Su impostura ya no cuela

La ofensiva lanzada últimamente desde Moncloa contra los muy ricos

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EP

Manuel Antón

Manuel Antón

Desde hace tiempo vengo advirtiendo acerca de las habilidades de un presidente que, con tal de intentar ganar adeptos, es capaz de todo. Bueno, de casi todo.

Cuando, por pasarse de bravucón y enfrentarse al Comité Federal de su partido -octubre de 2016- Pedro Sánchez se vio obligado a tener que dejar la Secretaría General del PSOE y días más tarde el acta de diputado, se juró a si mismo venganza, se encorajinó, cogió carrerilla y se propuso no parar hasta llegar a presidente.

Para lograrlo, empezó por hacer kilómetros y más kilómetros para recorrer todos los rincones del país en busca de votos, obsesionado con que tenía que recuperar la credibilidad y el mando perdido. Aquella determinación, aquella tenacidad y aquella capacidad de convocatoria que demostró, hay que reconocérselo, fueron las cualidades que le permitieron no solo recuperar el cargo, con unas primarias de por medio, sino empezar a pensar en responsabilidades de mayor rango. ¿Por qué no en la presidencia de la nación? se debió preguntar.

Por aquellos tiempos, a Pedro Sánchez apenas le reconocían las bases del PSOE, por lo controvertido que había sido su paso por su Secretaría General; razón por la que tuvo que hacer de la impostura su principal arma para tratar de convencer. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió, hasta el punto que pocas semanas después ya tenía en el bolsillo a la militancia, que sería la que en las primarias a las que concurrió, con Patxi López y Susana Díaz como contrincantes, le otorgó de nuevo el timón de la nave socialista. A partir de aquel momento cambió la chamarra de cuero por el traje y la cara de justiciero por la de “ni se sabe qué” y desde entonces no ha dejado de evolucionar para intentar, si no convencer a “to quisqui”, si ir haciendo trueques con todo aquel cuyo apoyo pudiera necesitar.

La suficiencia con que ganó aquellas primarias del PSOE fue el detonante de todo lo que vino después, es decir, de la conversión del partido del puño y la rosa, hasta entonces el partido más democrático de todos los que había en España, en el más autocrático de cuantos desde que se instauró la democracia han obtenido representación.

Merced al implacable látigo que empuñó Pedro Sánchez desde el minuto uno, tal y como han dicho muchos de los máximos dirigentes del PSOE de los años ochenta, noventa y primera década de los dos mil, el otrora partido socialista-obrero-español ha pasado de ser un partido democráticamente ejemplar, a ser el partido de un solo dueño, y todo por culpa del autoritarismo de que hace gala su único “jefe”.

El “dueño y jefe” del PSOE, que también se cree dueño de España, en el colmo de la locura y atisbando la debacle que se le avecina, como si de un personaje de ficción se tratara, últimamente no para de andar de un lado para otro haciéndose grabar, por ejemplo, jugando a la petanca con “unos jubilados”, montando en bicicleta con “algún colega”, echando una partida de cartas, o de ajedrez con “personas que pasaban por allí”, tomándose un café con “unos desconocidos”, o dando una clase magistral en un auditorio plagado de extras debidamente aleccionados para que, si hay que aplaudirle, pues se le aplaude, si hay que vitorearle, se le vitorea, e incluso si hay que hacerle la ola, pues se le hace para que se pueda sentir “el rey del surf”.

Como queriendo emular al gran Gatsby -aquel joven y misterioso millonario que vivía empecinado con la prosperidad económica, el jazz y el contrabando en la famosa novela de F. Scott Fitzgerald, que llevada al cine con el mismo título protagonizó Robert Redford- hoy, el gran Sánchez, viéndose con la soga al cuello, está tratando de agitar a las masas transmitiendo ese miedo que, dice, genera la derecha; cuando la verdad es que el miedo lo lleva él en el cuerpo, al estar sintiendo el rechazo de una sociedad que ya no le aguanta más.

Por eso, desde hace unos meses la tiene tomada con los empresarios de éxito, que son los que ahora no le dejan dormir. Aunque, sabiendo lo que pasó con los que no le dejaban conciliar el sueño hace cuatro años, no me extrañaría nada que a la vuelta de la esquina le veamos por Ámsterdam en busca de un puestecito en alguna multinacional de la construcción.

La ofensiva lanzada últimamente desde Moncloa contra los muy ricos, encargándose algunas ministras de Gobierno, e incluso el mismísimo Presidente, de poner nombre y apellidos a los considerados por ellas, o por él, como “saqueadores”, “especuladores”, “capitalistas despiadados” o “malos patriotas”, pone de manifiesto todo lo que está dispuesto a hacer el máximo mandatario de la nación para intentar seguir siendo “el jefe”.

Déjenme que les diga que el maestro del oportunismo, o sea, “el jefe”, una vez más, aprovechando una fecha, el 8-M, día internacional de la mujer, y agarrándose a una máxima de la prensa amarilla que reza: “no dejes que la verdad te estropee un buen titular” nos ha querido vender una nueva ley, la de paridad, como si fuese su enésimo logro, cuando sabe muy bien que tal ley no será más que la transposición de una directiva europea de obligado cumplimiento, aprobada por el Parlamento Europeo a finales del pasado mes de noviembre. Y, más recientemente, aprovechando el rifirrafe que en la Asamblea de Madrid ha enfrentado al vicepresidente Osorio, del PP, y a la líder de Más Madrid, Mónica García -los dos son beneficiarios de diferentes bonos sociales por tener familias numerosas- ha salido el cándido Sánchez a la palestra para decir: “esto lo arreglo yo….”

Y lo último, ultimísimo, los nuevos datos del CIS del señor Tezanos, que colocan al PSOE en cabeza y destacado….

Por favor, presidente, deje de tratar de tomarnos el pelo. Su impostura ya no cuela.

¡País!

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