Al grano

Un congreso para la historia

Hoy se abren las puertas al pasado de Zamora, pero también al futuro

Catedral de Zamora.

Catedral de Zamora. / LOZ

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

La historia –y la prehistoria– de un pueblo explican su presente y perfilan su futuro. Nadie es sin lo que ha sido porque sin raíces un árbol es un tronco muerto y su desarrollo depende de su arraigo en la tierra. Una comunidad, una provincia, una nación necesitan una hoja de ruta para avanzar. El guion del porvenir se escribe con palabras que otros escribieron, con sentimientos que otros sintieron, con hechos que otros protagonizaron. De ahí la importancia de la historia y de quienes la interpretan sin prejuicios.

Esta tarde se inicia el III Congreso de Historia de Zamora, que va a tener presencia toda la semana en el Teatro Ramos Carrión de la capital, organizado por el Instituto de Estudios Zamoranos (IEZ) "Florián de Ocampo", entidad que cumple su cuadragésimo aniversario y que nunca ha tenido el reconocimiento que se merece por su aportación a la cultura de esta provincia bajo el manto de la Diputación.

Creo que los zamoranos, y hablo en general, no son conscientes de la importancia de un acontecimiento de este tipo. Un apunte: en el devenir de Zamora solo ha habido dos congresos con la misma temática, el último hace veinte años. ¿Y por qué es importante? Porque, visto su programa a fondo, va a repasar y analizar en profundidad, y con una visión científica, el pasado de este territorio, pero dejando trazados los caminos del futuro.

Hay siete ponencias muy interesantes abiertas al público más varias mesas de debate para especialistas

Esta que se nos ofrece a todos -hay siete ponencias muy interesantes abiertas al público más varias mesas de debate para especialistas- es una oportunidad única para sacar pecho y presumir de ser zamoranos, de reivindicar nuestro pasado y utilizarlo como estilete para inflamar nuestra autoestima, que falta nos hace.

Nunca este territorio se ha distinguido por creerse cabeza de león, que siempre ha sido muy dócil y maleable, muy sumiso al poder, pero seguramente nunca ha estado más bajo que ahora en aprecio de su identidad. No hay peor mal que la despoblación (sin gente no hay nada) y ahora estamos en un proceso de adelgazamiento infernal.

Necesitamos que el III Congreso de Historia de Zamora nos inyecte una buena dosis de orgullo para que nos creamos que vivimos en una tierra, ni mejor ni peor que otras, pero, eso sí, con mucho pasado. Y que nos dé las claves para afrontar el futuro a pecho descubierto. Que empecemos a sentir que ser zamoranos es una marca de prestigio, una medalla reluciente de la que hay que presumir aquí y allá donde estemos.

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