Al grano

La doble alma de Zamora

Los de fuera se pegan por nuestros productos y nosotros lloramos

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Se pegan por nuestros productos, por nuestras cosas. Quienes vienen de fuera, con más ahínco los que aún entierran sus raíces en esta tierra, regresan a sus hogares, donde tienen trabajo, familia, vida y una pizca de vacío, cargados de alimentos elaborados aquí, en la Zamora encriptada, desnuda de futuro. Lo hemos vuelto a notar ahora, cuando la Semana Santa que blanquea la muerte cada año y sombrea de verde las piedras milenarias ha resucitado y se ha ido al cielo.

Te lo dicen en el Mercado de Abastos, símbolo encarnado de esta Zamora nuestra, desvencijada y a la vez dolorida, porque cuando la esperanza no tiene color duele. "No saben que no se quieren ir de Zamora y por eso cargan sus coches y maletas con aquello que nos da cuerpo y sabor". Zamora huele a chorizo del bueno, a queso de escarcha bendecida; sabe a miel, a carne de dehesa que chupa el arrobo de las encinas, a dulce aromatizado con anises de los caminos, a vino de gloria.

Cuando dejan atrás el plano donde vive el azul purísima y arañan las montañas por las vegas, sienten que no se van del todo porque se llevan, empaquetado, una parte del sentir de esta tierra

Se van cargados de eso que nos define, no hay cuerpo sin humores. Cuando dejan atrás el plano donde vive el azul purísima y arañan las montañas por las vegas, sienten que no se van del todo porque se llevan, empaquetado, una parte del sentir de esta tierra, la que los hace recordar y les presta, aún hoy, cuando todo se extiende emborronado, la claridad de la niñez, la infancia bendecida, sublimada por la conciencia que humedecen los años y los dolores del vivir.

Fabricamos felicidad, pero no lo sabemos. Nos dicen cada día que estamos tocados de ala y nos lo hemos creído, pero quienes vienen de fuera y se van nos envidian, que se le ve en los ojos. Será por el aire preñado de misterio o por ese sufrimiento alargado que pare a borbotones la nostalgia. Por lo que sea. Pero yo los veo cada año irse con una lágrima pérdida entre pecho y espalda.

Zamora vive, Zamora sueña con un tiempo sin reloj. Somos los zamoranos, miedosos, quienes nos escondemos y nos ponemos de perfil ante el futuro. ¡Bendita sea una Zamora sin zamoranos victimistas y vendidos al pesimismo! Los que vienen de fuera nos lo dicen todos los años en Semana Santa: "Bienaventurados vosotros que veis el cielo sin la sombra del humo". Nos falta, eso sí, creernos que no está todo perdido. Y ahí, de creencias, andamos justos, porque hay mucha gente empeñada en que perdamos la fe. Rebelémonos contra ella.

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