Para trabajadores, los de Ufones

En 1963 una treintena de vecinos de la localidad emigró a Cantabria para cortar eucaliptos durante cuatro meses, trabajando cada día de sol a sol

Fuente de Abajo, arreglada por los vecinos de Ufones a prestación personal. | Ch. Sebastián

Fuente de Abajo, arreglada por los vecinos de Ufones a prestación personal. | Ch. Sebastián / Chany Sebastián

Para trabajadores, los de Ufones. El dicho, del norte de España, cuyo significado muchos cántabros desconocen, tuvo su origen en la posguerra cuando un nutrido grupo de aguerridos rapaces y mozos alistanos decidieron dejar su patria y morada a orillas del río Mena y se lanzaron a la incierta aventura de conquistar Cantabria, partiendo de su tierra, como popularmente se dic,e con una mano delante y otra detrás. Se les conocía como "las cuadrillas de los Zamoranos".

Día 4 de febrero de 1963: ese día, pasado san Blas, un grupo de 30 vecinos de Ufones, algunos con sólo 14 años, recién salidos de las escuela, partieron camino de Santander en busca de trabajo y de progreso. En Aliste eran tiempos difíciles de superpoblación –mucha gente y lo justo para sobrevivir– y la única alternativa para quedarse era la economía de subsistencia: convertirse en vaqueros y reveceros, pastores y zagales para el pastoreo sedentario y trashumante, o labradores con la pareja de vacas de pura sangre alistana y el peculiar y ancestral arado romano.

El destino fue Cantabria, donde buscaban y necesitaban buenos trabajadores para la corta de eucaliptos: "Solo se necesitaba y pedían ganas de trabajar, maña y fuerza bruta, y de eso nosotros, modestamente, íbamos sobrados", asevera uno de los pioneros del éxodo rural alistano tras la penurias dejadas por la Guerra Civil.

Los primeros realizaban todas las tareas a mano: desde cortar los árboles con un "atrozador" o "tronzador" (sierra manejada por dos hombres) y con el machado (hacha) y cargaban los camiones como buenamente podían. Trabajaban para la multinacional Exafe, que era una fábrica muy grande de Torrelavega. Trabajadores y serviciales, su prestigio les avalaba.

La jornada comenzaba al amanecer y culminaba con la anochecida, trabando todos los días de la semana. A finales de primavera, cuando los días eran más largos trabajaban hasta 15 horas diarias, desde la 7 de la mañana hasta 10 de la noche. Luego a cenar y a dormir. Su máxima era trabajar y descansar. Así estuvieron durante cuatro meses y medio, hasta el 13 de junio en que regresaban a la fiesta del pueblo y ya se quedaban para las faenas veraniegas de la siega, acarreo y trilla.

De esta manera, mucho ganaban, "nos pagaban muy bien", y todo lo ahorraban. Ello les permitió ahorrar una pequeña fortuna con la que regresaron a la fiesta de san Antonio Abad. Los hijos eran generosos y lo primero que hicieron muchos de ellos al regresar a Ufones fue comprarles a sus padres un tractor Barreiros o una motosegadora BCS u Olimpia para aparcar los viejos arados, carros, hoces y trillos.

Tanto habían ganado y ahorrado que aún les sobró para permitirse un capricho, como comprarse una moto Derbi, todo un logro en unos tiempos donde, ya de por sí, tener una simple bicicleta era un auténtico lujo. El eucalipto fue pues progreso para Ufones.

Fiestas patronales

La localidad tiene como patrona Santa Eulalia de Mérida (10 de diciembre), pero una de las fiestas más importantes del año era y es san Antonio Abad. La emigración trajo consigo su traslado al mes de agosto con vistas a facilitar la presencia y participación de los hijos pródigos.

Este año uno de los actos fue la recuperación del concejo donde los vecinos, a prestación personal, afrontaron el adecenamiento de la histórica Fuente de Abajo. La tradicional convidada fue a base de sabrosos escabeche, hornazo y huevos cocidos, más el guiso de costillas adobadas con patatas.

Convidada para los vecinos que arreglaron la fuente. | Ch. S.

Convidada para los vecinos que arreglaron la fuente. | Ch. S. / Chany Sebastián

A la Fuente de Abajo solían ir antaño las mozas a buscar el agua con los cántaros y barrilas, siempre a la misma hora, por las tardes, y era por lo tanto el lugar de encuentro de los pretendientes y enamorados. Allí se fraguaron muchos noviazgos y casorios. Un agua muy fría en verano porque sale de las peñas.

La misa y la procesión de san Antonio brillaron con luz propia con las calles engalanadas con espadañas, rosas, lavanda, hierba luisa y tomillo; cantando los feligreses el "Milagro de los pajaricos" y el "Glorioso san Antonio". El folclore corrió a cargo de la agrupación Manteos y Monteras. La cena de la asociación fue a base de embutidos, empanadas y callos con arroz, una comida típica que se hacia allí en las bodas para el almuerzo, sobre las 10 de la mañana.

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