«Garbosa» brama desde hace tres días por su cría a la espera de que salga del chaguazal de Val del Arca, en el término de Cerdillo. La vaca espera y desespera como buena madre nodriza. El ternero no saldrá nunca más del lodazal porque los lobos dieron cuenta de él el pasado lunes, ante la mirada impotente de Luisa Tábara, ganadera y propietaria de las reses. Es el quinto ternero que sucumbe a la manada de lobos en menos de un mes.

En esta ocasión Luisa asistió a la retirada tras el ataque de cuatro lobos, y presenció la escena impotente y con sus propios ojos al salir al encuentro de las vacas revueltas y en huida. Los lobos no eran muy grandes, según lo que vio, lo que confirma que pueden ser los cachorros de una camada los participantes. La afectada critica la nula actuación para frenar estos ataques sistemáticos y se reitera que «si la Junta no hace nada, nos reuniremos los ganaderos y actuaremos por nuestra cuenta».

Los agentes Medioambientales retiraron el pasado martes el torso del animal. Horas antes Pepe encontró la cabeza, pero dos días después tres patas de la cría seguían esparcidas en el paraje a la espera de que los carroñeros den con los restos o que los lobos acaben la tarea. La vaca no entra a buscar lo que queda de sus entrañas porque queda atorada en este medio pantanal en el que Luisa Tábara y compañía entran hundiéndose hasta la espinilla. «Garbosa» sigue atenta a su dueña, que esa tarde tendrá que empujarla hasta la cuadra porque no se despega del punto en el que yacen los restos de la cría.

El ataque se produjo sobre las seis de la tarde del pasado lunes, cuando Luisa y los perros cuidaban de las reses, que no se alejan ni 300 metros de la puerta de la nave del miedo que tienen de presentir a la manada. «Paso aquí todo el tiempo haciendo ganchillo, no me despego de ellas ni un momento, a las siete o siete y media las recojo y aún así me matan los terneros». Las vacas por instinto pastan agrupadas las horas que pasan en el campo en la zona más próxima a la nave. Hace días que no bajan a beber al regato a menos de 300 metros, el lugar donde se produjo el último ataque. De la nave al fondo del valle, lo que antes eran tierras aradas, ahora son pastizales con una buena carga de escobas que han crecido ya algo más de un metro. Toda la zona fue desbrozada dentro de los Planes Silvopastorales del Plan 42 por esta mujer que maneja el tractor con una soltura que para sí quisieran muchos pese a tener un 28 % de minusvalía y una artrosis galopante, que no le impide encarar este trabajo rudo y duro pese a que ella es una mujer menuda. Desde hace dos años, tras la supresión de las ayudas a los trabajos selvícolas destinadas a los ganaderos, esos trabajos por su elevado coste se han reducido. Las escobas brindan protección a los lobos, que además encuentran su vía de escape al robledal, hacia la zona de Vigo. El ganado no puede estar estabulado en la cerca construida para recoger el ganado, algo ilógico en una ganadería de tipo extensivo que aprovecha el pasto del entorno.

Cuidar al ganado le sale a esta mujer del cuerpo y de los nervios. Con un café y un tranquilizante a las siete de la tarde recorre Val del Arca en busca de su la Garbosa. «Con 59 años no voy a vender el ganado y dedicarme a otra cosa. Pero el delegado cobra su paga sin salir del despacho».

Luisa Tábara reprocha al servicio territorial de Medio Ambiente que no tomen medidas para impedir que la manada de al menos cinco lobos acose y arrebate sistemáticamente sus reses. No se molesta ni en denunciar porque «es perder el tiempo», máxime cuando el seguro en 2011 pagó las indemnizaciones correspondientes por «ataques masivos de lobo» y a la Junta «no le constan ataques». «Garbosa» sigue bramando para que vuelva su ternero.