarnos como seres esencialmente humanos.

"Más allá de la noche que me cubre, / negra como el abismo insondable, / doy gracias al dios que fuere/por mi alma inconquistable. /

En las garras de las circunstancias/ no he gemido, ni llorado. / Sometido a los golpes del destino / mi cabeza sangra, pero está erguida. /

Más allá de este lugar de ira y de llantos / donde yace el horror de la sombra, / la amenaza de los años / me halla y me hallará sin temor. /

No importa cuán estrecho sea el camino, / ni cuán cargada de castigos la sentencia, / soy el amo de mi destino, / soy el capitán de mi alma".

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