Análisis

¿Y si Rubiales dimitió para salvar el 'rubialismo'?

Su renuncia provoca, entre otras cosas, que su mano derecha, el secretario general Andreu Camps, no pueda caer a corto plazo, porque su nombramiento es una prerrogativa exclusiva del presidente de la RFEF... y ahora no lo hay

Luis Rubiales.

Luis Rubiales.

Sergio R. Viñas

Con perdón del plural mayestático: no aprendemos. La caricatura que Luis Rubialesha ido construyendo de sí mismo durante los últimos años, antes incluso de ser presidente de la RFEF, nos suele llevar a pensar que cada uno de sus actos tiene una motivación esencialmente testosterónica. Su agarre de genitales tras la final del Mundial y el beso no consentido a Jenni Hermoso, por el que será interrogado este viernes por el juez de la Audiencia Nacional, contribuyen poderosamente a anclar esa imagen de personaje impulsivo que actúa sin pensar demasiado en las consecuencias de sus actos.

Por más que lo sepamos, la tentación de agarrarse a esa deformación del personaje es demasiado tentadora como para rechazarla: es más sencillo y rápido analizar las decisiones ajenas cuando se carga a estas con motivaciones más pasionales que racionales.

Así ocurrió con el quíntuple "no voy a dimitir" de aquella ya infame asamblea. También ahora con su "dimito", asociado de entrada por quienes fuimos espectadores de la renuncia a términos como rendición, soledad y asunción de la realidad evidente de que le iba a ser imposible volver a su cargo. Principalmente, porque FIFA se ha empeñado en que así sea.

Rubiales es pasional e impulsivo, pero...

Ay, qué inocentes somos... Rubiales es un tipo pasional e impulsivo, sí, pero antes que todo eso es un tipo muy inteligente, por más que su gestión del beso a Jenni Hermoso está poniendo en duda lo ajustado de ese adjetivo. Porque ahí su inteligencia ha entrado en colisión con otro de sus rasgos más acusados: la arrogancia.

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Todos creíamos que Rubiales había emprendido una huida hacia delante sin fin, rumbo a un futuro con solo dos posibles desenlaces: su definitiva 'muerte' profesional en el fútbol defendiéndose hasta el estertor final o su improbable pero posible regreso al puesto de presidente de la RFEF en algún momento de los próximos meses.

Y no, esta película no versa sobre un mártir de Motril al que su hermana le partió las piernas cuando era niño, pura épica. Va de un tipo sibilino, rodeado de asesores todavía más sibilinos (y alguno bastante zafio, para qué ocultarlo) que ha llegado a la conclusión, antes de que lo pudiéramos hacer los demás, de que dimitir ahora era la única manera de salvar el 'rubialismo'. De salvarse a sí mismo y a su obra.

De la presidencia de Rocha a la comisión gestora

Su renuncia, contado está, provoca que Pedro Rocha deje de asumir temporalmente las funciones plenas de la presidencia de la RFEF y que el ente pase a ser gobernado en los próximos días por una comisión gestora hasta que se celebren unas nuevas elecciones. Parece, a simple vista, una cuestión meramente burocrática, pero no lo es.

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Porque a Rocha, desde el primer día, se le ha exigido desde el Gobierno y desde muchas de las federaciones territoriales que cortara tres cabezas. La de Jorge Vilda era la más sencilla de servir y ya lo ha hecho. Con Andreu Camps, secretario general, y Tomás González Cueto, asesor jurídico externo, todavía no se había atrevido, pero la presión sobre el dirigente extremeño era cada día mayor para que cortara amarras con los dos exponentes más fuertes y poderoso del 'rubialismo' que quedaban en Las Rozas.

Ocurre que, ahora que no hay presidente, Camps no puede caer. El artículo 39.2 de los estatutos de la RFEF establece que "el nombramiento del secretario general será facultativo para el presidente de la RFEF". Nada explícito se dice sobre su cese, pero también es prerrogativa presidencial por extensión. Sin presidente, no puede haber un nuevo secretario general.

Las funciones de la comisión gestora

Porque la gestora que se juntará en los próximos días tiene funciones esencialmente administrativas. Así lo refleja el artículo 18.5 del Real Decreto 1835/1991, de 20 de diciembre, sobre Federaciones deportivas españolas: "[...] Las comisiones gestoras, que serán el órgano encargado de administrar y gestionar la federación durante el proceso electoral, no pudiendo realizar más que actos ordinarios de mera administración y gestión, así como cuantos fueren necesarios para garantizar el ordenado desenvolvimiento del proceso electoral".

¿Despedir a un secretario general es un "acto ordinario de mera administración y gestión? ¿Lo es reemplazar al despacho jurídico que gestiona los asuntos legales de la RFEF? No lo parece en ninguno de los dos casos. Sin Rubiales, paradójicamente, los 'rubialistas' están mucho más bilndados que con él.

Rubiales se asegura, con su dimisión, que su gente en la RFEF (sigue sin quedar claro si Rocha está dentro de ese grupo o no) va a controlar en la práctica el proceso electoral. Que los secretos que pueda tener escondidos en los cajones de Las Rozas van a seguir siendo tales y que puede utilizar secretos de otros para influir, directa o indirectamente, en la elección de su sucesor, sea temporal hasta el verano de 2024 o ya definitivo durante cuatro años si los comicios no se celebran hasta enero. Resucitar ya le era imposible, pero con su dimisión, Rubiales logra, a través de personas interpuestas, seguir vivo en la RFEF. Aunque suene a paradoja, sin Rubiales, el 'rubialismo' es hoy más fuerte que antes de su renuncia.