Moraleja y el árbol de la fortaleza
Un pino infestado de procesionaria en la entrada del municipio encuentra una segunda vida como talla de madera
La entrada de Moraleja del Vino ha perdido un pino; a cambio, la talla de un águila da la bienvenida al pueblo desde ahora, un ejemplo de cómo un árbol enfermo puede tener una segunda vida.
La transformación de este árbol comenzó con una sentencia de muerte: los nidos de gusano de procesionaria habían infestado este ejemplar con varias décadas de vida, y a pesar de los esfuerzos del alguacil y la fumigación, la plaga parecía haber dañado sin punto de retorno la copa y el tronco de varios metros.
Demasiado cercano a la parada de autobús del municipio, la plaga de procesionaria que se había instalado en el pino suponía un riesgo para las personas, además de que el árbol "terminaría secándose", según relata Carlos González, concejal de Obras Públicas del Ayuntamiento de Moraleja del Vino. Por ello, en un inicio, se contempló la decisión de talar el árbol. "Pero me vino el recuerdo de Lorenzo", explica el responsable municipal sobre el artesano de la motosierra que ha conseguido darle una segunda vida a este árbol.
En tan solo un día y medio, Lorenzo Garrido López ha conseguido transformar a golpe de motosierra este árbol enfermo en una talla de un águila que mira en dirección Zamora "símbolo de fortaleza", recuerda González sobre la escultura de dos metros y medio que también incluye una vid en honor a la Tierra del Vino. "En vez de cortarlo a ras de suelo pudimos darle una segunda vida al lado de las letras de cerámica que dan la bienvenida a Moraleja", continúa el concejal sobre una talla que ha conseguido eliminar el riesgo de la plaga: Una vez que lo cortas, el pino no vuelve a brotar. Si desaparece la copa desaparece la enfermedad".
"La motosierra es precisión", explica el peculiar artesano sobre un trabajo para el que utiliza esta herramienta motorizada para sorpresa de muchos, un utensilio que le permite reproducir con exactitud los bocetos que el mismo dibuja y que traspasa a la corteza de los árboles que caen en sus manos, una tarea que ha llevado al zamorano a recorrer toda España; ahora también dejará parte de su obra en Moraleja.
Tras tallar el águila sobre la vid, Garrido López explica que el barniz es el tratamiento que fija por completo el trabajo y sella la madera, como relata Garrido López sobre su última escultura, una de las miles que ha realizado a lo largo de los 19 años en los que se ha ocupado de este singular oficio que utiliza madera viva como materia prima. Más adelante, avanza, habrá que impregnar la obra de varios metros de alto de una nueva capa de aceite de teca para proteger la madera.
El tronco de este pino, tan grande que pocos llegaban a abrazarlo, permanecerá anclado para siempre a la tierra de Moraleja, transformado a partir de ahora en el símbolo de fortaleza de un árbol que consiguió una segunda vida gracias al empeño de quienes no quisieron dejarlo ir.
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