Carlos Latorre vino al mundo el 2 de noviembre de 1799, en Toro. Su padre era intendente de la provincia de Toro y abrazó la causa de los Bonaparte, por lo que emigró con su familia a Francia al terminar la efímera dominación de los "gabachos" en España.

A los catorce años, Carlos marchó con sus padres a París, donde aprendió la técnica de Talma (François-Joseph Talma, director teatral y actor francés) y la escuela francesa de entonces, su mentor fue el gran actor Isidoro Máiquez. La década que pasó en Francia le hizo conocer muy bien el idioma francés, por lo que pudo actuar también en París andando el tiempo.

Cuando en 1823 regresó a España, Carlos contaba 24 años y se presentó en el teatro con el desembarazo del que bien conoce su oficio, si bien se le notaba cierto deje de pronunciación francesa; hizo su debut con la obra "Otelo", de William Shakespeare; siguieron luego "Oscar", "Don Pelayo", "El Cid"... De todas la empresas de provincias era solicitado, siendo Granada la primera que, en 1825, tuvo la honra de aplaudirle con verdadero delirio. En Madrid trabajó con la gran actriz Concepción Rodríguez y otras no menos célebres como Joaquina Baus, estrenando con esta heredera de los papeles del teatro "antiguo, las tragedias "Didó", "Ifigenia", y "Doña Inés de Castro". Pero alcanzó el culmen con el estreno de "Edipo"; con esta tragedia obtuvo triunfos brillantísimos. Latorre fue el primer actor en interpretar a don Juan en el estreno de la obra de José Zorrilla "Don Juan Tenorio", en 1844. Fundado el Conservatorio de Música y Declamación por la reina María Cristina, fue Carlos Latorre uno de sus profesores y tuvo entre sus discípulos al que sería famoso Julián Romea.

Murió pobre el 11 de octubre de 1851, recibiendo sepultura modestamente en el Cementerio General de Madrid. Catorce años después, fresco aún el recuerdo por el vacío que se sentía en la escena, acordaron los directores de los teatros dar una función benéfica cuyos fondos se destinaron a la adquisición de un nicho perpetuo y en 1863 se exhumaron sus restos depositándolos en la capilla de actores de la iglesia parroquial de San Sebastián.

Sus paisanos, para honrar la memoria del toresano ilustre, dieron su nombre al teatro de la ciudad de doña Elvira.