En primera línea contra el COVID: "No sabíamos si iban a morir dos, veinte o dos mil"
Historias de profesionales sanitarios que afrontaron la lucha contra la enfermedad, no siempre con éxito
Cayó malo con el COVID. A los diez días, el momento crítico en la evolución de la enfermedad, su estado empeoró muy rápidamente, y una ambulancia le trasladó al hospital. Y a las pocas horas, de planta directo a la UCI. Allí se debatió entre la vida y la muerte hasta que pudo superar el momento más crítico. Sin embargo, salió del "Clínico" con unas enormes secuelas que le dificultaban sobremanera realizar las más simples acciones cotidianas.
Los peores efectos fueron remitiendo pero hoy es el día que mantiene una suerte de fatiga crónica y otras secuelas que le ha obligado a pedir la jubilación antes de tiempo porque se sentía, a pesar del apoyo de jefe y compañeros, incapaz de llevar una vida laboral normal.
Es la historia de un trabajador del Complejo Asistencial de Zamora que prefiere mantener su identidad en el anonimato. Y que no saldrá tampoco en ninguna estadística, ya que no tiene reconocido que su caso sea enfermedad profesional ni que las secuelas sean consecuencia directa del COVID.
Cuatro años después de una de las etapas más duras de la historia de Zamora es el momento de recordar a las personas que tuvieron que enfrentarse cara a cara con la pandemia, sin más instrumentos, a veces, que la voluntad.
Muchas perdieron la vida, anónimamente o con más repercusión. La sanitaria más joven de España en fallecer por el virus tenía raíces en la localidad zamorana de Santa Cristina de la Polvorosa: Sara Bravo López, médico en Mota del Cuervo (Cuenca). El COVID le arrebató la vida a sus tiernos 28 años, el 28 de marzo de 2020, tras haberse contagiado en el trabajo. Su madre, Teresa López, fue la persona que recogió el premio Princesa de Asturias "a todos los sanitarios españoles en primera línea" durante la pandemia.
Felisa Gallego Amigo fue la primera sanitaria fallecida en el Complejo Asistencial de Zamora, en diciembre de 2020. Felisa trabajó durante muchos años como auxiliar de enfermería (ahora TCAE) en la Unidad de Digestivo del Hospital Virgen de la Concha. Contrajo el coronavirus y ni su paso por la UCI de Zamora, primero, y Salamanca, después, consiguieron salvarle la vida. Tenía 58 años.
Después llegarían más. Uno de los fallecimientos con mayor impacto social fue el del doctor Juan Sánchez Estella, dermatólogo de cabecera de generaciones de zamoranos. Tenía 63 años de edad y era natural de Salamanca, aunque recaló en Zamora en1986 para incorporarse a la plantilla del Hospital Virgen de la Concha que entonces gestionaba el Insalud. En 1990 abría su clínica privada y "el doctor Estella" pasó a ser durante décadas el dermatólogo de referencia en Zamora, una persona muy apreciada dentro y fuera del ámbito sanitario.
Hubo más, por ejemplo, José Manuel Prieto García que recibió, junto a Estella, un homenaje del Colegio de Médicos. Tenía 67 años y trabajó durante toda su vida en el servicio de Traumatología del Virgen de la Concha. Jubilado del ejercicio profesional en la medicina pública continuó su actividad en su consulta privada.
Otro caso notorio fue el de la doctora zamorana Nuria García Casado, fallecida a los 72 años contagiada mientras ejercía como médica para seguir atendiendo a sus pacientes en lo más crudo de la pandemia. Fue una de las sanitarias a las que se rindió homenaje de Estado en una ceremonia presidida por el rey Felipe VI.
El peor momento llegó en la segunda ola
Si toda la sociedad vivió en primera persona una pandemia que no hizo distingos, hubo quienes estuvieron en una situación especialmente expuesta. Los primeros, claro, los sanitarios. El que fuera jefe de Urgencias en estos tiempos, José Lázaro, concedió una entrevista a este diario en la que recordaba cómo vieron venir la pandemia por las noticias que llegaban de Italia y de China y se pepararon como pudieron para hacerle frente. Hubo un caso que no se confirmó en una niña de Morales de Toro, luego otro, el primero, de un zamorano que había estado de viaje en Benidorm y lo "realmente serio", los contagiados toresanos de una boda en La Rioja. "La última semana de marzo y la primera de abril (de 2020) fue horroroso", recuerda, aunque el peor momento llegó en la segunda ola, una tarde de octubre cuando no había sitio para bajar a los pacientes de la fila de ambulancias que esperaban en Urgencias.
En una tarde de octubre cuando no había sitio para bajar a los pacientes de la fila de ambulancias que esperaban en Urgencias.
Casto López Cañibano y Montserrat Chimeno Viñas, jefes de Sanidad y de Asistencia Sanitaria, respectivamente, vieron llegar la pandemia con "mucha incertidumbre" conscientes de que tenían que abordar una enfermedad totalmente nueva y desconocida.
"No sabíamos a los que nos enfrentábamos, si se iban a morir, dos personas, veinte o dos mil", explica Casto López, para quien la prioridad en una primera etapa fue "evitar la infección de las personas, las concentraciones de gente, aglomeraciones en sitios cerrados". Una segunda fase empezó "el día que vino la vacuna; sentí esa tranquilidad de que ya tenías una herramienta con la que poder luchar".
Montse Chimeno echa la vista atrás con cierto orgullo "por haber podido hacer frente a esta situación de algo nuevo y peligroso se tomaron decisiones acertadas y desde el sentido común: no faltó un recurso para atender a los pacientes o para proteger a los profesionales".
Fueron momentos "muy duros" que dejaron enseñanzas: la importancia de la prevención, destaca López, la solidaridad, la prioridad de las cosas realmente importantes, apunta Chimeno. Unas enseñanzas que con el tiempo "se van perdiendo, no hemos aprendido nada. Tengamos presente todo lo bueno de aquella época".
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