Un pueblo de Zamora convertido en un museo al aire libre
Ceadea crea una ruta turística que muestra lo mejor de la arquitectura alistana hidráulica y vernácula: casas, portaladas, fuentes y lavaderos
Ceadea de Aliste se convierte en un "pueblo museo" para dar a conocer a quienes quieran acercarse hasta él su rico patrimonio material de arquitectura tradicional alistana preservada durante siglos gracias a la labor de sus moradores.
La iniciativa corre a cargo del Ayuntamiento de Fonfría, con el apoyo de la Fundación Fomento Hispania, bajo la supervisión de las autoridades locales: Martín Del Río Lorenzo y Valentín Macho Deiró. El estudio informativo es obra del vecino José Luis Fernández Martín, experto en turismo rural, de la Casa y Museo "El tejar de Miro".
La Ruta de Ceadea, magníficamente señalizada con carteles informativos, muy elaborados, invita a conocer uno de los pueblos alistanos más peculiares y acogedores mostrando su arquitectura vernácula e hidrológica: una localidad dedicada históricamente a la elaboración de tejas, que contó con hasta diez tejares.
La "arquitectura hidráulica" de Ceadea muestra un conjunto de edificaciones civiles en un extraordinario estado de conservación, un espacio único y singular en toda la Raya de España y Portugal: lavaderos de Los Barreros, Las Ericas y La Fontanina; pilones de Los Barreros; fuentes Grande, Fontanina y Los Barreros; la calzada y El Chariz.
Lavaderos
Unas de sus joyas son los peculiares lavaderos sobre cuyo origen existen dos teorías. La primera propone que serían un anexo de la calzada, El Chariz y los dos castros, "por tanto de procedencia romana". La otra los sitúa a finales del siglo XVIII.
El último, que estuvo en activo hasta mediados de los años 80, fue el lavadero de Los Barreros. Entre sus características arquitectónicas destaca el muro semi circular de metro y medio de altura construido en mampostería de piedra, cuya misión era proteger en invierno a las mujeres de los fríos vientos del norte. La pila, con una profundidad de 80 centímetros, está fabricada con grandes lajas de pizarra (refaldos) sobre las que se arrodillaban las mujeres para lavar.
En la zona tres se encuentra la fuente y el lavadero de La Fontanina, áreas hídricas que cada una daba servicio a uno de los barrios del pueblo, divididos por el regato: La Quinta y "Otro lao".
A su interés histórico, hay que añadir su importante valor social, cultural, costumbrista y económico hasta que dejaron de ser de utilidad. Su construcción y conservación fueron asumidas como obligación común por los vecinos, algo que fue vital para conservarlos hasta nuestros días.
Vestigios de Roma
La equidistancia entre los dos yacimientos romanos del pueblo de Ceadea –Los Tejones y Alto el Castro– con la calzada y El Chariz han llevado a pensar a expertos y vecinos que dicho conjunto arquitectónico podrían datar de tiempos de la presencia del Imperio de Roma en Aliste: se han encontrado molinos y tégulas romanas en ambos yacimientos.
La calzada está formada por grandes piedras de cantería y rodeadas por paredes de piedra seca y prados. Su cometido habría sido el de facilitar el paso durante los invierno de la zona este a la norte pues seguramente la actual plaza se inundaba.
El Chariz conserva la pared frontal "romana", mientras que el vaso (pilón) de almacenaje de agua se perdió en la última restauración en 1995. Es el pilón más antiguo del pueblo y en el abrevaba el ganado doméstico. El complemento llegaba a finales del siglo XIX con el pilón más moderno y "la hornilla", un torno para hacer aros de carros.
Viviendas alistanas
Las viviendas en Ceadea se caracterizaban por su austeridad y sus infinitas soluciones llenas de sabiduría y sentido común: la casa estaba enfocada como residencia y espacio de trabajo.
Martín del Río Lorenzo lo tiene muy claro: "Pretendemos honrar y dar a conocer la arquitectura del pueblo, un homenaje a esas personas anónimas que existieron, vivieron el la localidad, dejaron su impronta y desaparecieron. Estas personas aún perviven en sus obras, por tanto nuestro futuro y comodidad ha sido en gran medida gracias a su ingente esfuerzo y extraordinario talento. Esas mujeres y esos hombres son el auténtico sentido de la cultura y de las tradiciones rurales que nunca debemos perder y menos olvidar".
En Ceadea, según los autores del estudio arquitectónico, el concepto de volumen en los espacios aparece muy desarrollado dentro de su arquitectura tradicional: "Aún pareciendo que las fachadas de muro pétreo pierden importancia como elemento característico del edificio, no es así, cualquier elemento está ideado sobre el concepto de piel envolvente que aúna la facilidad constructiva y la forma de entender el recorrido de las calles, con innumerables casas en curva, con hornos que dan a la calle y majestuosas portaladas", recoge el citado estudio.
Enormes portaladas
Dignas de admirar son las "portaladas" o puertas para los carros, para las cuales los canteros labraban unos dinteles de forma prismática y de una sola pieza que llegaban a medir hasta cuatro metros y pesar 1.500 kilos. Todo un reto de transporte y colocación (elevación) en épocas sin medios mecánicos.
En cuanto a las jambas laterales de granito, se descartaba hacerlas de una sola pieza, buscando un mejor equilibrio, estable, al tener que soportar el dintel y muro de la pared. Las ménsulas de los voladizos son las piezas mejor labradas, es aquí donde el cantero se recrea en su trabajo creando bellas molduras.
Rutas del Contrabando, la Ribera y los Tejares
De Ruta por Ceadea, aparte de la urbana –arquitectura vernácula e hidráulica–, ofrece otras tres interesantes y atractivas sendas alternativas: la del Contrabando (hacia Portugal), La Ribera y Los Tejares, sin olvidarnos del Museo Antonio Álvarez, una cita obligada para rememorar la escuela rural española de la posguerra y la vida y obra del autor de la Enciclopedia Álvarez.
Se cree que la ubicación original de Ceadea habría estado al norte de la iglesia parroquial de San Saturnino, a la vera del castro Los Tejones, alejada del casco urbano actual. En tiempos pasados, al parecer, se celebraba una romería que confluía en el paraje de El Rodillón y como reminiscencia de ella queda el pago Tierra de Pendones en Arcillera.
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